miércoles, 14 de febrero de 2018

Oferta y demanda no es solo un programa de radio.

Las llamadas "ciencias exactas" manejan abstracciones que, aunque parten sin declararlo de las experiencias del mundo que nos rodea, establecen conceptos muy precisos y los manejan según las leyes de la lógica, construyendo un mundo ideal que en muchos casos pueden ayudar a las "ciencias naturales" a desarrollar su sistemática, bien definiendo leyes estrictas, como es el caso de la Física teórica, bien con métodos estadísticos aplicables a grandes poblaciones, o simplemente emulando el rigor de la exposición de las matemáticas.

El número de variables que condicionan los fenómenos es tan amplio que se hace necesaria una estimación de las esenciales, que dejan de lado la gran mayoría de las que intervienen. Nadie puede asegurar que las consideradas sean siempre las únicas relevantes, y de hecho las revisiones de la teoría son constantes, para incluir aspectos y matices antes despreciados.

La elección correcta de las variables adquiere relevancia especial, y es sin duda el mayor problema, en el ámbito de las "ciencias sociales", produciendo incertidumbres muy notables sobre su validez, hasta el punto de que los matemáticos y físicos tienden a no considerarlas siquiera como verdaderas ciencias. Aunque si bien en la matemática los desarrollos posteriores no contradicen lo demostrado anteriormente (validez lógica inherente a esta ciencia), la misma Física, la que más se aproxima a su nivel de formulación, nos tiene acostumbrados, a lo largo de su historia, a notables bandazos.

La ventaja que tiene una drástica eliminación de variables es la sencillez del razonamiento y la exposición, la elegancia formal que pretende acercarse a la formulación matemática, y que se aleja tanto más de los comportamientos reales cuanto más condiciones influyentes nos dejemos por el camino.

En el caso de la economía se ha llegado a una matematización que le da esa elegancia formal que bajo su apariencia científica esconde la inexactitud e incertidumbre a que nos tiene acostumbrados, especialmente cuando a ese aparato matemático cibernético se han confiado ciegamente las mayores transacciones económicas, gracias a lo cual el mercado instantáneo ha dejado tantos pelos en la gatera.

Una de las mejores abstracciones de la economía convencional es la ley de la oferta y la demanda. Aunque siempre se añade en su definición la coletilla "permaneciendo constantes las demás condiciones". Y como el diablo está en los detalles, el pregonado equilibrio del mercado perfecto se ve tan alterado, es tan inestable, que habría que hablar más del "permanente desequilibrio". De la continua oscilación entre la carestía y el despilfarro.

Eso sí, los avispados, o simplemente los más suertudos especuladores, extraen continuamente ganancias en detrimento de sus competidores menos afortunados, pero sobre todo de los trabajadores que producen los bienes y servicios que en definitiva se extraen de la naturaleza.

Si el único elemento que regula producción y consumo es el mecanismo del mercado, vamos aviados, como se está viendo continuamente, de crisis en crisis hasta el agotamiento total.

De una serie de artículos publicados en enero y febrero de este mismo año por Francisco Umpiérrez Sánchez copio la parte final, en que analiza las deficiencias de esta supuesta ley equilibradora (a su manera todo desequilibrio se equilibra) de la economía. Puede verse la superficialidad de estos análisis en comparación con una conceptualizacion marxista mucho más rigurosa y reveladora de lo que subyace bajo la superficie del fenómeno.
































(...)

La oferta y la demanda

Hablemos de la oferta y de la demanda en términos de la economía convencional.
Utilizaré como siempre el texto de Samuelson y Nordhaus titulado Economía. Expongo de forma secuenciada sus ideas fundamentales sobre la oferta y la demanda. 
Una: El instrumento esencial para analizar las oscilaciones de los precios y de los niveles de producción de un mercado se denomina análisis de la oferta y la demanda.
Dos: La teoría de la oferta y la demanda muestra que las preferencias y renta de los consumidores determinan su demanda de mercancías, mientras que los costes de las empresas determinan la base de la oferta de mercancías.
Tres: Ley de la demanda decreciente: cuando sube el precio de un bien (y se mantiene todo lo demás constante), los compradores tienden a comprar menos. Cuando baja y todo lo demás permanece constante, los compradores tienden a comprar más.
Cuatro: La tabla de oferta (o curva de oferta) muestra la relación entre su precio de mercado y la cantidad que los productores están dispuestos a producir y a vender, manteniéndose lo demás constante. 
Y quinto: El mercado se encuentra en equilibrio cuando el precio y la cantidad equilibran las fuerzas de la oferta y la demanda.  Al precio de equilibrio, la cantidad que desean adquirir los compradores es exactamente igual que las desean vender los vendedores.
Es evidente que en la concepción de la economía convencional la forma de precio viene dada y el juego de la oferta y de la demanda hace subir o bajar los precios. Sin embargo, en Marx la forma de precio es un concepto que se presenta como resultado de muchos pasos intermedios llevados a cabo en el análisis de las formas del valor, desde la más simple hasta el dinero. Cuando la economía convencional señala a la renta como uno de los factores claves de la demanda, se refiere a las rentas del trabajo y a las rentas del capital. Marx hace un minucioso análisis de estas dos formas económicas, del salario por una parte, y de los beneficios, de los intereses y de la renta por otra, tarea que la economía convencional no hace. Y cuando la economía convencional señala a los costes de producción como uno de los factores claves  de la oferta de mercancía, estamos hablando en terminología de Marx del capital constante, del capital variable y de todas las formas específicas del plusvalor: beneficio, interés y renta del suelo. Pero mientras Marx hace un análisis minucioso de estas formas económicas, diciendo de donde brotan y cómo se configuran, la economía convencional no lo hace. Por último, resulta evidente que las leyes de la oferta y de la demanda no sirven para explicar las leyes internas de la producción capitalista, puesto que la economía convencional no dedica ningún capítulo o sección al proceso de creación del valor. En suma, en el pensamiento económico de Marx se analizan todas las formas económicas como expresión de las relaciones de producción existente entre los seres humanos, mientras que la economía convencional parte de ellas como supuestos o factores dados.

Los economistas convencionales son pensadores metafísicos y por dicha razón crean un abismo entre el mundo interior y el mundo exterior del capitalismo, entre su esencia y su superficie. Pero van más lejos aún: Ocultan de forma inconsciente las relaciones esenciales tras las relaciones aparentes. Esto no sucede en Marx. Así que a continuación expondré una serie de ideas de Marx donde lo superficial se expresa en términos esenciales, o como es el caso concreto, la oferta y la demanda se expresa en términos  de valor. Cuando empleamos un concepto siempre debemos distinguir dos aspectos: el nombre del objeto del concepto y el contenido del concepto. En este caso la extensión del concepto no nos preocupa. Así el nombre del objeto del concepto en este caso es  valor, y su contenido conceptual es gasto social de la fuerza de trabajo sin tener en cuenta la forma de su gasto.

Las ideas que expondré a continuación acerca de la oferta y la demanda se encuentran en el capítulo X del libro III de El Capital. En algunos casos transcribiré las citas y en otros casos las expondré a mi modo para hacer más fácil su lectura. Primera idea: “Que la mercancía tiene valor de uso significa solamente que satisface cualquier necesidad social. Mientras tratábamos únicamente con mercancías individuales podíamos suponer que existía la necesidad de esta determinada mercancía, sin preocuparnos más del volumen de la necesidad que se ha de satisfacer. Mas este volumen se convierte en un factor esencial tan pronto como aparece, de un lado, el producto de toda una rama de producción y, de otro, la necesidad social. Ahora es necesario tener en cuenta el volumen, es decir, la cantidad de esta necesidad social”. Dicho de otro modo: cuando hablamos de la oferta y de la demanda de las mercancías debemos tener en cuenta el volumen de la necesidad social que hay que satisfacer. Esta metodología de Marx de considerar las cosas primero desde el punto de vista individual y después desde el punto de vista social lo emplea en El Capital en varias ocasiones.

¿Qué es la oferta? De acuerdo con el pensamiento de Marx la oferta es el volumen del tiempo de trabajo social empleado en producir las mercancías que se ofrecen en el mercado. ¿Qué es la demanda? El volumen de la necesidad social que se ha de satisfacer con esas mercancías. Se pone en evidencia, por tanto, que en el pensamiento de Marx no hay ruptura epistemológica (conceptual) entre el concepto de valor y los conceptos de oferta y demanda. Mientras que en Böhm-Bawerk se produce una ruptura epistemológica total, cuando habla del valor habla de un mundo conceptual totalmente aparte y diferenciado del mundo conceptual que representa la oferta y la demanda. Añade Marx además que “no existe ningún nexo necesario sino tan solo casual entre la cantidad global del trabajo social invertida en un artículo social,…, y el volumen en que la sociedad reclame satisfacción de la necesidad que ese artículo concreto viene a cubrir”. Dicho en términos de economía convencional: nunca existe equilibrio entre la oferta y la demanda. Este hecho se pone de total manifiesto en el mercado de los alimentos, donde los supermercados tiran a la basura a diario cantidades ingentes de ellos.  A este respecto afirma Marx lo siguiente: “Solo donde la producción se halla bajo el control preestablecido de la sociedad crea ésta el nexo entre el volumen del tiempo de trabajo social empleado en la producción de determinados artículos y el volumen de la necesidad social que se ha de satisfacer mediante estos artículos”. Aquí se trataría de combinar la rigurosa planificación en la producción de la que hacen gala las grandes compañías transnacionales con el mecanismo del mercado. Se trata, entre otras cosas,  de que el Estado intervenga y penalice con sanciones importantes a todos aquellos supermercados que superen un determinado tope de alimentos sobrantes y que terminan en la basura. La competencia ciega entre las grandes superficies comerciales no solo está estrangulando a los pequeños y medianos proveedores, sino que está desperdiciando una buena parte del trabajo social invertido en la producción de artículos alimenticios.

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1 comentario:

  1. Y no sólo "está desperdiciando una buena parte del trabajo social invertido", sino que, en términos globales, está llevando al planeta a la catástrofe. La clase dominante tiene un concepto muy sui géneris del equilibrio (lo cual, dicho sea de paso, se hace patente en otros ordenes, como el de la justicia social).

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