lunes, 25 de diciembre de 2017

Estados, naciones, pueblos...





Encuentro en Arrezafe dos cartas, publicadas originalmente en Kaosenlared, sobre las movilizaciones populares que han acompañado el "procés" independentista en Cataluña. La situación parece un tanto paradójica, porque se da una convergencia que parece contra natura entre dos formas de entender, y una sola de defender, la Nació Catalana. 

Al tiempo que un sector local de la clase dominante decide resolver sus diferencias con el Estado por la vía de la movilización callejera, una porción considerable de gente con intereses contrapuestos, principalmente jóvenes, actúa como decorado escenográfico y fuerza de choque de "la casta que ha patrimonializado Cataluña, clasista, católica, corrupta y autoritaria como la que más".

"A mi juicio" (expresión que tomo de Felipe González) hay que comprender por qué las emociones son a veces tan importantes o más que los intereses. Porque las emociones son también intereses. Intereses inmediatos (esto es, no mediados por la razón). La racionalidad es un mecanismo de análisis, pero se basa siempre en datos cuya objetividad está por ver. Hay un sentido común que produce un sentir común en los colectivos.

Además, cuando no hay tiempo para análisis reposados (pero que jamás podrán ser completos), la mente humana, como la de todo bicho viviente y sintiente, que lo fue mucho antes que pensante, se guía por sentimientos, instintos que ayudan a la decisión rápida. El cerebro reptiliano moviliza inmediatamente de modo más eficaz que el córtex. Y digo esto sin el menor desprecio hacia el bicho evolutivo que somos.

Y como el vértigo de los acontecimientos obliga a tomar decisiones ("derecho a decidir..."), muchas de ellas contradicen en seguida posturas anteriores, porque también la memoria juega en este caso un papel secundario.

En la primera carta Tomás Ibáñez plantea las preguntas:


(...)
¿Qué ha podido ocurrir para que algunos de los sectores más combativos de la sociedad catalana hayan pasado de “rodear el Parlament” en el verano del 2011 a querer defender las Instituciones de Catalunya en septiembre del 2017?

¿Que ha podido ocurrir para que esos sectores hayan pasado de plantar cara a los mossos d’escuadra en la plaza Catalunya, y de recriminarles salvajadas, como las que padecieron Esther Quintana o Andrés Benítez, a aplaudir ahora su presencia en las calles y a temer que no tengan plena autonomía policial?

¿Que ha podido ocurrir para que parte de esos sectores hayan pasado de denunciar el Govern por sus políticas antisociales a votar hace poco sus presupuestos? ¿Pero, también, que ha podido ocurrir para que ciertos sectores del anarcosindicalismo hayan pasado de afirmar que las libertades nunca se han conseguido votando a defender ahora que se dé esa posibilidad a la ciudadanía?

La lista de preguntas se podría ampliar enormemente y se podrían aportar múltiples respuestas a las pocas que aquí se han formulado.
(...)

Y Miquel Amorós responde y reflexiona:
 (...)
El nacionalismo está manejado por timadores, pero en sí mismo no es un timo. Es el reflejo sentimental de una situación frustrante para una mayoría de subjetividades pulverizadas. No actúa de forma racional, puesto que no es fruto de la razón; es más una psicosis que un pálpito de liberación. La explicación de la eclosión emocional patriótica en la sociedad catalana habrá que irla a buscar en la psicología de masas y para ello nos serán más útiles Reich, Canetti o incluso Nietzsche, que teóricos como Marx, Reclus o Pannekoek. La convicción y el entusiasmo de la multitud no provienen de fríos razonamientos lógicos o de rigurosos análisis socio-históricos; más bien tiene que ver con las descargas emocionales sin riesgo, la sensación de poder que producen los amontonamientos, el fetichismo de la bandera u otros símbolos, la catalanidad virtual de las redes sociales, etc., características de una masa desarraigada, atomizada y desclasada, y, por lo tanto, sin valores, objetivos e ideales propios, predispuesta a comulgar con las ruedas de molino que se repartan. La vida cotidiana colonizada por el poder de la mercancía y del Estado es una vida repleta de conflictos latentes e interiorizados, dotados de un exceso de energía que los hace emerger en forma de neurosis individuales o colectivas. El nacionalismo, de cualquier signo, ofrece un excelente mecanismo de canalización de esos impulsos que, si se hicieran conscientes, constituirían un temible factor de revuelta.

El nacionalismo divide la sociedad en dos bandos paranoicos enfrentados artificialmente por sus obsesiones. Los intereses materiales, morales, culturales, etc., no cuentan. Nada que ver con la justicia, la libertad, la igualdad y la emancipación universales. El pueblo catalán es algo tan abstracto como el pueblo español, un ente que sirve de coartada para una soberanía de casta con su policía notablemente represora. Un pueblo únicamente se define contra todo poder que no emane de él o que se separe de él. Por consiguiente, un pueblo con Estado no es un pueblo. Convendrás conmigo en que la historia la hace la gente común mediante asambleas y organismos nacidos de ellas, pero tal como están las cosas, la historia es de quien la manipula mejor. Lo que dicha gente hace es proporcionar el marco popular de una mala función de teatro donde se ventila un prosaico reparto de poder. Cualquiera puede hacer sus cálculos y navegar en consideración dentro o fuera de las aguas nacionalistas, de una turbulencia más bien calma, pero nunca deberá perder de vista el meollo de la cuestión.

"En mi opinión", "a mi entender" (como decía Benavente), aunque las asambleas de base, como los organismos nacidos de ellas, son fundamentales, no escapan totalmente al problema. Sin una formación seria de sus participantes pueden ser ampliamente manipuladas, como hemos visto en numerosas ocasiones, y las Candidaturas de Unidad Popular no han sido una excepción. Es más, los líderes mejor intencionados no escapan a un sentir común deformado.

La única forma de que las emociones sigan más de cerca a la razón es un conocimiento más certero de las realidades, no ya el de los pensadores y filósofos, individuos aislados supuestamente racionales, sino el de "las masas", los colectivos que están en la base de las movilizaciones, tan necesitados de sacudir su alienación y verse como lo que realmente son, seres explotados y manipulados. Y explotados precisamente porque antes han sido manipulados.

Albert Escofet, en facebook,  publica "algunas reflexiones simples de un militante de base":

  • En Catalunya han ganado las derechas. La derecha dura de Arrimadas y la derecha dura de Puigdemont. Las izquierdas hemos perdido.
  • La gente que estamos en los Comunes debemos reflexionar, organizarnos y saber actuar.
  • Miles de votos de Ciudadanos, son nuestros. Pero no son nacionalistas y sí de izquierdas. No podemos dejar que Ciudadanos consolide el voto entre estos sectores o estaremos perdidos.
  • El Proces es de derechas, y así lo reflejan sus votantes. La Dirección la llevan los herederos, amigos o cómplices de la Antigua Convergencia. La caída brutal de la CUP, que no tiene Grupo Parlamentario, es un ejemplo más. Lo digo por los izquierdistas del Estado, como Jaime Pastor, Nines Maestro, Gordillo y algunos más.
  • Estos resultados de ayer, dibujan un escenario preocupante, hacia un posible conflicto civil entre los ciudadanos de Catalunya.
  • Y por último, hay que seguir luchando, con proyectos claros de izquierdas, con modelos de Estado sin complejos, que sumen nuevas mayorías sociales en Catalunya y el resto del Estado. Y luchar, con otros muchos, para echar a los Rajoy, los Arrimadas y los Puigdemont y cia. Porque son lo mismo, representan lo mismo y nos explotan lo mismo.

1 comentario:

  1. Por muy acertadas que sean las teorías sobre la emancipación social, de poco servirán si, como bien apuntas, carecemos de un "conocimiento más certero de las realidades" y de la "formación seria de sus participantes". Ardua tarea la de proporcionar conocimiento y formación a las masas, inmersas en el narcotizante océano capitalista.

    ResponderEliminar