sábado, 19 de diciembre de 2015

Sobre la renta básica y el trabajo garantizado

Scott Ferguson es doctor en Retórica y Estudios Cinematográficos por la Universidad de California, en Berkeley, y profesor de Cine y Estudios sobre los Nuevos Medios en el Departamento de Humanidades y Estudios Culturales de la Universidad de Florida del Sur.

Frente a algo que afirma este autor, no creo que sea simplemente "un mito liberal" responsabilizar del desempleo a "los caprichos del mercado y la creciente automatización". Desde luego que son responsables, aunque no sean las únicas causas directas.

Pero creo que da en el clavo cuando afirma que "el dinero es la primera y principal de las técnicas del Gobierno para aprovisionarse de trabajo para el sector público", siendo como es “la herramienta de aprovisionamiento del Estado”. El monopolio para crear la moneda y la obligación de emplearla para pagar impuestos pone en marcha la economía, como hemos visto aquí. Por eso la renuncia a ese monopolio desarma al Estado y tiene trágicas consecuencias. Prueba palpable, las cadenas que impone un euro sin control público a las políticas del Estado. Y me he referido a esto más recientemente al hablar del monopolio del dólar para el comercio del petróleo.

Pero un gobierno emisor de moneda no puede quebrar.

Los gobiernos socializan el trabajo y consideran el desempleo como una condición generalizada que convierte el empleo remunerado en una necesidad social básica. Pero a su vez pueden crear dinero de la nada y podrían emplearlo como un instrumento público sin límites para servir a cada persona y al medio ambiente que le rodea. Se entiende así que "tu Gobierno te debe un empleo".

La renta básica incondicional es un derecho mientras no exista garantía en el empleo. Es de un cinismo espectacular decir que fomenta la vagancia cuando existe tantísimo desempleo involuntario. Pero si se garantiza el trabajo a todo el que quiera trabajar el argumento gana peso.

Algo parecido a la renta básica ha sido en algunos países el seguro de desempleo generalizado a que en épocas de bonanza se ha acercado el "estado de bienestar". Aunque haya casos de aprovechamiento del sistema de seguridad social, pienso que la mayoría prefiere trabajar si se le ofrece un trabajo digno y atractivo que siempre conllevará una mejora económica.

El trabajo público garantizado permite dirigir la producción a las necesidades reales, y no, como el empleo privado, a aumentar la ganancia del capital.

Hay que decir alto y claro todo esto para distinguir una renta básica incondicional de la propuesta de trabajo garantizado de Izquierda Unida. Esta referencia llega tarde para influir en el voto para las elecciones que comienzan dentro de un rato, pero no dejéis de considerar un artículo de Eduardo Garzón sobre renta básica y trabajo garantizado. Prometo detenerme en él próximamente.

Desde luego, la renta básica se basa completamente en la iniciativa privada en la economía y se paga con impuestos. El trabajo público garantizado lograría en cambio encauzar la deriva errática del sistema productivo. 

El economista Eduardo Garzón Espinosa

Y sigue el artículo de Scott Ferguson en que observa la escasa distancia que va de la renta básica al estado asistencial:







Traducido para Rebelion por Jorge Amar


Hay un entusiasmo creciente en la izquierda actual sobre la denominada renta básica universal (RBU) o lo que alternativamente se conoce como renta básica garantizada. Bajo este sistema se supone que el Gobierno proveerá a cada persona de una paga regular y lo hará sin requerirle que participe en ninguna forma particular de trabajo social.

La idea, como argumentan Nick Srnicek y Alex Williams en su libro de próxima aparición Inventing the Future: Post-capitalism and a World without Work (Verso, 2015), es crear un nuevo mecanismo de redistribución que “transformará la precariedad”, “reconocerá la labor social”, “facilitará que el poder de clase se organice” y “ampliará el espacio en el cual experimentar cómo nos organizamos las comunidades y las familias”.

Con estas admirables y deliberadamente ambiciosas metas Srnicek y Williams colocan la RBU en el centro de lo que ven como un valiente, sistémico y visionario proyecto crítico: uno que se desplazaría de la crítica a la praxis y reemplazaría una estructura neoliberal en descomposición por un orden más justo y sostenible.

¿Cuál es la meta final de este nuevo orden? El fin del trabajo remunerado y el principio de la era poscapitalista. Como respuesta a la plaga de recuperaciones sin empleo y a la ofensiva de las nuevas técnicas de automatización, Srnicek y Williams concluyen que todas las señales apuntan a una inminente “sociedad postrabajo” y que la “demanda de la socialdemocracia por el pleno empleo debería ser reemplazada por la demanda de pleno desempleo”.

En manos de Srnicek y Williams la renta básica universal asciende de su estatus marginal en los think tanks y las redes sociales a las alturas del rigor intelectual y la sabiduría asociada con la crítica teórica. Teóricos como Steven Shaviro ya han empezado a debatir las posibilidades y límites de la revolución de la RBU de Srnicek y Williams y sin duda continuarán haciéndolo por algún tiempo. Pero antes de sumergirnos en este precipitado futuro de la RBU ofrezco una pocas palabras de cautela que parecerán palos en las ruedas.

Lo que digo aquí es que Inventing the future de Srnicek y Williams yerra en la forma de tratar el problema del desempleo bajo el neoliberalismo y que su formulación confusa genera un deseo por la RBU que no solo es políticamente perverso, sino que además contradice el fin explícito del libro de una transformación sistémica. La RBU puede aportar ayuda para algunos males contemporáneos. Pero sugiero que no cargue con el peso de la transformación total que Srnicek y Williams pretenden.

Argumento que en el núcleo del error analítico de Srnicek y Williams subyace una visión liberal sobre el dinero y el desempleo no percibida. De acuerdo con el imaginario liberal el dinero aparece como una cosa finita que pertenece al volátil dominio de los capitales privados y las finanzas. Entonces, sobre la base de esa imagen convencional del dinero, Srnicek y Williams presuponen otro de los grandes mitos del liberalismo: que el desempleo es el resultado directo de los caprichos del mercado y la creciente automatización.

Para ser justo, la mayoría de los críticos teóricos inmersos en la economía política marxista subordinan la relación del dinero a un todo que denominan “capitalismo” y desde ahí imaginan el desempleo como un efecto necesario de las transformaciones incontroladas de la totalidad. La diferencia es que Srnicek y Williams buscan una transformadora y fresca solución a este problema al parecer incurable. Para ellos la RBU es justo lo que el doctor recomienda. Dejar los mercados del trabajo colapsando detrás mientras miramos hacia adelante, a un mañana completamente automatizado, estos autores conjeturan que la RBU es la mejor solución disponible.

Sin embargo si volvemos la vista a la escuela de pensamiento económico conocido como Teoría Monetaria Moderna (TMM), descubrimos que en realidad no hay nada lógicamente inevitable sobre la visión liberal del dinero y el desempleo en las que Srnicke y Williams basan su análisis y que su llamada por una renta básica universal no solo se desentiende de la naturaleza del dinero y su propósito, sino que también traiciona su deseo de una transformación social completa. Al contrario que en las ortodoxias de la izquierda y de la derecha, los economistas de la TMM muestran que la relación monetaria es irreductible a la producción capitalista y las finanzas privadas. En su lugar sostienen que el dinero es un instrumento público sin límites que puede crearse para servir a cada persona y al medio ambiente que le rodea. Más importante, la TMM insiste en que el dinero es la primera y principal de las técnicas del Gobierno para aprovisionarse de trabajo para el sector público. O como dice el ponente de la TMM Warren Moslerla moneda, el dinero, es la herramienta de aprovisionamiento del Estado”.

Cumplir dicho aprovisionamiento, sin embargo, no es una tarea sencilla. El Gobierno primero debe socializar el trabajo creando desempleo como una condición generalizada y por medio de ello convertir el empleo remunerado en una necesidad social básica. Y lo hace, según explica Mosler, imponiendo y obligando simultáneamente el pago de impuestos en una moneda que solo el Estado suministra. Tal es el propósito primario de los impuestos de acuerdo con la TMM. En lugar de la visión convencional que imagina que los impuestos son el origen de los ingresos del Estado, la TMM muestra que, como emisor de dinero, el Gobierno no necesita ingresos monetarios para poder gastar. En su lugar los impuestos son la herramienta esencial por la cual el gobierno establece una moneda, desemplea a la población y asegura que los trabajadores están disponibles para servir las metas materiales y sociales públicas.

Luego, porque en el origen es el Estado el responsable de generar desempleo en una economía de dinero moderna, la TMM presenta que es la responsabilidad última del Gobierno proveer a cada uno de aquellos que su moneda desemplea una oportunidad de participar en la provisión de la vida pública adecuadamente retribuida y plena de significado.

Desde el punto de vista de la TMM el desempleo no es una consecuencia de los mercados ni de la automatización. Más bien el desempleo resulta del funcionamiento normal del Gobierno creador de moneda. Por esta razón, concluye la Modern Money Network de Raúl Carrillo en The Nation, "tu Gobierno te debe un empleo".

Con esta frase, Carrillo revela la respuesta alternativa a la devastación neoliberal que la concepción no ortodoxa de la TMM sobre el dinero y el empleo muestra a la vista. Las soluciones de la TMM:
1) Implementar un programa público de empleo garantizado (trabajo garantizado) que cubra el coste de la vida, el cual sitúa el nivel mínimo para el trabajo social y asegura el derecho de todos a participar con pleno sentido en dar forma a la totalidad social y del medioambiente y 
2) extender el sector publico vía el trabajo garantizado y otros programas públicos con el objetivo de resolver necesidades urgentes sociales y medioambientales. “La respuesta al problema del desempleo son más empleos”, escribe Randall L. Wray. Y dado que un Gobierno emisor de moneda no puede nunca quebrar, dice Wray, siempre puede asumir contratar a todo aquel que quiera y sea capaz de participar en la construcción de un mundo mejor.
Encarándolo desde esta perspectiva, el problema del desempleo delineado por Srnicek y Williams cambia desde una crisis capitalista que señala el fin del trabajo y que requiere una RBU hacia una crisis de gobernanza y potencialmente un proyecto socialista a gran escala. Ese proyecto reside en poner los medios de producción en manos comunitarias para reevaluar activamente la naturaleza y el significado del trabajo remunerado y en última instancia transformar la totalidad ecológica y social. De hecho, desde ese punto de vista, la contracción del sector privado puede convertirse en la bonanza del interés público. Cuanto más prescindan los mercados y las tecnologías de la automatización del trabajo humano, mejor podrá el Gobierno emplear directamente a más personas para servir fines públicos y medioambientales.

El trabajo garantizado de la TMM, mientras tanto, es más que un remedio dirigido al desempleo y subempleo de hoy día. Se muestra para reconfigurar todas las relaciones sociales por definir de forma activa los términos mínimos de retribución, atención sanitaria, condiciones de trabajo, permisos retribuidos, etc. Empoderando a los privados de derechos involucrará a los trabajadores en dar forma a los valores que dirigen la producción económica y la distribución en su conjunto. Pero sobre todo el trabajo garantizado de la TMM promete convertirse en una institución social fundacional sobre la cual otras puedan demandarse y desarrollarse. Cuidado socializado de niños y ancianos, educación accesible para todas las edades, banca postal de bajo coste, sociedades de tenencia de tierras comunitarias, modernización mantenimiento y sostenibilidad ecológica de edificios, infraestructura pública cultural y artística, esas instituciones pueden ser más fácilmente reclamadas y obtenidas cuando se lanzan desde el lugar del empoderamiento, la solidaridad y la reciprocidad que el trabajo garantizado promete crear. Por estas razones argumento que es el trabajo garantizado de la TMM, más que la renta básica universal, la clave de todos los objetivos políticos.

Al final, encuentro que la llamada de Srnicek y Williams por una sociedad de renta básica universal se parece un poco a las soluciones parciales y localistas sobre las que su libro previene. La RBU sin duda es una mejora sobre el orden neoliberal. Muy bien puede ayudar a transformar la precariedad, reconocer el trabajo social, facilitar que se organice el poder de clase y ampliar el espacio en el cual experimentar cómo nos organizamos las comunidades y las familias, como sugieren Srnicek y Williams. Sin embargo, dado el hecho que la RBU sería una institución descentralizada, no planificada y sin participación activa, temo que encaja fácilmente con las fantasías neoliberales de inmanente autoorganización y que por sí sola es estructuralmente incapaz de llevar a cabo el tipo de amplias y duraderas transformaciones que Srnicke y Williams desean.

Sin un trabajo público garantizado, la Renta Básica Universal es simplemente asistencia social con otro nombre, una solución laissez-faire a la crisis social y ecológica contemporánea. La RBU dice, elige, cuida de ti mismo y deja a los dioses de la autoorganización que se encarguen de la totalidad. El comunitarismo directo es vital en cualquier orden social. Pero el viejo sueño del Gemeinshaft será inadecuado para establecer y mantener la transformación total que tan desesperadamente necesitamos.

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