lunes, 8 de enero de 2018

La escala de la insignificancia

Estamos acostumbrados a vivir en recintos. Una habitación, una plaza, incluso un paisaje, son recintos cerrados por unos límites, reales o aparentes. Si nuestra vista la cierran unas montañas, aunque sepamos que más alla hay otras, incluso más altas, ellas son el límite. El horizonte más dilatado del mar es una clausura perceptiva.

"Ese cielo azul que todos vemos, ni es cielo ni es azul", pero nada puede quitarnos de la cabeza la ilusión cotidiana y tranquilizadora de que vivimos sobre un plato llano cubierto por un tazón invertido.

Ni la inmensidad del cielo estrellado (ese que hoy en las ciudades no nos deja ver la contaminación lumínica) nos quita la ilusión, la "evidencia", de que es una cúpula, adornada de luces equidistantes. La idea de que unas estrellas son mucho más lejanas que otras no deja de ser un conocimiento sin imagen, una abstracción imperceptible.

La luz de la Luna tarda en llegarnos más de un segundo; la del Sol más de ocho minutos, resultado de una distancia casi cuatrocientas veces mayor. Incluso cuando percibimos la luz del Sol, la del borde de su disco nos llega más de dos segundos después que la de centro.

Todo esto escapa a nuestras escalas perceptivas, esas que no nos dejan comparar directamente distancias mayores de unos pocos metros, porque la visión binocular es un compromiso entre lo cercano asequible y el tamaño de nuestra cabeza.

De este modo, el Sol y la Luna no dejan de ser en la vida diaria unas lámparas familiares colgadas del techo.

Solamente desde más de un cuarto de minuto-luz podemos darnos cuenta de que comparada la distancia que separa la Tierra de la Luna con sus tamaños respectivos, no dejan de ser dos pequeñas esferas distantes.

¡Menos mal! ¿Os imagináis lo que serían las mareas si la distancia fuera la que más o menos percibimos, nos diga el conocimiento lo que nos diga?


Lo que se ve en la instantánea podría pasar perfectamente como imagen de portada de una película de ciencia ficción. La toma la realizó una nave espacial cuando se encontraba a unos 5 millones de kilómetros de distancia de nuestro planeta. La Tierra frente a la Luna en la inmensidad del espacio (solitario).

La instantánea es obra de la nave espacial OSIRIS-REx de la NASA, actualmente de camino a Bennu, un asteroide rico en carbono que podría contener los elementos básicos de la vida. La fotografía también es un recordatorio de lo pequeños y “solos” que se ven las cosas en el espacio.

En realidad, la imagen está compuesta por tres tomas capturadas el 2 de octubre del año pasado, cuando la nave estaba a esos 5 millones de kilómetros de distancia (más o menos 13 veces la distancia real de la Tierra a la Luna). Sea como fuere, de camino a Bennu la nave tomó una de las fotos más impactantes del planeta Tierra del 2017. [NASA vía Space]


1 comentario:

  1. Una imagen realmente sobrecogedora que debería propiciar la consciencia de nuestra tremenda fragilidad y nuestra sensatez.

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