lunes, 30 de noviembre de 2015

¿En qué sentido es el tiempo una sucesión infinita? (y XXII)

Entre marzo y julio de 2011, incluí en este blog veintiuna entradas con este nombre. La serie quedó inconclusa, como debe ocurrir si se quiere escalar el cielo. Una reflexión de mi compañero de Instituto Juan de Mairena, profesor de gimnasia y retórica, me da la ocasión de volver sobre esta cuestión tan ardua para rematarla de un volapié.

Queda en el aire el juego de palabras que podría llamarse "la irracionalidad de lo real". Razón es relación, tanto en la matemática como en la vida. En el primer caso, la relación entre dos discretos números naturales sería racional. En cuanto a los números reales, si pudiéramos pasar lista a todos para elegir uno al azar, sería infinitamente improbable que lo fuera. 

En la vida también hemos de conformarnos con una racionalidad aproximada. Lo real siempre superará nuestras limitadas capacidades. Es la intuición, antes que la razón, el motor del pensamiento y de la actividad. Pero, como ocurre con los números, no podemos dar un paso por lo real sin recurrir a las aproximadas razones que la simulan.

Aunque no hay que apurarse por lo inabarcable que es lo no abarcable: dejo aquí el pobre Aquiles tratando de calcular el salto que debe dar para llegar a la tortuga, cuando "ya está" sentado en ella.






Juan de Mairena habla a sus alumnos:

Es seguro que Aquiles, el de los pies ligeros, no alcanzaría fácilmente a la tortuga, si sólo se propusiera alcanzarla, sin permitirse el lujo de saltársela a la torera. Enunciado de esta forma, el sofisma eleático es una verdad incontrovertible. El paso con que Aquiles pretende alcanzar, al fin a la tortuga no tiene en nuestra hipótesis mayor longitud  que la del espacio intermedio entre Aquiles y la tortuga. Y como, por rápido que sea este paso, no puede ser instantáneo, sino que Aquiles invertirá en darlo un tiempo determinado, durante el cual la tortuga, por muy lenta que sea su marcha, habrá siempre avanzado algo, es evidente que el de los pies ligeros no alcanzará al perezoso reptil marino y que continuará persiguiéndolo con pasos cada vez más diminutos y, si queréis, más rápidos, pero nunca suficientes, de modo que el sofisma eleático puede enunciarse en la forma más lógica y extravagante: «Aquiles puede adelantar a la tortuga sin el menor esfuerzo; alcanzarla, nunca.» Veamos ahora, señor Martínez, en qué consiste lo sofístico de este razonamiento.

–En suponer, observó Martínez, que Aquiles, al encontrarse en A y la tortuga en B, daría el paso AB y no el paso AC, un poquito mayor, con el cual alcanzaría a la tortuga, sin adelantarla, si calculaba exactamente el tiempo que invierte la tortuga en ir de B a C.

–¿Qué piensa el oyente?

–Que la objeción parece irrefutable. Sin embargo, el cálculo de Aquiles es de una realización también problemática. Porque el paso de la tortuga es un asunto privativo de la tortuga, y no hay razón alguna para que sea de una longitud conocida por Aquiles, antes de realizarse. Si por cansancio o por capricho, la tortuga amengua el paso, Aquiles la adelanta; si lo acelera, no la alcanza. De modo que Aquiles podrá alcanzar a la tortuga por un azar, nada probable; por cálculo, nunca.

–No está mal. las objeciones a este razonamiento nos llevarían muy lejos –observó Mairena, no sabemos si porque tenía algo que objetar demasiado sutil o por conservar su prestigio de profesor–. Vamos ahora a nuestro sofisma del reloj. Una hora bien contada no se acabaría nunca de contar. Si el tiempo es algo relativo a la conciencia o, como dijo Aristóteles, no habría tiempo para contar movimientos –supongamos aquí los vaivenes de un péndulo–, y éstos pueden ser de una frecuencia, teóricamente al menos, infinita, es evidente que no acabaríamos nunca de contarlos, y la hora, o el minuto, o la millonésima de segundo que los contiene sería algo muy parecido a la eternidad.

–Pero la hora –observó Martínez– será siempre una hora: el tiempo que tarda el minutero en recorrer la totalidad de la esfera de nuestros relojes, que es el mismo que invierte el segundero en recorrer la suya sesenta veces, y el mismo que invertiría...

–Conforme, señor Martínez. Pero vamos a lo que íbamos. Nuestro sofisma puede serlo en el peor sentido de la palabra. Mas lo que yo pretendo poner de resalto es el carácter interesado, tendencioso, de este sofisma en cuanto va implícito, a mi juicio, en la invención y en el uso de nuestros relojes. Convencido el hombre de la brevedad de sus días, piensa que podría alargarlos por la vía infinitesimal, y que la infinita divisibilidad del espacio, aplicada al tiempo, abriría una brecha por donde vislumbrar la eternidad.

viernes, 27 de noviembre de 2015

Simetría en el cine

Javier Meléndez Martín ha publicado en www.yorokobu.es un artículo titulado Keaton, Kubrick y Anderson: la simetría en el cine.

Lo ilustra con fotogramas y algunos vídeos demostrativos. Su lectura y visionado me anima a hacer algunos comentarios adicionales.

Simetría es equilibrio. Balanza en que lo izquierdo pesa tanto como lo derecho. Sugiere estabilidad, pero también hay un equilibrio inestable, firmeza aparente y casi siempre momentánea. Un término del par dialéctico evoca al opuesto que lo amenaza. El cine es dinamismo puro (aunque "cuadros" se dijo engañosamente en español y "pictures" todavía en inglés), y el cambio de las imágenes es su razón de ser. Por eso la estabilidad está siempre amenazada.

La simetría exige un centro. O un eje. Raro es que se plantee un eje horizontal. Se me ocurre el horizonte en que el mar es espejo del cielo. Poco más. En todo caso el peso de la mitad superior aplasta cualquier equilibrio en nuestra percepción. En el cine es apenas el instante en que un velero diminuto, allá abajo, rompe la simetría para revelar su abandono en la inmensidad.

Centro y eje centran la atención. Lo que ocupa ese lugar da pistas de una intención por parte del emisor del mensaje; así es percibido consciente o inconscientemente por el receptor. Puede reforzarse la centralidad mediante líneas de tensión que atraviesen esa zona privilegiada, algo que tienen muy presente los pintores. Y los directores de cine. También es importante prestar atención a lo que conforma esas líneas. Si son personas, ¿qué las relaciona en la trama y en la escena?

El ojo de la cámara es perspectivo. A poca profundidad de campo que tenga el encuadre la perspectiva aparece. La simetría requiere una perspectiva frontal, y eso añade nuevas posibilidades cinematográficas.

Esa frontalidad enfrenta al espectador con algo que debe afrontar. Un camino que lleva al objeto destacado, una vía para el escape, la reunión o el conflicto, un cara a cara. Si algo se opone a la fuga (¿y por qué hablamos de punto de fuga?) habrá que detenerse o luchar.

Lo más interesante del punto de fuga es que su infinita distancia es negada por su presencia inmediata. Fin de trayecto.

Todo esto es apenas un elemento de la gran dialéctica cinematográfica, Acción y reposo, cerca o lejos, luz y sombra, paz y violencia, dosificados sabiamente. Secuencias largas y breves fogonazos. Corte y fundido. Y siempre con una razón para ello.

Este es uno de los vídeos elegidos por este sagaz Javier Meléndez

Una tesis geométrica. Introducción

¿Cómo trocear el espacio? era la pregunta que comenzaba esta serie. Aunque el espacio se trocea y se patea continua y arbitrariamente en cada actividad humana, nuestra mente, incapaz de percibir sin analizar y organizar, buscará siempre la simplicidad y el orden. Por eso la pregunta a lo mejor debió ser ¿cómo ordenaremos el continuo espacial?

Los Esquemas sinópticos de la segunda entrada incluían enlaces a la tesis en que fui plasmando mi obstinada búsqueda de ese orden. Ahora me propongo ir desmenuzando aquel tocho, dejando a vuestra reflexión lo que ocupó una parte (sólo una parte) de mis intereses.

Y empiezo republicando (me gusta la palabra) la Introducción publicada, luego de abrumaros con aquella otra que no había visto la luz en veinticinco años (una anécdota y ocho imágenes dejo ahora para animaros a indagar).



El origen de este largo camino estuvo seguramente en un examen de dibujo del quinto curso del antiguo bachillerato. Con una visión tradicional y estrecha la materia se dividía en "dibujo técnico" y "dibujo artístico". Como alumno de "ciencias" tuve que optar por la primera parte. Planteó el profesor un problema que resolví con una feliz intuición: la intersección más regular de dos tetraedros regulares.

La figura resultante ocupa el centro de la imagen que sigue. Sobre el núcleo octaédrico, agregar puntas piramidales (tetraedros regulares) produce una figura estrellada de ocho vértices, que podrían introducirse en una caja cúbica, compartiendo sus vértices. Es en el espacio tridimensional correlato de lo que en el plano es la estrella de David, que puede inscribirse en un hexágono.

Si añadimos al octaedro sólo dos puntas opuestas, obtendremos, de cuatro formas posibles, un romboedro, hexaedro rómbico, que es lo que se obtendría al estirar un cubo desde dos vértices opuestos. Son las figuras que rodean la imagen central:


El romboedro como "cubo estirado":


¿Por dónde cortar?



Dos formas de hacerlo:



Más trocitos:



¡Explosión!



Un reagrupamiento:


Otro:



Que lo paséis bien.


sábado, 21 de noviembre de 2015

Decrecimiento feliz

Si ha de haber decrecimiento (sí o sí), mejor es que sea feliz. No es precisamente lo que estamos viviendo. A la inercia física se agrega la inercia mental. Por eso es necesario un enjuague que elimine hábitos que no han de ser posibles, comportamientos que tienen que desaparecer. Habrá que empezar enjuagándose el espíritu.

Mejor que no sea con la conocida y amarga receta de ajo, agua y resina.








Julio García Camarero


Ante el inminente colapso político-económico, (con claras manifestaciones como lo son los casos de Grecia, Siria, Ucrania, Yemen, Libia, Palestina…; las políticas de austeridad del FMI y el neoliberalismo global). Colapso que se encuentra directamente relacionado con el colapso ecológico y social (agotamiento de los últimos recursos planetarios, cambio climático, desertificación, inmigraciones masivas de seres humanos debidas a adversidades medio-ambientales, refugiados que huyen de lo que se puede empezar a llamar la tercera guerra mundial, etc.), el poder global, representado principalmente por el neoliberalismo y el Imperio USA, sigue manteniéndose en su quimera de una postura crecentista-productivista-consumista (muchas veces confundidas con un “progreso” que es falso y quimérico).

El ya desgastado Imperio USA (con el apoyo de los países de la OTAN) trata de superar su decadencia a partir de potenciar su manía de la hegemonía de forma violenta y militar (como le sucedió en su día al Conde Duque de Olivares) aumentando cada vez más sus desorbitado gasto y acciones militares.

Estos actores son incapaces de salir del dogma del crecimiento y del desarrollo neoliberal basado en el constante aumento del consumismo-productivismo para superar el austericidio, “dicen”. 

Y todo ello, sin pararse a pensar que no se puede crecer de forma constante e ilimitada a partir de unos recursos planetarios completamente limitados y con el agravante de este boom demográfico humano. Además se preocupan más por los recursos energéticos que por los recursos materiales cuando los primeros son ilimitados y los segundos no.

Y sucede que las fuerzas económicas y políticas se mantienen rabiosamente irresponsables y defienden el negacionismo de las dimensiones ecológicas y alertas aportadas por los mejores datos científicos. Véase, por ejemplo, el Quinto Informe del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climatico (que se presentará a primeros de diciembre 2015 en la cumbre de Paris) elaborado por 3.000 científicos de 120 países y una serie de organismos de primer orden como por ejemplo la NASA.

En lo que respecta a España, los principales actores (fuerzas económicas y políticas) son incapaces de salir del dogma del crecimiento y del desarrollo neoliberal y las propuestas políticas de los principales partidos se mantienen en el consenso productivista.

A todo este caos, basado en el crecimiento de una oligarquía cada vez mas reducida gracias al aumento de la austeridad de la inmensa mayoría, se le puede llamar decrecimiento infeliz. Y resulta que ante esta posición de ceguera generalizada existe la evidencia de que, queramos o no queramos, el 99% vamos a decrecer (o ya estamos decreciendo) dado el avanzado estado de esquilmación de recursos y de boom demográfico humano.

Ante esta tesitura y posición de ceguera del sistema

MANIFIESTO:

Que es URGENTE iniciar un movimiento de transición desde el decrecimiento infeliz a un decrecimiento feliz que se obtenga a partir de las siguientes 20 acciones de transición, descritos en este DOBLE-DECÁLOGO transicionero, hacia el decrecimiento feliz:
  1. La 1ª transición será: desde lo material y crematístico a lo humano.
  2. Desde el consumismo al consumo responsable.
  3. Desde la innovación para fines cortoplacistas como la obsolescencia programada a las cuatro erres (reducir, reutilizar, reciclar, y restaurar ecosistemas en degradación).
  4. Desde el productivismo global a la producción local.
  5. Desde el antropocentrismo exclusivo al ecocentrismo en el que se incluya lo humano como parte de la biosfera.
  6. Desde la competitividad… a la cooperación.
  7. Desde el individualismo autista… al apoyo mutuo.
  8. Desde el egoísmo monetarista… a los bienes relacionales.
  9. Desde el estado de bien estar… al bien vivir.
  10. Desde la mega-ciudad parasita… a la agroecología.
  11. Desde el monopolio… al polipolio.
  12. Desde el monocultivo… al policultivo.
  13. Desde el pensamiento único… a la diversidad cultural, lingüística y la biodiversidad.
  14. Desde la nefasta revolución verde, la biopiratería y el damping… a la soberanía alimentaria.
  15. Desde el extractivismo, rapaz, usurpador y cleptómano… al cuidado y respeto de la pacha mama.
  16. Desde el despilfarro esquilmador… a la sencillez voluntaria.
  17. Desde la manía de la hegemonía… a la convivencia biosferica.
  18. Desde el machismo patriarcal… a una sociedad donde la relación hombre mujer sea totalmente horizontal.
  19. Desde la meditación divina… a la reflexión humana y naturista.
  20. Desde las guerras militares y económicas… a la paz entre todas las personas y animales.

En una palabra es necesaria y urgente una transición desde el decrecimiento infeliz al decrecimiento feliz.


viernes, 20 de noviembre de 2015

Enanos y gigantes

El filósofo y matemático David Schweickart, profesor de la Loyola University de Chicago, es uno de los más importantes defensores del modelo de la democracia económica.

La editorial Sal Terrae editó en 1997 su libro Más allá del capitalismo, traducción del publicado en 1993 por Cambridge University Press. El libro electrónico puede leerse casi completo en esta dirección

Los datos que utiliza son, como puede comprobarse, de hace veinticinco o más años. La Torre Sears de Chicago era entonces el edificio más alto, y Amancio Ortega aún no era el hombre más rico. Ahora mismo, cuando el 1% de los humanos acapara más del 50 % de la riqueza, la desigualdad que se ilustra en este cuento sería todavía mayor.

De las páginas 285 a 287 de la edición española está tomada esta cita.




Paul Krugman, economista del Massachusetts Institute of Technology, observa lo siguiente:
«El principal motivo de la elevación del nivel de vida para el 10% más rico de los norteamericanos en la década de los ochenta fue la creciente desigualdad en la distribución de la renta, más que el crecimiento de la productividad. Y la de los ochenta fue la primera década, desde los años treinta, en que un gran número de norteamericanos experimentó, de hecho, un importante descenso de su nivel de vida».
¿Hasta qué punto es desigual esta desigualdad? Todos los que han estudiado las cifras han llegado a la conclusión de que la desigualdad es bastante pronunciada, pero que es difícil comprender, basándose únicamente en los números, hasta qué punto lo ha sido. Salvo que se tenga una rara facilidad para las estadísticas y una cierta inventiva, es difícil comprender sus dimensiones.

Tal vez el mejor mecanismo sea el introducido hace años por el economista neoclásico holandés Jan Pen para describir la distribución de la renta en Inglaterra. Permítaseme adaptar su planteamiento a los Estados Unidos de hoy. Empezaremos contando un cuento al que, como pronto se verá, podemos titular de la misma manera que él «Un desfile de enanos (y unos cuantos gigantes)».

Imaginemos que cada uno de los 93 millones de hogares de los Estados Unidos es representado por uno de sus miembros, cuya estatura es proporcional a la renta del hogar respectivo. Imaginemos un desfile, que ha de durar exactamente una hora, encabezado por las personas más bajas (las más pobres) y cerrado por las personas más altas (las más ricas). Supongamos que usted mide 1,80 m. (que tomaremos como estatura media) y que observa el desfile en el mismo plano que los que desfilan. Su estatura de 1,80 m. representa una renta anual poco inferior a 50.000 dólares (de 1989).

El desfile de una hora lo inician personas muy bajas, y la estatura de los que desfilan va incrementándose progresivamente. Al cabo de ocho minutos, la persona que pasa delante de usted mide unos 45 cm. Esa persona (muy probablemente mujer y blanca), no le llega a usted aún a la altura de su rodilla, pero sí ha llegado al umbral de la pobreza (12.675 dólares de 1989). Detrás de ella vienen los representantes de un sector de hogares del país en los que viven unos 31,5 millones de personas (el 12,8% de la población).

El desfile continúa, y la estatura de los que desfilan va incrementándose muy poco a poco. Usted empieza a aburrirse y se distrae... Al cabo de media hora, mira usted de nuevo, esperando quizá que pase por delante de usted alguien de su misma altura, pero, para su sorpresa, comprueba que el desfile sigue siendo de enanos. La persona que pasa en el minuto treinta mide sólo 1,12 m. (la mediana de las rentas por hogar en 1989 fue de 28.900 dólares). Tendrá usted que esperar a que hayan pasado casi tres cuartas partes del desfile para que llegue alguien de estatura media (1,80 m.). Sólo entonces habrá alcanzado la renta el nivel de 50.000 dolares.

Después de cuarenta y cinco minutos, empieza a pasar gente más alta con mayor rapidez, aunque al principio el cambio no es muy llamativo. A los cincuenta y cinco minutos, los que miden ya 2,74 m. (=75.000 dólares: la renta de un hogar de una pareja de profesores titulares de humanidades, por ejemplo). Dos minutos y medio después, la estatura de los que pasan ha crecido 91 cm. más, es decir, 3,60 m., que representan una renta de 100.000 dólares.

De pronto, las cifras empiezan a dispararse: un minuto más tarde, cuando sólo quedan noventa segundos de desfile, pasa el presidente de los Estados Unidos, que mide 7,31 m. Y luego, en los segundos finales, las cifras crecen a un ritmo vertiginoso. Pasan los que ganan un millón de dólares 36,5 m. (cinco veces más que la estatura del presidente); a continuación, los presidentes de grandes empresas, que, según el Business Week, están en el intervalo de 5-20 millones de dólares. El presidente de la International Telephone and Telegraph (ITT), por ejemplo, con 11 millones de dólares, pasa con sus 402 m., es decir, varios pisos más que la Torre Sears (que, como sabe todo el mundo en Chicago, es el edificio más alto del mundo).

Pero incluso estos gigantes son pequeños en comparación con los colosos que pasan fugazmente durante los últimos microsegundos del desfile. Los investigadores de Fortune descubrieron sesenta patrimonios de más de mil millones de dólares en los Estados Unidos en el año 1990. Si les atribuimos un modesto 5% de ingresos en relación con su riqueza, ello representa una renta anual de 50 millones de dólares (y una estatura de más de 1.600 metros). Hasta hace poco, la última persona del desfile habría sido Sam Walton (el dueño de Wal-Mart), cuya fortuna familiar se estimaba en 21.000 millones de dólares. Su estatura se habría elevado hasta la altura de 38.600 metros, es decir, más de cuatro veces la altura del Everest.

Esa es la distribución de la renta en los Estados Unidos. Y como sabe todo el que estudia estos temas, la distribución de la riqueza (es decir, los activos netos, en contraposición a la renta anual)es aún más desigual.No voy a intentar describirla por medio de otro cuento, que tendría la misma estructura general, pero con unos enanos muchísimo más pequeños y unos gigantes muchísimo más grandes.

martes, 17 de noviembre de 2015

De aquellos polvos, estos lodos (II)

La primera parte de este artículo la reproduje y comenté aquí. De nuevo la ilustro con un episodio de la Isla de los Juegos de Pinocho. Porque, como en el cuento, fue fácil la entrada y es muy difícil la salida.

Los gobiernos del PSOE iniciaron el proceso, con el beneplácito general. Aquello nos condujo a esto. Se desmanteló la incipiente industria y se nos convirtió en un país de servicios... domésticos: turismo y hostelería. El PSOE allanó el camino que con entusiasmo continuarían los gobiernos del PP.

"España va bien" clamaba José María Aznar. Como en la dinámica de los procesos siempre hay un retraso entre causas y efectos, piensan muchos que aquellas políticas eran buenas y que las malas han sido posteriores. Pero alguien había previsto y planeado el proceso: los estrategas alemanes lo habían planificado a largo plazo, tras la experiencia piloto del desmantelamiento de la RDA.

Quo, quo scelesti ruitis?


–¡Vamos, súbete al carro!



























O cómo aquel fascinante suceso iba a determinar realmente nuestras vidas y no a mejor (y II)



Rebelión



En un artículo anterior (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=204755) nos propusimos apoyar la tesis (poco difundida) de que la reunificación alemana (o “anexión” de la República Democrática Alemana en 1990) acabaría por ser un hecho determinante en la evolución política y económica posterior de Europa, con consecuencias que se dejarían sentir de una manera “privilegiada” en los países del sur, entre los que se encuentra el nuestro, en un proceso larvado que llega hasta nuestros días. Jóvenes que apenas eran parvulitos cuando ocurrió la reunificación alemana buscan hoy una salida laboral a través del aeropuerto, quizá en la misma Alemania, y... ¿quién diría que un fenómeno y el otro pudieran estar ciertamente relacionados?

Lo que escribimos anteriormente se apoyaba casi en exclusiva sobre el trabajo realizado por Vladimiro Giacché acerca del proceso al que no sin rigor se refiere como “anexión”. Podemos retomarlo como punto de partida para la siguiente exposición, en tanto que en la misma obra se avanza una tesis sobre las consecuencias para el proceso de construcción europea al que merece la pena prestarle atención. Luego, en lugar de en Italia, intentaremos centrarnos en la realidad específica española.

Decíamos que había una doble relación, causal y de semejanza, dos aspectos que sólo pueden ser separados con una finalidad analítica. En cuanto a lo primero, el aspecto fundamental es el de la reconquista, por parte de Alemania, de la centralidad geopolítica (y geoeconómica) perdida por Alemania, en el continente europeo, en 1945, una reconquista que alteró profundamente los equilibrios en Europa. Hablar del “antes de 1945” es, por otra parte, curiosamente pertinente, además, si se atiende a otro trabajo traducido por Konkreto para Jaén Ciudad Habitable, “Nacional-socialismo y Nuevo Orden Europeo (http://jaenciudadhabitable.org/nacional-socialismo-y-nuevo-orden-europeo/), en el que otro italiano, Paolo Fonzi, estudia las elaboraciones de las teorías económicas nazis, en cuanto a la planificación de un “gran espacio económico” para la Europa de posguerra, un área de intercambio para la organización de economías formalmente independiente en función de las necesidades alemanas y que garantizara su hegemonía. Para nosotros no se trata, por supuesto, de sostener ideas de las que se expresan en caracterizaciones de frau Merkel brazo en alto y con un bigotito recortado, ni de que la actual UE sea la plasmación de un sueño nacionalsocialista que, por otra parte, estaba muy lejos de tener una única concreción posible. Se trata simplemente de poner de relieve la escasa juventud de un impulso hegemónico alemán cuya liberación de ataduras se ve enormemente facilitada con el desmantelamiento de la RDA en 1990, cuyas consecuencias expusimos someramente en el anterior artículo.

En cuanto al carácter de semejanza, hay una doble enseñanza fundamental que el investigador italiano extrae del proceso estudiado, algo que ayuda a atisbar una analogía: una economía estructuralmente dependiente en términos de balanza comercial necesita estructuralmente de transferencias, las cuales, por sí mismas, no pueden resolver los problemas estructurales del sistema industrial. En el caso alemán, las transferencias lo eran entre sectores del Estado con recursos provenientes del presupuesto público (para financiar, como vimos, la capacidad adquisitiva de los productos del Oeste); en el de los países europeos deficitarios, en vísperas de la crisis actual, a través de créditos bancarios (como veremos más adelante). Y todo ello con la desindustrialización como base de un orden de dependencia que consigue en la evolución de la balanza de pagos una de sus más gráficas representaciones.

La unión monetaria europea y la crisis del euro

Habitualmente se hace referencia a la actual, a pesar de la repetida cantinela de la "recuperación", situación de crisis de la economía española, y de los países periféricos de la Unión Europea en general, como consecuencia de la crisis financiera mundial que, surgiendo a partir de la crisis de las hipotecas subprime en EEUU, se extendió a Europa y al conjunto de la economía mundial. Desde posiciones críticas, no obstante, se alude a la particularidad de esta crisis en la zona euro, al añadírsele la crisis específica del euro y de la Unión Económica y Monetaria europea (UEM), debido a la propia estructura y características de la moneda única. Así es como, cuando hablamos de la crisis, y parafraseando a un genio político español, nos tenemos que preguntar: “¿y la europea?”

La decisión política de la creación del euro implicaba, desde un punto de vista económico, una serie de inconvenientes de difícil resolución y consecuencias nada beneficiosas (las dificultades de una unión monetaria que ni tenía en cuenta las grandes diferencias en las estructuras económicas de los países que la componían y sin la unión política de los países que participasen en la misma, etc.) que tuvieron un escaso eco dentro de la irracional y generalizada alabanza a la esperada prosperidad económica y al refuerzo de los valores europeos más preciados que suponía la implantación del euro.

En medio de esa espiral propagandística, unas pocas voces advirtieron de las consecuencias de tendría la aceptación, por imposición fundamentalmente de Alemania, de una separación entre la política fiscal y la moneda soberana, separación determinada por un Banco Central Europeo (BCE) que se había configurado como reflejo del Bundesbank. El hecho de que los Estados europeos se convirtieran en usuarios de la moneda sin ser los emisores de la misma, a la manera de la Alemania del Este tras la "Anexión", ha conducido a la dependencia de los estados de la zona euro respecto del BCE y de los mercados financieros privados para financiar los déficits y la deuda públicos de estos países, especialmente de los periféricos. ¿En qué sentido? Ante una situación de recesión económica en los países periféricos, se producirá un círculo vicioso que conocemos bien y que tiene difícil salida: habrá un déficit público y una deuda pública cada vez mayor, por lo que deberán buscar financiación a través del BCE y los mercados financieros, lo que aumentará los tipos de interés y las primas de riesgo, y esto significará, a su vez, más déficit público y más deuda pública.

Siguiendo el modelo impuesto a la RDA, la aceptación de una moneda demasiado fuerte, como lo fue el euro para los países periféricos a partir de 1999, dio lugar a los déficits de la balanza por cuenta corriente y a los correspondientes préstamos del exterior para financiarlos. Estos déficits estructurales de los países periféricos fueron financiados por los países centrales que tenían excedentes, especialmente Alemania, que gracias al tipo de cambio fijo que significa la existencia del euro podía tener un mercado, el de los países europeos, para vender allí la mayor parte de sus productos. ¿Nos suena de algo?

Por su parte, las sucesivas reformas laborales en Alemania (reformas Hartz), fruto de gobiernos socialdemócratas, con la correspondiente disminución de los salarios reales y los costes laborales unitarios, permitió un menor aumento de los precios relativos y un tipo de cambio real favorable con respecto a los países periféricos, a costa, eso sí, de precarizar hasta el extremo la vida de millones de alemanes, víctimas también de la política neomercantilista de su Estado, dicho sea a modo de un reconocimiento que nos evite acusaciones de una germanofobia que no puede estar más lejos de lo que está de nuestras motivaciones.

Mientras esto ocurría, los países periféricos aumentaron su déficit externo y la deuda externa, que fueron financiados por préstamos fáciles y a buen precio que venían de los países centrales. Sin embargo, este aumento de déficit hizo aumentar posteriormente, también, los tipos de interés y las primas de riesgo de la deuda de los países periféricos. Finalmente, en un sistema de tipos de cambio fijos como el euro, los ajustes se acabaron produciendo donde siempre, en el mercado de trabajo, aumentando el desempleo: la "devaluación interna" que hemos venido sufriendo en los últimos años a través de recortes y reformas laborales.

La aparición del euro, y su tipo de cambio fijo, se vino a sumar a la desregulación y liberalización financiera que impera desde los años 80, provocando que los países de la zona euro no fueran capaces de controlar la moneda en la que pedían prestado, especialmente por parte del sector privado. En los países periféricos, la deuda externa privada se vio incrementada con la llegada de flujos de capital extranjero que aumentaron la liquidez interna y el crédito al sector privado. Así se empezó a inflar una burbuja que en ese momento solo dejaba ver las luces brillantes de "los beneficios del euro", ya que se redujeron los tipos de interés, aumentó el PIB y el empleo y mejoró el saldo fiscal. Las consecuencias sólo se apreciaron más tarde, cuando esta situación se hizo insostenible, hubo una disminución de los flujos de capital hacia los países periféricos, las burbujas estallaron y la deuda privada se convirtió en deuda pública, debido a la fuerte disminución de los ingresos públicos y a la gran cantidad de recursos dedicados a rescatar instituciones financieras.

La integración europea de España y las consecuencias sobre su economía

Haciendo un repaso de la evolución del sistema productivo español se puede observar el papel jugado por la integración europea. A partir de la década de los sesenta se inició un proceso de modernización de la economía española que supuso la disminución del peso de la agricultura, una incipiente industrialización (basada en un modelo orientado a la demanda interna, en el que las exportaciones eran residuales) y la urbanización del país. Este proceso de industrialización no fue equilibrado, ni sectorial ni territorialmente, resultando un modelo industrial frágil que no fue capaz de arraigarse ni consolidarse plenamente. En 1970 se produjo la firma de un acuerdo preferencial con la CEE, que permitía acceder a los mercados europeos mientras se mantenía un elevado nivel de protección sobre el mercado interior, lo que posibilitó un aumento de las exportaciones y la reducción significativa de los déficits comerciales. Pero el lado negativo del acuerdo fue el acentuado proceso de reconversión industrial de finales de los setenta y principios de los ochenta, que llevó al desmantelamiento de algunos sectores que habían sido la punta de lanza del desarrollo industrial de los años sesenta, como la minería, la siderurgia o la construcción naval. Entre 1975 y 1985, con la reconversión industrial, se destruyó casi un millón de empleos en un proceso que, como en el caso alemán, tuvo en la socialdemocracia (PSOE) al alumno más aventajado y que se justificó por la voluntad de “prepararse para entrar en la CEE o Mercado Común”.

El gran perjudicado por el proceso de adhesión fue el sector industrial. La eliminación de trabas a las importaciones, que era un requisito ineludible de la integración, en un período relativamente corto de tiempo, implicaba exponer a la atrasada, ineficiente y frágil industria española a la competencia de la dinámica y fuerte industria europea (con Alemania y Francia a la cabeza). El resultado fue pasar de un superávit comercial del 1,4% del PIB en 1985 a un déficit del 11,2% PIB en 1989 [1], debido al crecimiento exponencial de las importaciones. Obviamente, esto supuso el cierre de numerosas pequeñas y medianas empresas, que no fueron capaces de competir con los productos europeos de mayor calidad, y la consiguiente destrucción de empleo. El déficit comercial y las elevadas tasas de desempleo pasaron a convertirse en elementos estructurales de la periférica economía española.

En 1986, el Acta Única supuso un nuevo paso liberalizador en el proceso de integración (mercado único con libre movimiento de mercancías, capitales y personas) y en el de armonización de las políticas económicas de los países miembros. Ambos aspectos contribuyeron a acentuar las debilidades del modelo productivo español. La política industrial, ya muy escasa en el período anterior, prácticamente se abandonó, mermada por la ideología neoliberal incorporada en las limitaciones que imponían las directivas europea, configurando un modelo productivo basado en los bajos costes salariales, niveles tecnológicos medio-bajos y mano de obra poco cualificada. A partir de 1993 se produjo una fuerte recesión (300.000 empresas cerradas, una tasa de desempleo cercana al 25%, y serias dificultades para frenar el crecimiento del déficit comercial español) que sólo remitió gracias a las cuatro devaluaciones consecutivas de la peseta por un total del 25% entre 1992 y 1995 [2].

El año 1999 supuso el establecimiento no tan solo de una mayor integración económica sino también monetaria, lo que llevaría a la creación de la eurozona. En esta etapa se acentuó el proceso de desindustrialización que se había iniciado con la integración y se exacerbaron los desequilibrios económicos.

La producción industrial en España, tomando como nivel de referencia el que tenía antes del estallido de la crisis, ha caído a niveles aterradores. El Índice de Producción Industrial (IPI) sin energía pasó de 106,2 en 2007 a 74,6 en el primer trimestre del 2013. Para encontrar un nivel similar, nos tenemos que remontar al primer semestre de 1994, cuando el IPI era de 76.9 [3]. Las producciones de bienes de consumo duradero y de bienes intermedios son los que presentan unas mayores caídas. Estos datos parecen indicar que prácticamente nos hemos quedado sin producción de línea blanca y de electrodomésticos (bienes de consumo duraderos) y que la industria está estancada, pues la producción de bienes intermedios se ha reducido prácticamente a la mitad. La competencia no sólo se centraba en los sectores más tradicionales, sino también en sectores de tecnología intermedia en los que el Estado español estaba bien posicionad (como el automóvil). Este es un factor clave en el proceso de desindustrialización y degradación de las cuentas externas de nuestra economía.

Si se mide cuánto significaba el valor añadido de la producción industrial en el PIB antes de la crisis y se compara con la situación actual, se observa que ha disminuido casi un 15%  [4]. A modo de comparación, entre 1989 y 1993, la caída del peso del sector industrial en el PIB en los Países de Este en los años posteriores a la caída del Muro fue similar, a excepción, claro, del caso de la RDA que, como hemos visto anteriormente, no tiene parangón.

Mientras la especialización productiva basada en productos de bajo valor añadido se encontraba con crecientes dificultades en los países de la periferia Sur, los países centrales de la UE, como Alemania, los Países Bajos y los países nórdicos, experimentaban un proceso inverso: su especialización industrial en altas tecnologías, su privilegiada situación en el espacio europeo y su política económica de austeridad les conducía a ser altamente competitivos.

Antes del euro, esta diferencia entre exportaciones e importaciones se podía compensar a través de devaluaciones monetarias, como de hecho se hizo en numerosas ocasiones. Pero desde el año 1999 la ausencia de esta posibilidad convirtió el desequilibrio comercial de una economía comparativamente débil y retrasada como la española en un problema de difícil solución.

Además, mientras la burbuja inmobiliaria y financiera estaban en su máximo esplendor, la financiación del déficit se afrontaba sin problemas a través de la financiación exterior. En efecto, ante esos déficit crecientes la única posibilidad de una economía dependiente como la española era el aumento del endeudamiento exterior. Ante esta problemática, la única solución contemplada por la ortodoxia neoliberal, toda vez que la salida del euro es una cuestión que ni siquiera puede ser planteada ante la todopoderosa Alemania, al ser su herramienta de dominación, es el ajuste interno, posibilitando una depresión económica que disminuya el déficit exterior.

Al mismo tiempo, es necesario aumentar la competitividad de los productos españoles del único modo posible dentro del euro: disminuyendo los costes de producción, es decir, los salarios de los trabajadores. Teniendo en cuenta el tamaño del déficit comercial español, esta reducción no puede ser más que desproporcionada en los términos en los que realmente lo está siendo: en los últimos 8 años, la disminución ha sido cercana al 15% y el proceso sigue aún en marcha.

El problema es que, una vez empobrecido y precarizado el conjunto de la clase trabajadora, se deja sin solución la deuda externa acumulada. ¿Cuál es la “audaz” solución (presentada además como la única posible)? Ni más ni menos que mantener el empobrecimiento social a través de la parte indirecta de los salarios, es decir, todo el sistema de prestaciones públicas, con la educación y la sanidad en primer lugar.

Llegamos así a la situación actual de un país dependiente, intervenido y en proceso de absorción de todos sus recursos económicos para satisfacer las necesidades de los países centroeuropeos, especialmente Alemania. Antes la RDA; ahora España y el resto de países periféricos europeos. Mención aparte merecería el caso de Grecia, con el papel reforzado que, después de la firma del tercer memorándum el pasado agosto, ha adquirido el Fondo de Desarrollo de Activos de la República Helena, el fondo de privatizaciones tasado en 50.000 millones de euros que, a semejanza de la Treuhand (mencionada en nuestro anterior artículo) está llamado a ser el mecanismo para la venta a plazos del vecino país mediterráneo (aeropuertos, autoridades portuarias, acciones en empresas de suministro de gas o de agua, etc.). El fondo funciona desde 2011 (si bien ahora ha asumido una importancia renovada) y llama la atención el hecho de que entre las ventas realizadas figuren algunas como la de la compañía estatal de telecomunicaciones o catorce aeropuertos cuyos compradores, respectivamente, son (¿sorpresa?) Deutsche Telekom y Fraport (empresa ubicada en Fráncfort del Meno). No es de extrañar que el término “colonización” aparezca también, de vez en cuando, para referirse al tipo de relaciones establecidas entre centro y periferia de la Unión Europea.

A cuento de todo esto, conviene recordar que nuestro país tampoco es ajeno a la dinámica mencionada de rapiña sobre los restos que aún no han sido sacrificados. De ninguna otra manera se puede entender, por ejemplo, la venta, por parte de la Junta de Andalucía, de setenta inmuebles por valor de 300 millones de euros al fondo de inversión norteamericano WP Carey en 2014, esto es, en la última fase del gobierno de PSOE e IU en Andalucía. Se trataba de locales, todos ellos situados en zonas céntricas de las capitales andaluzas, que podrían seguir siendo usados por la Junta a cambio del pago de 23,6 millones de euros en concepto de alquiler. Sin duda, un negocio redondo para el fondo de inversión. A cambio, la Junta de Andalucía, sometida a la Ley de Estabilidad Presupuestaria, impuesta por Bruselas, podría obtener liquidez inmediata. Este es el “espíritu” que alimenta también, ayudando a entenderla, la “Ley de Racionalización y Sostenibilidad de la Administración Local”, aprobada por el gobierno en 2013 a la medida del apetito privado por los recursos y servicios públicos municipales.

¿Conclusión?

Aunque esa recuperación tan cacareada alcanzara de verdad a la economía española, quedarían por resolver los problemas estructurales de un país que ha sufrido la transformación productiva acorde al papel asignado en el diseño del sistema euro: paro estructural, desindustrialización, falta de competitividad comercial, etc. Es por ello que la recuperación solo podría llegar, dentro del euro y la dictadura del BCE, a través de una nueva burbuja que aumentara la financiación externa y el endeudamiento generalizado (el eterno retorno de nuestra realidad económica). Otro tipo de “recuperación” posible, que sería más bien una “re-creación” (dado que de lo que se trataría es, en buena parte, de desandar un camino andado a lo largo de los últimos treinta años en forma de reformas laborales, privatizaciones y cesión de soberanía y de plantear un modelo de desarrollo propio), implica, aquí y ahora, plantearse muy en serio sus límites en un marco como el actual.

La experiencia traumática de Grecia nos enseña el recorrido de un europeísmo cándido basado en especulaciones y sin relación con la base de realidad material existente. Curioso es que quienes suelen protagonizar restauraciones “transformistas” apelando al realismo (frente a los utópicos) son quienes menos atención dispensan a dicha realidad (“sin Plan B”) y se acicalan con ideas que poco significan y conducen, en cambio, a la frustración popular. Pero el trauma vivido en agosto nos brinda también la oportunidad de abrir una reflexión que evite la repetición de procesos sin horizonte. Desde luego que el contexto pre-electoral no parece presentarse, paradójicamente, como el más indicado para tal tipo de reflexiones en el seno de la izquierda. Pero esta Historia no termina cuando se celebren las próximas elecciones generales. Si no se quiere o no se puede antes, el día después de las mismas puede representar el momento en el que mayor vigencia adquiera el debate sobre el euro. Cada día un poco menos, pero claro que aún tenemos tiempo.

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Notas

1 Buisán, A; Gordo, E. El saldo comercial no energético español: determinantes y análisis de simulación (1964-1992) 

2 Plaza, B; Velasco, R. La industria española en democracia, 1978-2003

3 Ibíd.

4 Contabilidad Nacional Trimestral - Instituto Nacional de Estadística. Serie histórica.