miércoles, 30 de diciembre de 2015

Una tesis geométrica. Compartimentación superficial del plano y la esfera

Aquí se puede descargar el capítulo cuarto de la serie, dedicado a las piezas elementales con que se pueden componer mosaicos planos y construir balones esféricos.

Se trata de definir las teselas más simples. En un caso para el plano y otro para la esfera la pieza es única, en otros existe en dos variedades enantiomorfas (una "de la mano derecha", otra "de la mano izquierda").


Los casos de pieza única son los que llamamos autoduales. Se trata del mosaico cuadrado para el plano y del tetraédrico para la esfera. La pieza es irreducible y su descomposición sucesiva no conduce a otras carentes de simetría. En los demás casos, la pieza carece de simetría interna y su combinación produce formas duales diferentes.

Comenzaré por las redes planas, cuya pieza elemental es un triángulo rectángulo, vemos que hay dos posibilidades regulares.


En la primera de ellas la pieza es un triángulo escaleno, y produce tres redes posibles. Agrupados de seis en seis, una red triangular; de doce en doce una hexagonal, dual de la primera, porque los vértices de una coinciden con los centros de la otra; y adosados de cuatro en cuatro, una red de rombos.

La segunda, la red cuadrada, es autodual y ofrece muy poca variedad, porque el triángulo rectángulo isósceles que es su módulo elemental, se agrupe como se agrupe, siempre produce cuadrados.

De todos modos voy a mantener la sistemática de diferenciar la red primaria, que señalo en color rojo, su dual, en color amarillo, y la rómbica, cuyas fronteras marco de azul, y lo que vale para el plano va a ser aplicable también a los desarrollos esféricos.


La malla esférica más simple, que es también autodual, proyecta el tetraedro sobre la esfera circunscrita. Los cuatro triángulos equiláteros esféricos, descompuestos cada uno en seis triángulos rectángulos isósceles, esféricos también, produce veinticuatro módulos iguales. Las redes regulares iguales agrupan los triángulos de seis en seis y producen cuatro grandes triángulos equiláteros. La red rómbica los agrupa de cuatro en cuatro y produce seis cuadrados. El resultado es un rombohexaedro que resulta ser... un cubo.



Si proyectamos un cubo y su descomposición en módulos sobre la esfera circunscrita, los cuarenta y ocho triángulos esféricos, que ahora son escalenos, pueden agruparse en seis caras (de ocho en ocho) o en ocho caras, agrupados de seis en seis. Tenemos así las formas duales cúbica y octaédrica. La forma rómbica reúne doce caras con cuatro módulos cada una (rombododecaedro).



La proyección del dodecaedro y sus ciento veinte módulos constituyentes también produce dos formas duales, el dodecaedro, doce caras formadas por diez módulos, y el icosaedro, con veinte caras de seis módulos. El poliedro de caras rómbicas (treinta rombos de cuatro módulos) es el rombotriacontaedro.




A continuación detallo cada uno de los diferentes módulos hallados. Los dos primeros corresponden a los sistemas planos, cúbico y triangular. Los otros tres a los esféricos, sucesivamente tetraédrico, cúbico y dodecaédrico.

La arista dibujada en línea algo más gruesa pertenece al lado del polígono, y el vértice opuesto ocupa su centro.

En primer lugar, los poliedros básicos, a cuyo lado pertenece el cateto menor del triángulo.



A continuacíon, los duales. Su lado es el cateto mayor.



En los romboedros, el lado de cada caras es la hipotenusa. Su centro, el vértice rectángulo.



Pasamos a los poliedros semirregulares. El módulo de los que, tal vez abusando del lenguaje, llamé polipoliedros, generalizando el nombre de algunos de ellos (cuboctaedro,  icosidodecaedro), es dividido en dos por la altura construida sobre la hipotenusa, que pertenece a las aristas, mientras los vértices acutángulos separados por ella ocupan los centros de los distintos poliedros.

En los sistemas planos, la malla cuadrada se reproduce a sí misma a una escala menor, como corresponde a su extrema simetría. La triangular tiene en cada vértice dos triángulos y dos hexágonos separados entre sí los iguales.

De los sistemas esféricos, el  del tetraédrico (tetratetraedro me atrevo a llamarlo, por analogía) es simplemente un octaedro. Nuevo cruce entre el sistema tetraédrico y el cúbico, como ocurría con el romboexaedro. Los otros dos los hemos nombrado anteriormente: el cuboctaedro (cuatro caras cuadradas y seis triangulares) y el icosidodecaedro (doce pentágonos y veinte triángulos).



Los poliedros siguientes proceden, como los anteriores, de la intersección del básico con el dual. El módulo está dividido en dos partes, perpendicularmente a la hipotenusa, de tal modo que los polígonos resultantes son regulares. La disposición de las caras es semejante a la de los anteriores.

Poliedros básicos truncados.



Poliedros duales truncados.



Ahora dividimos el módulo en tres partes, inscribiendo en él un cuadrado. Aparecen tres tipos de polígonos, y uno es, obligadamente, un cuadrado.



Si desplazamos el vértice del caso anterior desde la hipotenusa al centro de la circunferencia inscrita en el módulo, aparecen estos otros casos:




Todavía hay otros casos, correspondientes a poliedros semirregulares carentes en principio de simetría bilateral, con dos excepciones, motivadas por la "supersimetría" de las redes de partida, que son la malla plana cuadrada y el tetraedro. En este último caso, el tetredro achatado resulta ser un icosaedro, notable cruce con otro sistema. El otro mosaico sólo se repite por desplazamiento, no por simetría en su plano. Lo mismo ocurre con los poliedros achatados derivados del cubo y del dodecaedro.



Estas son las formas achatadas con simetría bilateral, considerando ahora un módulo rómbico que muestra esa simetría, menor en todo caso que en los no achatados de los mismos sistemas.



Todavía hay otros poliedros semirregulares "no isótropos" esto es, que privilegian una dirección del espacio. Los hallaréis en el capítulo completo.


martes, 29 de diciembre de 2015

Un 2016 poco alentador

Dos hechos difícilmente refutables que chocan entre sí y que nos traen hasta el atolladero actual conforman este silogismo:

Premisa mayor:

  • El capitalismo no puede dejar de acumular, porque no se mueve sin obtener beneficios, y los capitalistas invierten necesariamente allí donde es mayor la tasa de ganancia. Sin el mayor beneficio posible para los capitales no hay inversión, y la producción se detiene.

Premisa menor:

  • El crecimiento se está paralizando necesariamente, porque se topa ya con sus límites naturales, en un planeta cerrado, o a punto de cerrarse.

Conclusión:

  • La solución dentro del capitalismo es seguir acumulando pero sin crecer.

¿Es tal cosa posible? ¿Y cómo se puede hacer? Pues solamente por medio de la acumulación por desposesión: extrayendo toda la riqueza que posean otros. Solución provisional, para ir tirando (nunca mejor dicho).

La acumulación primitiva se apoyó ne la doble explotación del ser humano y de la naturaleza. Agotadas las fuentes de riqueza natural, el sistema devora partes de sí mismo, comenzando, como parece lógico, por las que menos duelen a los que toman las decisiones.

En todo caso, es patente la necesidad de superar este modo de producción. Dejo dos enlaces tomados de la página The oil crash.

Posibles evoluciones del sistema:

Más allá del capitalismo


Dificultades para "dar marcha atrás":

Sobre el 100% renovable: Apunte final de Pedro Prieto


Algunas posibles "soluciones técnicas":

Sobre el 100% renovable: Apunte final de Antonio García-Olivares


Y sigue el artículo de Arsinoé Orihuela. Debe quedar claro que, para  no hacerse ilusiones vanas, y como primer paso para desatar el nudo, hay que empezar por conocer la realidad.




































Recordando la crisis de 1973 para entender la crisis actual
Rebelión

El liberalismo de la segunda posguerra –que alcanzó altas tasas de crecimiento en las economías industriales avanzadas– entró en una fase de crisis a finales de los 60’s, principios de los 70’s. En este contexto se consignaron ciertos fenómenos sintomáticos de una crisis de gran envergadura: los desequilibrios fiscales en las economías occidentales (Gran Bretaña, por ejemplo, tuvo que ser rescatada por el Fondo Monetario Internacional en 1975), la descontinuación del patrón oro como base universal de las unidades monetarias, el aumento meteórico de las tasas de inflación y desempleo (cerca del 13 y el 9 por ciento respectivamente), el colapso del valor de los activos (acciones, bienes, ahorros), y en general un hundimiento estrepitoso de las tasas de crecimiento y acumulación.

La pregunta urgente en ese contexto era básicamente cómo reanudar el proceso de acumulación de capital.

Cabe recordar que la acumulación no es un capricho de una clase o grupo social: es un imperativo categórico del capitalismo. Sin acumulación de capital las bases del modo de producción capitalista se deterioran irremediablemente. Pero, ¿qué es exactamente un patrón de acumulación? José Valenzuela Feijóo explica:
“Un patrón de acumulación constituye una unidad o totalidad orgánica, es decir, real. Por lo tanto no se puede explicar por la simple suma de sus partes. No es menos cierto que en cuanto totalidad real, debe responder a cierta estructuración objetiva jerárquica. Y esto es lo que nos debe permitir el hallazgo de su matriz o determinante esencial. En este sentido podríamos ensayar una definición breve que vaya un poquito más allá (o más acá) que la de entenderlo ‘como una modalidad de acumulación, históricamente determinada’. Podríamos por ejemplo, decir que un patrón de acumulación constituye una unidad específica entre formas específicas de acumulación, producción y realización de la plusvalía ” (Feijóo, 1990).
Atendamos entonces “la matriz o determinante esencial”, y la forma específica de “acumulación, producción y realización de la plusvalía” dominante en la presente era.

El capitalismo (forma general de producción de plusvalía) puede continuar sus ciclos de reproducción con poco o nulo crecimiento, pero no sin acumulación (forma específica de producción de plusvalía). De hecho, el neoliberalismo (unidad específica de acumulación) es un ejemplo paradigmático de este horizonte. Si bien las políticas neoliberales solucionaron parcialmente el problema de la acumulación (sólo parcialmente, pues nunca consiguieron evitar las crisis económicas constantes), en materia de crecimiento estas políticas sufrieron un revés palmario. E incluso allí donde las potencias económicas registraron un crecimiento relativamente alto, la característica dominante de estos casos extraordinarios fue el empobrecimiento. Es un fenómeno económico que se conoce como “crecimiento empobrecedor”, y que refiere a procesos de crecimiento-acumulación marcados por el signo de la centralización de la renta, en claro detrimento de la redistribución.

El dilema era cómo reactivar el proceso de acumulación en un contexto de escaso o nulo crecimiento, y agotamiento o crisis terminal de un patrón de acumulación otrora exitoso (fordista o pacto corporativo o alianza capital-trabajo). Basta decir que la solución que se alzó victoriosa fue el neoliberalismo: es decir, la solución de ciertas élites económicas. En este sentido, se trató de una respuesta de las clases altas a la crisis. En atención a la esterilidad de la solución corporativista se acudió a la solución neoliberal. Pero naturalmente en beneficio de ciertas élites añejas y otras en ascenso. En efecto, “en cuanto totalidad real” el patrón neoliberal de acumulación es inseparable de una “cierta estructuración objetiva jerárquica”.

Si el patrón de acumulación fordista se basó en un acuerdo entre la clase obrera organizada (sindicatos) y el capital, el patrón neoliberal de acumulación se basa, por el contrario, en una radical fractura de esa alianza. La naturaleza de las políticas correspondientes a este patrón revela palmariamente ese divorcio. La flexibilización laboral apunta en esta dirección cismática, al igual que todo el recetario de políticas macroeconómicas consustanciales al ideario neoliberal: políticas monetarias restrictivas, disposiciones fiscales orientadas a gravar el consumo básico, desregulación de los capitales, liberalización de las economías nacionales, privatización de las empresas e instituciones estatales etc.

Se tiene que insistir: la primacía y triunfo indiscutido del patrón neoliberal de acumulación no fue el resultado de una probabilidad social o científicamente certificada. Fue una decisión cupular, vinculatoria con una “cierta estructuración objetiva jerárquica”, que consistió en la sustitución de las fórmulas aliancistas de la acumulación fordista en franca crisis terminal (producción en masa, estandarización, contratación colectiva, regulación estatal, socialización del bienestar), por otra estrategia en provecho irrestricto de la gran industria, el comercio oligopólico, y especialmente la alta finanza. A decir de Pierre Bourdieu:
“La globalización económica [o neoliberalización]… es el producto de una política elaborada por un conjunto de agentes y de instituciones y el resultado de la aplicación de reglas deliberadamente creadas para determinados fines, a saber la liberalización del comercio (trade liberalization), es decir, la eliminación de todas las regulaciones nacionales que frenan a las empresas y sus inversiones. Dicho de otra forma, el mercado mundial es una creación política (como lo había sido el mercado nacional), el producto de una política más o menos conscientemente concertada” (Bourdieu, 2001).
El neoliberalismo se distingue de otras “formas específicas de acumulación” por una estratégica disposición estructural: a saber, la transferencia de los costos de la crisis al trabajo y a los segmentos poblacionales mayoritarios.

Y en esas andamos, en las vísperas de un 2016 poco alentador.

domingo, 27 de diciembre de 2015

Una figura muy regular

En el ajedrez, las casillas blancas y negras llenan toda la superficie del tablero. Las del mismo color ocupan sólo la mitad de la superficie, y comparten los vértices, pero nunca las aristas.

Este apilamiento de cubos, en que los contiguos comparten las aristas, pero nunca las caras, deja igualmente vacía la mitad del espacio, que podría rellenarse con otros tantos de otro color, como los escaques de un ajedrez tridimensional. Comprobamos que la mitad está vacía, porque cada arista de la red es compartida por dos de las cuatro posibles:


En esta otra figura, los cubos están aún más aislados entre sí, y los contiguos solamente comparten los vértices.

Como en cada vértice podría haber ocho y sólo hay dos, se ocupa únicamente la cuarta parte del espacio:


Entre las caras enfrentadas podemos colocar más cubos hasta llenar las tres cuartas partes vacías.


Estos son los cubos añadidos, que triplican en número a los que había antes. La agrupación que forman podría descomponerse en tres conjuntos idénticos al anterior:




Cada cubo puede dividirse en seis pirámides cuadrangulares, con bases en cada una de las caras y vértice común en el centro del cubo. Cada pirámide comparte sus caras triangulares con otras cuatro, y sólo el vértice con la quinta restante:


Estas son las tres parejas opuestas por el vértice:




El cubo en explosión. Invertimos las posiciones de cada pareja y las agrupamos alrededor de un cubo entero. Se obtiene un poliedro cuyo volumen dobla el del cubo. Sus caras son rombos, y son tantas como aristas  tiene el cubo. Es un rombododecaedro:




Naturalmente, no hemos llenado con esto todo el espacio, sino únicamente la mitad. Pero está claro que lo llenaremos todo apilando rombododecaedros.

Podemos colorear, con seis colores, el poliedro, empleando el mismo para las caras opuestas.

Apilémoslas pues, adosando las del mismo color:


Y colorín colorado, este cuento poliédrico se ha acabado.

viernes, 25 de diciembre de 2015

Enciclopedia Galáctica

Este es el vídeo de Carl Sagan al que me he referido en la entrada anterior.

La parte en que se teoriza sobre la comunicación interestelar comienza aproximadamente en el minuto 34.

Hacia el minuto 35 se plantea la longevidad de un planeta con una civilización técnica.

A partir del minuto 39 comienza la cuantificación de los planetas en condiciones de comunicarse.

Minuto 40: hipótesis de corta duración.

Minuto 41: hipótesis de civilizaciones que aprendan a sobrevivir con alta tecnología durante tiempos de escala geológica.

Minuto 42: la comunicación entre millones de civilizaciones técnicas; ¿a qué distancia estará la más cercana?

Minuto 43: la señal inequívoca sería matemática..

Minuto 44: si la destrucción es evitable...

Minuto 47: ¿por qué no han venido? puede que todas las civilizaciones técnicas se autodestruyan.

Minuto 53: la búsqueda.

Sagan no pudo precisar más las causas de una posible autodestrucción.

Hoy ya no hay muchas dudas sobre qué peligros son insoslayables.






La cumbre de París y el colapso ambiental

Carl Sagan editó la histórica serie televisiva Cosmos. En un capítulo titulado Enciclopedia Galáctica especulaba sobre la posible existencia de civilizaciones extraterrestres. Quería establecer con rigor científico la posibilidad de contacto con esas hipotéticas culturas del exterior, cuestión de gran tradición en la fantasía científica y que de forma más seria e ilusionante, aunque no exenta de publicidad emocional, motivó la inclusión en las sondas Voyager de mensajes destinados a esos posibles convecinos de la casa cósmica.

Utilizó para establecer la probabilidad de que existieran esos seres la Ecuación de Drake, que considera sucesivamente varios factores que van acotando sucesivamente el problema.

La ecuación está basada en los siguientes parámetros:
N = R* • fp • ne • fl • fi • fc • L
donde N representa el número de civilizaciones que podrían comunicarse en nuestra galaxia, la Vía Láctea. Este número depende de varios factores:
R* es el ritmo anual de formación de estrellas "adecuadas" en la galaxia.
fp es la fracción de estrellas que tienen planetas en su órbita.
ne es el número de esos planetas orbitando dentro de la ecosfera de la estrella (las órbitas cuya distancia a la estrella no sea tan próxima como para ser demasiado calientes, ni tan lejana como para ser demasiado frías para poder albergar vida).
fl es la fracción de esos planetas dentro de la ecosfera en los que la vida se ha desarrollado.
fi es la fracción de esos planetas en los que la vida inteligente se ha desarrollado.
fc es la fracción de esos planetas donde la vida inteligente ha desarrollado una tecnología e intenta comunicarse.
L es el lapso, medido en años, durante el que una civilización inteligente y comunicativa puede existir.
El interés de la ecuación, más que en las variables elegidas, está en su planteamiento. Podrían considerarse otras variables, y en todo caso la estimación de las cantidades elegidas es tan incierta que las estimaciones obtenidas oscilan entre un solo planeta (lo cual significaría que se trata únicamente de nuestra Tierra, que estamos solos en la Galaxia) y muchos millones de ellos.

El problema más real es si sería posible que esas civilizaciones sw comunicaran entre sí. La nuestra ya lo ha intentado con las misiones Voyager. Procedimiento sumamente lento y que en el improbabilísimo caso de encontrar destinatario para su mensaje lo haría cuando seguramente ni siquiera existiese el sistema solar. Más eficaz sería el uso de las ondas radioeléctricas. Una civilización muy avanzada que se encontrara a menos de cien años luz de distancia apenas comenzaría a percibir ahora una inusual emisión de ondas de radio desde algún planeta del sistema solar. Cómo podría interpretar ese fenómeno es otro cantar.

Pero si nuestra civilización y las de ellos pudiesen durar muchísimo tiempo tal vez una comunicación de carácter más que secular podría establecerse. Mensajes unidireccionales en el caso de largas distancias, o con respuesta posible en algunos años para los casos de sistemas estelares "muy próximos" (varios años luz)-

No sabemos si esos mensajes han podido ya ser emitidos. En todo caso no los hemos captado aún. Y emitirlos nosotros apenas acaba de ser considerado.

Imaginemos que esas civilizaciones tienen corta duración. La teoría de Olduvai, en su versión más pesimista, concede cien años a la nuestra. En tal caso, si la distancia entre civilizaciones semejantes es de más de cien años luz, los mensajes recibidos de una a otra serían meramente testamentarios.

Entonces, considerando que pudieran existir muchas civilizaciones avanzadas en muchos planetas, la variable decisiva es la L. ¿Por cuánto tiempo puede sostenerse una cultura tecnológica sin ser destruida? Y hemos de pensar que probablemente colapsaría por factores internos, Dicho más claramente, que se autodestruiría.

Porque si en su formación se tuvieron que emplear varios miles de millones de años, de ser realmente estable es muy improbable que no pudiese durar muchos años más.(¿Millones tal vez?). Asimov imaginó en sus relatos una civilización galáctica de decenas de miles de años de antigüedad. No creo que hoy haya gente tan optimista.

La preocupación por la sostenibilidad, por lo tanto, no es una moda actual, sino que está presente en todas las culturas, que han imaginado diluvios, cataclismos y apocalipsis varios para predecir su propio final.

En el caso de la nuestra, la posibilidad de una guerra nuclear generalizada era la amenaza que más preocupaba. Parece que hoy nos hemos acostumbrado un poco a ella. con la existencia de armas nucleares "tácticas" y la escalofriante familiaridad con que hablan de su empleo los estúpidos y locos estrategas militares.

Pero aunque vayamos soslayando ese final, tenemos encima otro problema que no requiere de la "destrucción mutua asegurada" de los participantes en la Guerra Fría.
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Entrevista a Carlos Arribas (Ecologistas en Acción) y David Sandoval (Greenpeace)


Rebelión
























¿Se está discutiendo en la Cumbre del Clima de París del fondo de la cuestión? Según Carlos Arribas, portavoz de Ecologistas en Acción del País Valenciano, “nos dirigimos hacia un colapso ambiental y esta es la idea central que se le está escondiendo a la mayoría de la población”. El agotamiento de los recursos –particularmente los combustibles fósiles- sería, a juicio del activista, el problema central (hace dos años que se superó el “pico” del petróleo convencional). Esta posibilidad real de colapso, añade David Sandoval, portavoz de Greenpeace en el País Valenciano, explica que muchas empresas y fondos de inversión estén retirando sus capitales de los hidrocarburos convencionales. El cambio climático no es un mero ejercicio especulativo. “Hay islas de la Micronesia en la que se han diseñado planes para evacuar a la población por los efectos del cambio climático”, recuerda Sandoval. Los dos activistas han participado en un debate sobre “El cambio climático. El coste de no actuar”, organizado por la Conselleria de Agricultura, Medio Ambiente y Cambio Climático en la Universitat de València.


-Los países representados en la Cumbre del Clima de París contra el cambio climático parten de propuestas no vinculantes. ¿Qué puede esperarse de una gran Cumbre en la que no se establecen compromisos obligatorios?

-Carlos Arribas: Las previsiones, de acuerdo con las propuestas presentadas por los 195 países, es que continúen aumentando las emisiones. Por ejemplo en el caso de China, aunque coloque el “pico” en 2030 y afirme que disminuirá la “intensidad” energética por unidad de PIB, continuará incrementando las emisiones contaminantes.

-David Sandoval: El hecho de que sean voluntarias y no obligatorias es cuestión de las negociaciones. Para empezar a hablar y tratar de entenderse, encontraron el siguiente mecanismo: proponemos voluntariamente unos indicadores y después nos sentamos a negociar. Si los límites fueran obligatorios de entrada, muchos países ni siquiera se sentarían en la mesa de negociación. El objetivo es que podamos pasar a unos compromisos vinculantes, y las organizaciones ambientales pedir que sean más ambiciosos.

-¿Ha habido avances en la lucha contra el cambio climático derivados de las cumbres anteriores? ¿Qué balance pude hacerse de dos décadas de Conferencias?

-CA: Algo se consiguió en 1997 con el Protocolo de Kyoto, que no entró en vigor hasta 2005. Sin embargo Kyoto no supuso la reducción de los gases de efecto invernadero en los países desarrollados, de entrada, porque sólo afectaba a aproximadamente el 12% de las emisiones, con lo que la tendencia a la concentración de gases de efecto invernadero ha continuado aumentando. Además, en París puede ocurrir lo mismo que en la capital japonesa, que Estados Unidos firme el acuerdo y después el Senado y la Cámara de Representantes digan que no. Que se considere una “imposición extranjera” los contenidos del convenio internacional. El Protocolo de Kyoto no fue ambicioso, pero sí una señal de que había que reducir las emisiones en los países ricos. Tenía muchos “agujeros”, como los mercados del carbono, que implican la compra-venta de emisiones, no su disminución real. El capital financiero apuesta en la Cumbre de París por estas fórmulas de contabilidad creativa.

DS: De todas las cumbres y rondas negociadoras, me quedaría con que ha hecho falta 20 años para que pongan un límite que todos podamos manejar fácilmente: la elevación máxima de la temperatura en 2ºC a finales de siglo. Si para esto se ha tardado dos décadas, el resumen que puede hacerse es que todo gira en torno a “no me lo creo pero hago grandes declaraciones”. Para las organizaciones ambientalistas ya es mucho que se empezara en la Cumbre de Río de Janeiro, en 1992; Kyoto también supuso mucho, porque cualquier cosa que llame la atención sobre el problema ya sirve. Pero a nivel político y real, no ha habido prácticamente avances.

-¿Qué conclusión puede extraerse de que entre los patrocinadores de la Cumbre de París figuren multinacionales como Ikea, Michelin, el banco BNP-Paribas, Air France o Renault-Nissan?

-CA: Sí, ya hemos visto el anuncio a página entera de Iberdrola diciendo que ellos también están por la reducción de emisiones. Son intentos de presionar por parte de las multinacionales. Pero de algún modo la ONU ya está imbuida de este espíritu, de hecho, muchos de los programas de Naciones Unidas están patrocinados por las transnacionales. No olvidemos que el pasado 25 de septiembre la ONU ya aprobó un convenio para “transformar el mundo hacia un desarrollo sostenible”, con 17 objetivos y 169 metas con vistas al año 2030; se incluía la lucha contra el cambio climático, lo que resulta incompatible con otro de los objetivos planteados: el crecimiento y el desarrollo económico.

-DS: Los grandes países intentan implicar al sector privado para financiar la adaptación a los efectos del cambio climático. En parte la pugna está en no legitimar, a través de lo público, a estas empresas, porque ellas tienen su parte de responsabilidad social corporativa, e intentarán “lavar” su imagen en la medida en que aporten fondos. Pero, además de las empresas, otro punto importante es cómo se producen las negociaciones, en este caso por bloques de países. Aunque siempre hay actores que se salen del guión. A países como Arabia Saudí o Qatar normalmente no les interesa que haya acuerdos “fuertes” sobre el cambio climático, porque son productores de petróleo y los grandes afectados si hay medidas reales para combatir el uso de combustibles fósiles. De hecho, los Acuerdos de Copenhague (2009) los impidió en gran parte Arabia Saudí.

-¿Consideráis suficiente el límite de 2ºC de aumento de las temperaturas hasta finales de siglo?


-CA: La temperatura está ligada a la concentración de CO2 en la atmósfera. En un escenario con una concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera de aproximadamente 450 ppm (partes por millón), ya tendríamos los 2ºC que se ha puesto como límite para el aumento de las temperaturas. Y este año ya hemos superado los 400 ppm. Sin embargo, algunos países han propuesto un aumento máximo de 1,5ºC en las temperaturas a finales del siglo XXI, más restrictivo; es sobre todo una propuesta que han hecho las islas-estado y algunos científicos, lo que iría ligado a una concentración de 350 ppm. Sería una propuesta mucho más razonable.

-DS: Siguiendo con el ritmo actual, en dos décadas llegaremos a la concentración de 450 ppm de CO2 en la atmósfera. El compromiso de los 2ºC creo que es muy genérico, no sirve. Yo lo tomaría como una cifra de consenso a la que se llegó para empezar a negociar. El problema es fundamentalmente de desigualdad, porque las consecuencias del cambio climático antropógeno que hemos creado sobre todo los países enriquecidos, van a padecerlo los más pobres. Algunas islas de la Micronesia ya cuentan con planes de evacuación para la mayoría de su gente, sencillamente por el aumento de 1ºC en las temperaturas desde los niveles pre-industriales hasta hoy. Se está produciendo un incremento del nivel del mar que aumenta los efectos de las catástrofes naturales. Prevén que en pocos años no puedan vivir en su tierra.

-Autores como Carlos Taibo y Jorge Riechmann han escrito y conferenciado sobre el “colapso ambiental”, idea que no figura en la “agenda” de París. ¿Existe realmente el riesgo de “colapso”?


-CA: Nos dirigimos hacia un “colapso ambiental” y ésta es la cuestión “fuerte” que se le está escondiendo al público. El gran capital está aceptando la lucha contra el cambio climático, pero esconde el gran problema del agotamiento de los recursos. El “pico” del petróleo convencional se superó hace dos años, y actualmente se están explotando hidrocarburos no convencionales, por ejemplo el gas esquisto. También el “fracking” tiene trazas de agotarse. De hecho hay una guerra larvada entre las potencias petrolíferas de Oriente Medio y de la OPEP, y por otro lado Estados Unidos, por ver cuál es el recurso energético prioritario. Vivimos una época de bonanza económica en parte por la caída de los precios del petróleo, pero al mismo tiempo están quebrando muchas empresas dedicadas al “fracking” en Estados Unidos. El precio actual de 44-45 dólares el barril de petróleo es prácticamente el precio del coste de extracción del “fracking” (mucho más caro de extraer que el petróleo convencional). La empresa Abengoa es, entre otros ejemplos, un resultado de esta guerra: las energías renovables no tienen incentivos con el barril de petróleo a 45 dólares. Además, el agotamiento de recursos, el “colapso”, lo estamos viendo en otros muchos materiales, como el cobre.

-DS: Si no fuera por la posibilidad de un “colapso ambiental”, muchas empresas y fondos de inversión no estarían dejando de invertir en materias primas, sobre todo en combustibles fósiles. Por ejemplo, la Fundación Rockefeller o el fondo soberano de Noruega… Es una cuestión estratégica. Por ejemplo una consultora, Arabella Advisors, que asesora a bancos y fondos de inversión, aconsejó el año pasado a sus clientes que desinvirtieran en combustibles fósiles para pasarse a las energías renovables.

-¿Se puede afrontar el problema del cambio climático con un gasto militar mundial de 1,8 billones de dólares (2014)? ¿Y sin cuestionarse la realidad de sectores como la agroindustria o la minería?


-CA: La guerra es un gran consumidor de petróleo y un gran emisor de gases de efecto invernadero. Todos los aparatos de guerra se mueven con combustibles fósiles. Vivimos hoy en medio de una fuerte tendencia “guerrera”, en la que la orientación de fondo de las potencias es colocarse en el mapa geoestratégico para el control de los recursos naturales. La guerra es un mal invento para el cambio climático.

-DS: La agroindustria y la minería son dos emisores importantes de gases de efecto invernadero en los países desarrollados. Son sectores cuyos procesos productivos han de cambiar si quieren rebajarse las emisiones contaminantes. Por no hablar de la guerra, que no es un sector productivo, aunque la producción de armas sea un sector industrial.

-¿Y en cuanto a las desigualdades en el mundo o la relación Norte-Sur?


-CA: Se dice que China ha superado a Estados Unidos, desde hace dos años, como emisor de gases de efecto invernadero. Pero si adoptamos un criterio de “justicia climática”, hemos de valorar las emisiones “per capita”. En los últimos 25 años los países desarrollados han “terciarizado” enormemente sus economías, es decir, han hecho que la gran fábrica del mundo sean países como China. Las consecuencias de esas emisiones se imputan a China o India, pero realmente habría que asignarlas a los consumidores de sus productos. Por tanto, en la Cumbre de París habría que plantear –con criterios de “justicia climática”- una contabilidad de emisiones real, que tenga en cuenta quién produce y quién consume lo que fabrica cada país. Teniendo en cuenta estos criterios, hay que recordar que las emisiones “per capita” de Estados Unidos son actualmente siete u ocho veces las de China.

-DP: El enfoque de las ONG no aborda el clima como algo ajeno al ser humano, es más, el cambio de paradigma energético implica un cambio de modelo social. En todas las negociaciones los países pobres quieren que se les compense, de algún modo, por los daños que les ha producido nuestro desarrollo anterior. Hace 150 años que les venimos generando este problema.

-En los últimos días de la Cumbre del Clima, ¿qué objetivo consideraríais realista?


-CA: Aceptar el escenario de los 2ºC y la reducción de las emisiones globales de los gases de efecto invernadero en el periodo 2020-2030. Pero se trataría de una reducción efectiva a escala global en la que habría que ver de qué modo se efectúa el reparto. Los países que emiten poco “per capita” es posible que pudieran aumentar algo las emisiones, pero los países enriquecidos tendrían que disminuir drásticamente sus emisiones y de manera rapidísima. Actualmente se están emitiendo 52 gigatoneladas a nivel global; en 2030 deberían reducirse a 42 gigatoneladas. Por otro lado, un objetivo ambicioso consistiría en ir hacia una economía de “Cero Carbono” antes de finales de siglo. Y también hacia una realidad de emisiones negativas, es decir, que las capturas de carbono por parte de la atmósfera, el suelo o el mar sean mayores que las emisiones por la actividad industrial.

-DP: No es cuestión de que algo nos parezca “suficiente”. Hay quien dice que es preferible que no haya acuerdo a que éste no sea el adecuado. O también podría ocurrir que se firmara un acuerdo en torno al límite de 2ºC y el cumplimiento sea laxo, o no se haga efectivo. Son fundamentales los mecanismos de control, mediante expertos, que los hay, para controlar el cumplimiento de los acuerdos.


miércoles, 23 de diciembre de 2015

trabajo garantizado

La propuesta de una renta básica ha sido lanzada, y luego matizada, en distintas ocasiones. El carácter de universal es problemático. ¿La cobrarían también los millonarios? Sería eso tan injusto como el cheque bebé de Zapatero, que se cobraba también universalmente. 

Inyectaría una gran cantidad de dinero (muy mal repartido precisamente por estar "muy ciegamente repartido") sin contrapartida productiva alguna, y efectivamente produciría inflación.

Corregida como una compensación por unos ingresos insuficientes, la cobrarían tan solo los más pobres, pero permitiría al empleador bajar aún más los salarios, puesto que el trabajador no se rebelaría: no sufriría merma en sus ingresos al ser compensado con dinero público. Es decir: entre todos pagaríamos lo que se ahorraban los empresarios.

Esto me recuerda otra medida genial de Zapatero como fue la "ayuda para el alquiler" que animaba al casero a pedir más por la misma vivienda. Más que una ayuda al inquilino era una ayuda al propietario. De paso hay que decir que ese es también el destino de todos los "incentivos a la producción" para que el empresario pueda crear puestos de trabajo... sin gastar un céntimo

El trabajo garantizado es otra cosa.

De entrada sólo se pagaría a quien quisiera trabajar, aunque los imposibilitados para hacerlo por una u otra razón sí deberían recibir una renta básica. Pero ese trabajo pagado con dinero público estaría al servicio de las necesidades públicas, y no de los beneficios de las empresas. Podría ser dirigido a satisfacer necesidades básicas reales.

Por eso mismo la producción podría aumentar en lo que realmente se  necesita en lugar de producir para la demanda solvente. Menos lujos superfluos y cachivaches de dudosa utilidad y más bienes sociales y culturales.

Está claro que la propuesta no interesará a los capitalistas.




Eduardo Garzón
La Marea


El autor defiende que pese a que la renta básica es una medida potente, factible y muy efectiva para combatir la pobreza, lleva aparejada importantes problemas macroeconómicos


Aunque hace mucho tiempo que se concibió la Renta Básica Universal (RB), no ha sido hasta hace poco cuando ha cobrado importancia en los círculos académicos españoles e incluso en la agenda política y mediática. Esta presencia se ha intensificado especialmente a raíz de la irrupción de Podemos en el panorama político español, puesto que recogen esta medida en su programa electoral. Bienvenido sea este debate, que siempre será constructivo. A continuación expongo los principales argumentos en contra de la RB, pues aunque es una medida potente, factible y muy efectiva para combatir la pobreza, lleva aparejada importantes problemas macroeconómicos. Sin embargo, la propuesta que aquí defenderé no es el rechazo de la RB, sino su modificación para transformarla en un programa de Trabajo Garantizado (TG) que resuelva las limitaciones macroeconómicas al mismo tiempo que logre mejores frutos sociales que la RB.

Recordemos que la RB es la concesión a todo ciudadano, independientemente de su situación particular, de un ingreso fijo que le permita cubrir sus necesidades vitales. De esta forma, nadie se vería obligado a aceptar cualquier tipo de trabajo (por muy duro y precario que fuese) para poder sobrevivir con un mínimo de dignidad.

En cambio, el TG parte de la premisa de que si bien es cierto que hoy día en nuestras sociedades hay muchísimas personas que no están trabajando y nuestro deber como sociedad es evitar que por culpa de ello pasen penurias, también es cierto que hay mucho trabajo por hacer en nuestras comunidades. No tiene sentido que mantengamos inactivas a personas que pueden y desean trabajar mientras las necesidades de nuestros conciudadanos no estén cubiertas. En la actualidad necesitamos que cuiden de nuestros mayores, de nuestros hijos y de nuestros enfermos, que aumenten los servicios de ocio y cultura, que se cuiden las infraestructuras, pavimento y fachadas de muchos barrios de nuestras ciudades, que se reforesten enormes extensiones de terreno, que se cuide la fauna y la flora de nuestro entorno, que aumenten y mejoren los servicios sanitarios, que se defienda a los grupos discriminados y a los más vulnerables, etc…

Por lo tanto, mucho mejor que otorgarle un ingreso fijo a todos los ciudadanos es otorgarle el derecho a trabajar si así lo desean (si no lo desean o no pueden, entonces que reciban un ingreso básico –de menor cuantía que en el caso de trabajar). El Estado podría financiar y planificar este TG a través de programas concretos, aunque en última instancia podrían ser las organizaciones no gubernamentales, las cooperativas o cualquier otro tipo de organización las que gestionaran las actividades en cuestión debido a que son las que tienen experiencia sobre el terreno. La remuneración del trabajo debería ser fija por número de horas; por ejemplo, 10 euros la hora. De esta forma se establecería un ancla de precios para evitar tensiones inflacionistas. Al mismo tiempo, se lograría que ninguna persona trabajase en el sector privado por menos de 10 euros la hora, ya que de ser así siempre podrían abandonar su trabajo para formar parte del programa de TG.

Una vez presentadas de forma sucinta ambas propuestas, pasamos a enumerar y describir las diferencias más importantes:

1) La RB genera tensiones inflacionistas; el TG no. Por el lado de la oferta la RB busca acabar con los puestos de trabajo de peores condiciones. Puesto que el empleado pasaría a cobrar un ingreso mínimo sin necesidad de trabajar, podría abandonar su puesto si considera que no le merece la pena. El empleador tendría que mejorar las condiciones laborales para que el trabajador no abandonase, pero cabe la posibilidad de que no pueda hacerlo (debido a las exigencias del mercado: aumentar salarios le podría suponer demasiado coste para mantener competitividad sin aumentar precios o para darle suficiente rentabilidad a los accionistas. Si la mejora de condiciones laborales se hace en este contexto, los precios de los productos aumentarían para no ver mermado el margen de beneficio empresarial: habría inflación). Si el empresario no puede mejorar las condiciones (en muchos sectores con total seguridad no podría), ese tipo de trabajo desaparecería: habría menos empleo y por lo tanto menos producción (menos oferta de bienes y servicios).

Al mismo tiempo que eso sucede, la demanda de esos bienes y servicios aumentaría puesto que todos los ciudadanos tendrían ahora más dinero en sus bolsillos gracias a la RB. Este efecto conjunto tendría como resultado un aumento notable de los precios de esos bienes y productos (la ley de la oferta y la demanda manda: si ahora se venden menos productos y a la vez hay más compradores el vendedor aprovechará la situación para subir los precios). Con precios mayores el poder adquisitivo de los ciudadanos que han recibido la RB se evapora: los pobres siguen siendo pobres.

En cambio, con el TG no habría inflación. Por el lado de la oferta no se producirían menos bienes y servicios sino que se producirían más gracias a los nuevos programas de empleo. Además, al ofrecer un salario uniforme y fijo (de 10 euros la hora por ejemplo) impide el empujar de los precios por el lado de los costes salariales. Por otro lado, la demanda aumentaría pero en mucha menor medida que en el anterior caso ya que sólo se verían beneficiadas aquellas personas más necesitadas (quienes quieren trabajar y no se les deja, y otras personas con necesidades económicas), y no todas (ricas y pobres) como ocurre con la RB. Por lo tanto, no habría tensiones inflacionistas porque aunque habría más dinero para comprar éste no sería tan abundante como en el caso de la RB y al mismo tiempo aumentaría la cantidad de bienes y servicios puestos a la venta.

2) La RB depreciaría la moneda si España tuviese moneda propia; con el TG el efecto sería menor. Si el dinero que aparece en los bolsillos de los ciudadanos gracias a la RB se destina en buena medida a comprar productos en el extranjero (y conociendo el tipo de productos que se producen y que no se producen en España ocurriría con seguridad), una moneda propia se devaluaría fuertemente. El efecto sería mucho menor en el caso del TG porque el dinero en los bolsillos de los ciudadanos no sería tan abundante. Eso no ocurriría con una moneda común como el euro, pero vale la pena tenerlo en cuenta a tenor de los importantes movimientos anti-euro.

3) La RB no tiene en cuenta el ciclo económico, el TG sí. La RB es universal y constante: siempre el mismo ingreso y para todos, independientemente de si estamos en una época de boom económico o recesión. En una época de expansión económica inyectar más dinero en los bolsillos de todos los ciudadanos no hará sino calentar todavía más la economía, provocando burbujas e inflación. En cambio, el TG es flexible y contracíclico. En épocas de boom económico aparecerán en el sector privado muchos puestos de trabajo mejor pagados que los ofrecidos por el TG, de forma que muchos trabajadores del TG se trasladarían al sector privado. De esta forma se estaría introduciendo mucho menos dinero “extra” en los bolsillos de los ciudadanos, y por lo tanto no se estaría calentando tanto la economía. En épocas de recesión ocurriría lo contrario: muchos trabajadores despedidos en el sector privado pasarían a trabajar en los programas de TG, logrando que no se enfriase tanto la economía y evitando así la amenaza de la deflación (caída generalizada de los precios).

4) La RB genera menos trabajo digno que el TG y de forma más limitada. Con la RB se confía en la disponibilidad y voluntad del empresario para mejorar las condiciones de trabajo hasta convertirse en empleos dignos (de no hacerlo los trabajadores abandonarían). Muchos empleadores podrían hacerlo pero otros muchos no. El TG se ahorra este problema al crear trabajo digno de forma directa, sin necesidad de contar con los empresarios. Además, con el TG se podría combatir directamente la discriminación de género, racial y de cualquier otro tipo; algo que no se podría controlar con la RB.

5) La RB no crea servicios sociales; el TG sí. Con la RB no hay producción social (que sirva a los más necesitados), no al menos más allá de la que estén dispuestos a realizar voluntariamente los receptores del ingreso fijo. En cambio, el TG crea directamente puestos de trabajo cuyo objetivo es a) mejorar las condiciones de vida de muchas personas que lo necesitan y b) cuidar y respetar el medio ambiente.

6) La RB sólo concede dinero, el TG mucho más. Recibir un ingreso es sólo uno de los muchos motivos que hay para trabajar, y a menudo ni siquiera es el más importante. Sentirse útil para con la sociedad, aprender nuevas habilidades y conocimientos, socializarse, entretenerse, viajar, etc, son otros beneficios que otorga el TG y que la RB no puede ofrecer.

7) La RB no forma ni prepara al ciudadano, el TG sí lo hace. Los conocimientos y habilidades adquiridas por el trabajador del TG lo preparan para encontrar trabajo en el sector privado o para iniciar sus propios proyectos en un futuro.