miércoles, 19 de marzo de 2014

Ser de izquierda

Ser imparcial es, básicamente, juzgar con objetividad. Propongo examinar con algún detenimiento esta definición:
La imparcialidad es un criterio de justicia que sostiene que las decisiones deben tomarse atendiendo a criterios objetivos, sin influencias de sesgos, prejuicios o tratos diferenciados por razones inapropiadas.
La imparcialidad no propone que todos los individuos deban ser tratados de la misma manera bajo todas las circunstancias. Se considera aceptable y coherente que determinadas personas sean tratadas en forma diferente si tal tratamiento se justifica por razones objetivas y externas. Por ejemplo, la mayor parte de los sistemas legales establecen penas diferentes para los delitos de acuerdo a la gravedad de los mismos. Esto no implica la presencia de parcialidad: las diferentes penas se determinan según un criterio objetivo y predecible, en este caso la ley. La imparcialidad sostiene que, para todas las personas, ese criterio imparcial se aplica en forma homogénea.
Es fácil ver las dos caras (¿o serán tres?) de esta moneda. Recuerdo ahora tres adjetivaciones de la justicia leídas en algún viejo libro de moral: justicia conmutativa, justicia distributiva, justicia social.

La primera es una definición, por así decirlo, "de mercado", que sólo pide intercambiar equivalentes. Pero ya en la definición de esos equivalentes está casi siempre el problema de quién juzga esa equivalencia y con qué baremos. Si esto tuviera solución "justa" no existiría, por ejemplo, la especulación monetaria.

La justicia distributiva pide dar a cada uno lo suyo. ¿En función de qué? ¿Tanto tienes, tanto vales? ¿Damos más (dinero) al que más tiene, como se hace al repartir dividendos entre accionistas? ¿Damos más (atención) al que menos tiene, como recomienda la atención personalizada en la educación o en los cuidados de salud? ¿Damos a todos por igual, como el derecho a voto en unas elecciones democráticas? Pues ya hay quien está pidiendo, para elegir presidentes y parlamentos, no ya el viejo voto censitario, sino el voto proporcional al capital que se posea...

La imparcialidad, como vemos, es de geometría variable, y se aplica según la escala de valores y la intención del juez. Los supuestos criterios objetivos no son universales, sino determinados por el poder y la ideología del que los aplica. Históricamente determinados.

La idea de justicia social también está determinada históricamente, y es bastante moderna. Los señores feudales tenían su propia idea de justicia social, y tenían claro qué era aquello "suyo" a lo que tenían derecho. Claro que no se les habría ocurrido emplear estos términos, que surgen al calor de las luchas de clases del siglo XIX.

La justicia, la imparcialidad, nunca es tal. Requiere un punto de partida, en que se pone el reloj a cero. Todos los estados han tenido su origen en algún acto de fuerza. La legitimidad, generalmente, tiene un acto fundacional. Basado en unos valores y en la capacidad para imponerlos.

La diferencia fundamental es si se trata de valores bursátiles o de valores humanos.

Por eso hay rebeliones justas e injustas. Lo serán en función del criterio de justicia empleado, y de la intención de sus protagonistas. Son procesos históricos que hay que conocer, y con la idea clara de que la justicia de la izquierda no es "imparcial", porque toma partido por los explotados frente a quienes los explotan. Que indefectiblemente son los que poseen el capital de cuya propiedad privada ellos están privados.

Esto no es una apología de la violencia, que por principio no es deseable, pero hay que dejar claro que la violencia suele partir del poder, y que hay situaciones de violencia en que hay que tomar partido. Cosa no siempre fácil, pues no hay situaciones puras. Pero habrá que calibrar, tratar de conocer las circunstancias y saber de qué lado estamos, no no vayan a engatusar. Porque hay situaciones de paz sumamente violentas.

Los neutrales que no toman partido en nombre de la equidad suelen mirar sólo quién rompe el statu quo, no en qué consistía éste. Justicia ciega, o no tanto, pues según y cómo, y en nombre de lo justo, una revuelta popular puede ser condenada por violenta, mientras un putsch fascista, mostrado como rebelión popular, puede ser defendido por justo. Recíprocamente, puede condenarse por violenta la respuesta de un gobierno legítimo al putsch fascista, y defenderse por justa la respuesta de un gobierno tiránico al pueblo justamente alzado.

Los criterios de justicia como paz y violencia como justa, son perfectamente intercambiables.

El dueño del adjetivo, como lo llamaba el conde de Foxá en una columna del diario ABC, tiene la palabra.

Lo peor es el instinto cabestruno de los que prefieren aguantar carros y carretas antes que rebelarse contra lo inicuo, y que suelen además culpar de los males a la víctima y no al verdadero causante.

No es tan sencillo...
Rebelión

El día 20 de febrero volví a escuchar de nuevo un programa de La Tuerka 1 –casi un año después, y digo escuchar porque me encontré con la publicación del programa como archivo de audio– y fue de nuevo, a causa de que trataba sobre Venezuela- la anterior ocasión fue tras la muerte de Chavez 2. En dicho programa –que me resultó ameno e interesante había dos contertulios que eran antichavistas, pero uno de ellos, señaló en varias ocasiones a Juan Carlos Monedero que la Mesa de Unidad Democrática no era la derecha de Venezuela, sino mas bien que estaba formada en su mayoría por partidos de izquierdas. Pero no fueron estas palabras las que atrajeron mi atención –y como consecuencia esta reflexión sino mas bien el indicar que si él estaba en contra del gobierno de Chavez y ahora en contra del gobierno de Maduro, era fundamentalmente porque dicho gobierno esta ocasionando un caos en el país, una violencia extrema, una alta inflación, la falta de productos básicos e impedía la libertad de expresión, y señalaba igualmente que él condenaba todo golpe de estado, fuese de izquierdas o de derechas.

A pesar de lo que puedan parecer sus palabras, al escucharle durante el programa me daba la impresión de que él mismo se consideraba de izquierda o mas bien que muchos que esgrimen opiniones similares, no circunscritas solamente a la cuestión venezolana, se consideran de izquierdas.

A este tipo de personas, cuyo problema no es cómo se consideren, sino que en muchas ocasiones forman parte de organizaciones de izquierda, habría que recomendarles que viesen con urgencias la mastodontica y majestuosa La Batalla de Chile 3 o se leyesen Diez días que estremecieron al mundo 4. Y la razón es que las experiencias revolucionarias –o los caminos democráticos hacia el Socialismo de Chile y Rusia, así como la Cubana o Venezolana, entre otras, nos han ofrecido unas lecciones fundamentales que cualquier persona o colectivo que se considere de izquierda ha de entender, comprender, asumir y luchar contra ellas. Y sinceramente, aquel que no entiende que tras una revolución existe una contrarrevolución por parte de aquellos que pueden asumir dejar el gobierno pero bajo ningún concepto el poder –que poseen gracias a la propiedad de los medios de producción no es de izquierdas por mucho que él o su colectivo se lo crea, y además, con sus opiniones, hace el juego a la derecha. Y es que ese buenismo que muchas personas o colectivos defienden no existe, es irreal.

¿Cuáles son las lecciones que la izquierda ha aprendido a lo largo de su historia cercana?

En relación a que todos los golpes de estado – o dictaduras- son “malos” o condenables, tanto los de izquierda o lo de derecha, es una tremenda patraña y una burda estupidez. Lo importante no es tanto el acto de golpe de estado, como qué lo causa, es decir, la razón esgrimida para el golpe, que tipo de Estado se golpea y que Estado se va a originar tras el golpe.

Por lo tanto, yo puede rechazar y condenar el golpe de Estado –y posterior dictadura de Franco o de Pinochet, porque fue contra un gobierno progresista, que quería realizar cambios profundos en el Estado y contra los propietarios de ciertos medios de producción, pero nunca condenaré la Revolución Rusa o la Cubana, porque en este caso, eran los del “golpe” los que querían realizar los cambios contra los capitalistas. Por ello, una persona o un colectivo de izquierda siempre estará a favor de aquellos que quieran transformar el Estado burgués capitalista, ya estén estos en el gobierno o dando el golpe de Estado o en la guerrilla.

Una persona o un colectivo de izquierda ha de entender que llegar al gobierno es difícil –ya sea de manera democrática o a través de una insurrección pero lo verdaderamente complicado es alcanzar el poder, porque este es fundamentalmente, poder ecónomico, y para ello es necesario arrebatárselo aquellos que consideran que es exclusivo de ellos por siempre. En este caso, la persona o colectivo de izquierda, ha de saber que esto no es un robo, sino mas bien recuperar lo que es de todos y ha sido robado por unos pocos a lo largo de la historia a través de diversos mecanismos repetidos en todos los territorios.

La persona o el colectivo de izquierda ha de ser consciente previamente de lo que este intento o este logro va ocasionar: un caos en el país, violencia extrema, inflación, acaparamiento de productos básicos, una continua información extremadamente negativa por parte de los medios de comunicación nacionales e internacionales, etc. Estos hechos fueron reales y visibles en la Unión Soviética, en Cuba, Chile y en Venezuela –entre otros ¿pero quién es el causante de esta realidad? ¿quién ha de asumir la culpabilidad?

Sinceramente, si una persona o colectivo de izquierda al denunciar estas situaciones que acontecieron tanto en la Unión Soviética, en Cuba, Chile y en los últimos años en Venezuela, hace responsable al gobierno revolucionario, ha de hacerse pensar el considerarse de izquierdas, o bien antes de hablar ha de leer a John Reed o ver el film de Patricio Guzmán –así como volver a leer a los autores clásicos comunistas Es decir, claramente una persona o un colectivo de izquierda puede y debe de ser crítico con cualquier gobierno revolucionario, como el que fue el soviético, el cubano, el chileno o actualmente el de la República Bolivariana de Venezuela –y en este caso, se puede decir que los primeros en ser críticos con el proceso revolucionario que llevaban a cabo, fueron Lenin, Fidel, Allende y Chavez pero nunca ha de olvidar “de qué lado de la barricada está” y que quién origina el caos en el país, la violencia extrema, la inflación, el acaparamiento de productos básicos, la continua información extremadamente negativa son los propietarios de los medios de producción, aquellos que no quieren devolver su propiedad, aquellos que no quieren bajo ningún concepto el ceder el poder, el cual solo es posible de alcanzar con el primer paso de la socialización de los medios de producción.

Es decir, claro que la persona o el colectivo de izquierda ha de denunciar el caos y los crímenes que acontecen durante el proceso revolucionario, pero denunciando a los responsables: los propietarios de los medios de producción, que impiden a toda costa, que estos pasen de manos privadas a manos públicas es decir que impiden que sus beneficios o sus resultados pasen de unos pocos a muchos y sin este primer paso no hay posibilidad alguna de democracia ni de libertad de expresión.

1   http://www.ivoox.com/enclave-tuerka-jueves-20-enero-audios-mp3_rf_2859128_1.html

2   http://www.youtube.com/watch?v=N92ZgMk92Hc

3   http://www.youtube.com/watch?v=3pb9hXQV0d8

4   http://www.marxists.org/espanol/reed/diezdias/

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