martes, 31 de enero de 2012

Socialismo o barbarie

A veces tengo la molesta sensación de correr simultáneamente (y a toda velocidad), en dos sentidos opuestos.

Digo correr porque el tiempo apremia y los procesos se precipitan.

¿Y por qué en sentidos opuestos?

Por una parte, estoy convencido de que la transformación social que se precisa va en el sentido que los decrecentistas anuncian: decrecer por las buenas o por las malas.

Pero la mente del hombre común ha sido conformada, y lo sigue siendo (hoy más que nunca), en una idea contraria: la sociedad puede ser cada véz más prospera, y solemos ver la prosperidad en sentido cuantitativo.

Son muchos años (¿siglos?) de utopías de la abundancia las que han ido conformando lentamente nuestro modo de estar en el mundo. Para la inmensa mayoría no es ilusionante el futuro "decrecentista". Y sin una gran dosis de entusiasmo es difícil ponerse en marcha.

El trabajo humano que ha transformado el mundo en un sentido debe ahora invertirse para rehacerlo en otro. Pero el modo de producción capitalista sencillamente NO PUEDE hacerlo. Sin beneficio no hay actividad económica.

Son los trabajadores los que producen el sistema y lo reproducen. Sólo las clases laboriosas pueden hacerse con los mandos de la nave para invertir la marcha. Pero su movimiento real no está gobernado por el largo plazo, sino por lo inmediato.

En sus luchas reales, los trabajadores se unen para salvar sus derechos, pero también una industria concreta, un sector concreto, un país concreto. Y son esas luchas reales las que pueden cambiar la sociedad. Ni indigentes ni parados pueden parar la megamáquina, así se manifiesten en protestas gigantescas. Los trabajadores sí pueden, pero en general no saben, o no quieren. Sus aspiraciones inmediatas no difieren de las del buen burgués.

Así que hay que apoyarse en las LUCHAS REALES para crear conciencia. Lo inmediato cuenta mucho, porque el trabajador tiene que subsistir cada día. Hay que entenderlo.

Pero es imprescindible TRASCENDERLAS.

Al mismo tiempo hay una tremenda confusión sobre lo que significan términos como decrecimiento y austeridad. Y nos los quieren aplicar, y encima hacer que lo aceptemos, los que NI DECRECEN NI SON AUSTEROS.

Si les hacemos casos, el destino que nos preparan es, literalmente, el exterminio programado. Para hacer un mundo a su medida, más pequeño pero igualmente horrendo.

Tenemos poco tiempo para procesos que exigen mucho tiempo. La clase obrera (siempre se llamó así: rescatemos nuestro lenguaje) tiene que proseguir su lucha por mejoras y al mismo tiempo reorientarla. Ahora, más que del aumento de la riqueza creciente, se trata del reparto de bienes cada vez más escasos.

Y hay que meter el tiempo largo dentro del tiempo corto.

Corramos, que el tiempo apremia, en ambos sentidos pero con una sola dirección.




(Interpretad bien el doble sentido de la sola dirección).

No nos dejemos engatusar por los que gobiernan el mundo y el discurso. O nos salvamos todos o no se salva ni dios. Por eso era tan lúcido como necesario el viejo lema:

¡PROLETARIOS DE TODOS LOS PAÍSES, UNÍOS!

domingo, 15 de enero de 2012

La farsa democrática y el desafío de reinventar una democracia para el futuro

Artículo de Samir Amin, publicado en francés en Tlaxcala y traducido en Rebelión.

Su título es claro: no se puede seguir llamando democracias a las partitocracias más o menos bicéfalas en que estamos inmersos. De todos modos no hay que olvidar que surgieron como conquistas populares, triunfantes al menos en el plano ideológico.

Las clases dominantes se reagruparon en un bloque histórico de consenso al que no han sido ajenos movimientos en principio emancipatorios, sumados a él con la pretensión de configurar desde él un nuevo bloque y conquistar la hegemonía, con el resultado decepcionante de consolidar la situación. Se ha olvidado que el consenso es sobre todo estabilizador, consenso del no cambio.

El autor analiza, con dilatada perspectiva histórica, los procesos que en diversos países han desembocado en su situación actual. En todos los casos aparecieron disyuntivas que rara vez fueron adecuadamente sintetizadas: tradición o modernidad, universalismo o nacionalismo, continuidad o cambio, reforma o revolución, vanguardias o masas; (en el planteamiento de estos pares dialécticos aparece a mi entender la incomprensión de otro par que subyace: táctica y estrategia, acto y proceso, tiempo inmediato y tiempo dilatado).

Del conjunto del artículo quiero señalar un par de pinceladas, relativas a una falsa dicotomía en la dialéctica vanguardias - masas (y una apostilla mía, dedicada a los que dejan la democracia política "en la puerta de la fábrica"):



(...)

Todos los cambios con un alcance transformador real de la sociedad, incluso las reformas (radicales) siempre han sido el producto de luchas, conducidas por lo que puede aparecer en términos electorales como “minorías”. Sin la iniciativa de estas minorías que constituyen el elemento motriz en la sociedad, no hay cambio posible. Las luchas en cuestión, emprendidas de ese modo, terminan siempre - cuando las alternativas que proponen son clara y correctamente definidas - por implicar las “mayorías” (silenciosas al principio), o incluso ser ratificada a continuación por el sufragio universal, que viene después - no antes de - de la victoria.

(...)

Las luchas sociales y políticas (indisociables) podrían definirse algunos grandes objetivos estratégicos, que propondré en lo que sigue, para el debate teórico y político enfrentado permanentemente a la práctica de las luchas, a sus avances y a sus fracasos.

En primer lugar reforzar los poderes de los trabajadores en el lugar de trabajo, en sus luchas diarias contra el capital. Es lo que se dice, la vocación de los sindicatos. Sí, pero a condición de que éstos sean instrumentos de lucha reales. Lo que apenas son ya, sobre todo los “grandes sindicatos”, supuestos “fuertes” porque reúnen grandes mayorías entre los trabajadores interesados. Esta fuerza aparente es su debilidad real porque los sindicatos en cuestión se creen entonces obligados “ajustarse” a las pretensiones consensuadas, modestas al extremo. ¿Debemos asombrarnos de que las clases obreras en Alemania y Gran Bretaña (países de “sindicatos poderosos”, según se dice) aceptaron los ajustes drásticos que el capital les impuso durante los treinta últimos años, mientras que los “sindicatos franceses” - minoritarios y considerados débiles - resistieron mejor (o menos mal)? Esta realidad nos recuerda simplemente que organizaciones de militantes, siempre minoritarias por definición (el conjunto de la clase no puede estar constituido íntegramente por militantes), son más eficientes y capaces, más que los sindicatos de “masas” (por tanto no militantes), de implicar las mayorías en las luchas.

(...) 

Nota del comentarista:

He subrayado en el lugar de trabajo, porque, salvo en lo que se llama "tiempo libre", dedicado en realidad a reconstruir la fuerza de trabajo de cada cual, el trabajo es la palanca desde la que cada cual construye (o tal vez destruye) el mundo, y también puede transformarlo. Protestas, manifestaciones, manifiestos, proclamas, son hasta cierto punto reprimidos y hasta cierto punto asimilados. Son necesarios sobre todo para tomar conciencia. Pero la incidencia real de las luchas se manifiesta cuando ataca la yugular del sistema: el trabajo productivo-destructivo enajenado.

jueves, 12 de enero de 2012

Hidroeléctricas en la Amazonía ¿energía limpia?

Un vídeo para pensar.

Un primer paso para el sostenimiento de nuestra vida, es frenar el agotamiento de los recursos en que se sustenta. No solo energéticos, pero en primer lugar energéticos. Y eso es urgente.

Un segundo escalón es el mantenimiento de la vida en un sentido más amplio. Evitar el empobrecimiento de los ecosistemas. Y eso es importante.

Además de la capacidad de reposición de la fuente energética hay que considerar la del medio. Cierto que los ecosistemas evolucionan y se adaptan. Surgen nuevos equilibrios. Un cambio catastrófico acaba conduciendo a una nueva situación estable. Pero los tiempos de esa evolución son lentos, y nada nos garantiza que el nuevo equilibrio, que se producirá dentro de mucho, mucho tiempo, sea mejor que el anterior. Ni para el mundo ni para nosotros.

Hay un conflicto permanente entre tiempo corto y tiempo largo.

Tenemos tendencia al descuento hiperbólico (*), a ver más pequeño lo lejano, y no sólo en el espacio, sino también en el tiempo. El futuro lejano vale menos que el próximo. Tiene su razón de ser: para vivir el año que viene necesito primero estar vivo mañana. Es difícil preocuparse, retórica aparte, por la vida de los nietos de mis nietos. La escala breve de nuestra vida nos sirve de medida (falsa) para la escala de la vida de nuestra especie y de nuestro mundo.

Cuando los economistas liberales dicen que el sistema se autorregula, dicen algo obvio. Lo que pasan por alto es el resultado de esa autorregulación. Su sostenimiento a corto plazo puede significar su desplome futuro.

En realidad, todos los sistemas se autorregulan. En un choque de trenes también se reordenan los hierros de su estructura. La muerte de un ser vivo reordena por completo su materia orgánica. ¡Y qué grandes reordenaciones producen las guerras!

No es lo mismo energía renovable que energía limpia. La energía hidroeléctrica es renovable, pero ¿puede considerarse limpia?

Las grandes presas resuelven problemas de ahora mismo, pero crean otros a medio plazo. La de Assuan regularizó las cosechas en Egipto, pero obligó a importar desde entonces ingentes cantidades de fertilizantes no renovables. Graves problemas ecológicos plantea y planteará a China la Presa de las Tres Gargantas, y enormes dramas humanos las que se están construyendo en la India.

Va el vídeo:


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“¿Existe algún factor de conducta que influya prácticamente en todos los aspectos de nuestro estilo de vida? Sí. Uno de los más importantes es el que los economistas llaman, con cierta tosquedad, el descuento hiperbólico. Si a una persona le dan a escoger entre 50 euros hoy o 100 euros mañana, lo normal es que prefiera esperar a los 100. Pero si el plazo de tiempo es de un año, casi todo el mundo prefiere quedarse con los 50 euros en mano. Las consecuencias futuras –buenas o malas– no suelen contar mucho en nuestras decisiones actuales. Cada año, en el Reino Unido, se someten a cirugía de bypass miles de personas, pero sólo el 10% de ellas introduce después en su vida los cambios necesarios para evitar nuevas complicaciones, entre las que puede estar una muerte prematura. El descuento hiperbólico es uno de los principales factores que explican la actitud tan perezosa de la mayoría de la gente ante las amenazas del calentamiento global. Según los sondeos, la mayoría acepta que el cambio climático es una realidad y que la causa está en nuestro propio comportamiento. Sin embargo, la proporción de gente que está dispuesta a modificar ese comportamiento de forma significativa es muy baja. Lo que eso implica es inquietante. Las campañas de concienciación y los eco-impuestos, por muy meditados y organizados que estén, tienen una repercusión marginal. Tal vez sea necesaria una catástrofe –algo que ocurra en el presente– claramente atribuible al calentamiento global para que la gente empiece a prestar la debida atención.”

Anthony Giddens, “Cambiar el estilo de vida”, El País, 22 de octubre de 2007.)

miércoles, 4 de enero de 2012

"In Time", comunismo made in Hollywood

Reproduzco algunas ideas de un artículo de Jon Juanma leído en Rebelión y en su blog, en que realiza una crítica a mi parecer certera de la película de Andrew Niccol, Justin Timberlake y Amanda Seyfried In Time. 

El artículo debe ser leído en su totalidad, por lo que me limitaré a los aspectos que, con independencia de la calidad formal de la película, la hacen reveladora de una realidad habitualmente oculta; y no a todos los aspectos (*), sino a los que tienen que ver con el tiempo como moneda de cambio.

Este empleo del tiempo, que en la ficción se expone con tal evidencia, no es tanto una metáfora como la constatación de un hecho menos evidente. La "fuerza de trabajo" es una mercancía que se desarrolla en el tiempo. El valor añadido en los productos es tiempo restado a la vida de sus productores y congelado en ellos. El intercambio desigual deja parte del tiempo que el trabajador suma al producto (y resta a su vida) en manos de los dueños del capital. Así que parte de sus horas de vida son apropiadas por otro (**), que tendrá de más las que el tenga de menos.

Ese intercambio desigual queda enmascarado por la imposibilidad de conocer en cada momento el plus de tiempo que se apropia el comprador de la fuerza de trabajo. Sabemos que en toda empresa rentable el plusvalor se corresponde con un cierto tiempo de trabajo añadido a la jornada. Imposible de determinar en cada caso particular, es conocido globalmente a través de las cifras macroeconómicas. Una aproximación nos la daría la proporción entre las rentas del capital y las del trabajo. Como la mayor parte de lo percibido por la labor de los directivos se incluye en las primeras, hemos de suponer que las rentas del capital se identifican con ganancias que no son fruto del trabajo propio.

Pero el trabajador nunca sabe exactamente a partir de qué momento del día deja de trabajar para su sustento y comienza a hacerlo exclusivamente para el capital.

Sustituida la abstracción monetaria por la realidad temporal, nos encontramos con la misma incertidumbre. Nadie sabe el tiempo de vida que tiene por delante (su "capital"). Esta estimación siempre nebulosa impide saber en qué medida podemos valorar el presente que hipotecamos por un futuro desconocido. Siempre se trata de una apuesta.

La ficción de la película realiza una contabilidad exacta de esos tiempos, con lo que desnuda por completo la realidad oculta. Con las cuentas claras, el mecanismo se muestra en toda su crudeza. No otra cosa es lo que hizo Marx en su obra fundamental (iba a decir "tan despreciada como desconocida", pero parece que en los últimos tiempos de tribulación muchos ojos se ha vuelto hacia ella).
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(*) 
Aunque hay otro aspecto importante tratado en el artículo: el carácter tendencial de los fenómenos, incluídos los físicos, aplicable a la escala de los grandes movimientos y no a cada caso particular, y que no contradice en absoluto las tesis marxistas, salvo que erróneamente consideremos el materialismo como un determinismo (mecanicismo). Con esta idea errónea salimos de la ciencia y entramos de hoz y de coz en el jardín de las discusiones teológicas sobre la predestinación y el libre albedrío...


(**) 
O patrón está rico á miña conta,
     eu á súa estou vello...

Celso Emilio Ferreiro: "Monólogo do vello traballador"



(...)

Estamos en el año 2161, los humanos han sido modificados genéticamente de tal modo que al cumplir 25 años un temporizador vital visible en sus antebrazos comienza la cuenta atrás, si bien su apariencia física queda atrapada en la juventud a pesar de que puedan vivir longevamente. A partir de ese momento, deben conseguir tiempo si no quieren que el crono llegue a cero y mueran. El tiempo es el dinero del futuro, la nueva divisa que simboliza el valor de cambio. Se gana tiempo trabajando y se pagan los bienes y servicios de la misma forma. De este modo el cronómetro genético se va actualizando a medida que uno desembolsa o ingresa la nueva moneda temporal. En este futuro distópico la sociedad está dividida de manera brutal por tres clases: los super ricos (muy pocos), los acomodados (pocos) y los pobres (mayoría). Los pobres tienen poco tiempo y deben estar continuamente trabajando a gran velocidad si no quieren morir jóvenes (lo cual sucede frecuentemente). Los ricos pueden llegar a acumular cientos y hasta miles de años, siendo prácticamente inmortales y aprovechándose del excedente productivo que extraen a los pobres asalariados. 

(...)

El filme está repleto de enseñanzas revolucionarias, marxistas, obreristas e internacionalistas. Por ejemplo, al colocar el tiempo como Tiempo de Trabajo Socialmente Necesario para la generación de valor en las mercancías y la extracción de plusvalor por parte de los capitalistas, el filme destaca la importancia del espacio-tiempo como centralidad en la lucha de clases. La película también contiene una crítica explícita a la ideología neoliberal, que en un diálogo entre el protagonista con el magnate Weis, uno de los malos, éste defiende el sistema como “capitalismo darwinista” justificando y apoyando la conocida sentencia del darwinismo social de corte liberal que afirma que “sólo los más fuertes sobreviven”. Por otra parte el protagonista, en contraposición, sentencia en una escena: “Nadie debe ser inmortal si sólo una persona ha de morir”, ergo nadie debe ser rico materialmente si una sola persona no puede tener satisfechas sus necesidades vitales. Crítica definitiva a nuestro sistema.

(...)

Por otra parte, ahondando entre las similitudes flagrantes del mundo distópico de la película con el sistema capitalista, nos encontramos con las aduanas que separan los mundos de In Time donde para franquearlas se debe pagar un alto importe sólo accesible a los capitalistas. Este elemento es muy interesante, porque en la película se afirma que no hay una prohibición legal de cruzarlas “libremente” para nadie, pero cuando Will, un obrero, lo hace (con dinero), saltan todas las alarmas del sistema en la figura del guardián de tiempo (el cuerpo represor). O sea: no hay prohibición legal pero si imposibilidad real para la fuerza de trabajo = libertad casi total de movimientos para el capital, opresión y restricciones para la fuerza laboral (aduanas, permisos de residencia y laborales, ciudadanos de segunda con derechos amputados, etc). Otro momento importante de In Time acontece cuando se afirma que el problema no es que Will y Sylvia estén robando dinero, sino que el “crimen” radica en que lo están regalando, poniendo en peligro la viabilidad del sistema en su conjunto, permitiendo que los obreros, aunque sea momentáneamente tengan tiempo para algo más que producir. En otra vertiente, una parte muy humanista a destacar dentro del mensaje anticapitalista de la película que lima las interpretaciones marxistas más sectarias, sanguinarias y mecanicistas se produce cuando Will contesta a Sylvia sobre si él la odia por pertenecer a la clase explotadora que pertence y responde que no, que nadie tiene culpa de nacer donde nace. O sea, nadie elige desde que lugar comenzar “la partida”. Este mensaje es muy importante porque Marx apuntó muchas veces que cuando criticaba despiadadamente a los capitalistas, lo hacía como miembros abstractos de una clase, no como personas. Pueden existir algunos capitalistas que hagan más por la revolución que muchos obreros, como fue el caso de Engels, sin el que Marx no podría haber sido lo que fue y nosotros no podríamos disfrutar de su impresionante legado revolucionario. Por tanto, lo importante no es donde naces, sino qué haces con lo que te viene dado. Un mensaje profundamente emancipador.

(...)

Decía Marx que un revolucionario debe escuchar la hierba crecer, enfatizando la importancia del desarrollo de los sentidos, la virtud y la sutileza en el aprendizaje de la praxis revolucionaria. In Time es fruto de su contexto histórico. Es una película, una obra de arte, que no se hizo hace diez ni cinco años. Se ha realizado ahora, tras la acumulación de fuerzas de izquierdas en Latinoamérica, después de las revueltas en gran parte del mundo árabe, de las protestas en media Europa y en el corazón del imperio usamericano o de las luchas armadas comunistas en Oriente. In Time es hija de su tiempo, y los prados de mañana volverán a lucir verdes si sabemos localizar las semillas y regar la esperanza socialista. 

¿Seremos capaces de distinguir el canto del mañana en el lodo del presente o lo dejaremos ahogarse, una vez más, junto a la mil veces hundida utopía de lo posible? ¿Sabremos diferenciar la paja del grano?

Ojalá esta vez sí, lleguemos a tiempo. 

martes, 3 de enero de 2012

“Las crisis son necesarias en el capitalismo como una forma de reorganizar el sistema”

El gran geógrafo británico David Harvey ha desarrollado aspectos poco explorados anteriormente por la tradición marxista, como la influencia de los condicionantes geográficos en el desarrollo desigual del capitalismo. En esta entrevista con Bárbara Schijman explica en términos sencillos e incontestables la inviabilidad del capitalismo en un mundo definitivamente cerrado cuyo crecimiento se estanca. Reproduzco aquí parte de la misma, con los subrayados de rigor


¿Estas crisis son inherentes al capitalismo? 

El capitalismo fue siempre propenso a las crisis y, de hecho, las crisis son necesarias en la historia del capitalismo como una forma de reorganizar el sistema para que pueda sobrevivir.

En este sentido, ¿qué diría acerca de las alternativas al capitalismo? 

Habría que entender primero la necesidad de encontrar una alternativa. El capitalismo empezó siendo muy creativo y constructor. Podemos decir que lo queremos cambiar por las grandes desigualdades que provoca. Sin embargo, existieron períodos en la historia del capitalismo en los cuales la sociedad se volvió mucho más igualitaria. Así que no hay razón para pensar que el capitalismo no pueda ser más igualitario. De hecho, a nivel mundial lo es cada vez más.

¿Entonces? 

Entonces, ¿por qué queremos cambiar eso? ¿Por qué no proponer, simplemente, reformarlo? A este respecto, mi respuesta es que el capitalismo se trata de crecimiento, y siempre fue sobre crecimiento. Por lo tanto, cuando el crecimiento es bajo cero -y en este momento está cercano a cero en Europa y Estados Unidos-, la gente define la situación como crisis del sistema, porque no está creciendo como se supone que debe suceder con el capitalismo. La posibilidad de crecimiento real es cada vez más difícil de mantener y una de las consecuencias de ello es que se empiezan a crear estos mercados ficticios, con inversiones en renta, y con una creciente especulación. Empezamos a crear un mundo ficticio donde no hay crecimiento real en absoluto.

Y ahí aparece otro problema, el de la especulación… 

Se especula con la propiedad; se les da dinero a los capitalistas, pero, ¿lo destinan a producir o compran tierras con ese dinero? Si se observa lo que estuvo ocurriendo en América Latina y África, muchos de los capitalistas están comprando tierras. Entonces, ¿qué está pasando con la crisis de la tierra? Ahora, ¿eso es productivo? Las cosas están yendo muy mal desde todas estas perspectivas. Por eso, quisiera tratar de diseñar una razón por la que tenemos que pensar en mudarnos a una economía de crecimiento cero. Y si se habla de una economía de crecimiento cero, eso significa que se trata de una economía no capitalista; no es posible tener capitalismo con un crecimiento cero, porque el capitalismo es crecimiento, y debe incrementarse para sobrevivir. Entonces, si no aumenta, hay crisis.

¿Y cuál podría ser esa alternativa? 

Hay que notar la gran diferencia entre crecimiento y desarrollo; distingo y separo ambas cuestiones. Creo que el desarrollo de las capacidades humanas no requiere crecimiento. Siempre se nos dijo que sí, pero no es cierto. Y creo que el proyecto global debe apuntar al desarrollo de las capacidades humanas sin crecimiento económico. Lo que vemos ahora es que en realidad el desarrollo de las capacidades y los poderes humanos -lo que Marx llamó la prosperidad humana-está siendo, en efecto, negado por el capitalismo, aunque parezca increíble. Esta es otra razón de peso para buscar alternativas. La dinámica del capital ignora estas cuestiones, aún cuando produce bienes y materiales ligados a la riqueza que bien podrían contribuir a ello. Y nos llevó a una posición en la que podríamos utilizar esas capacidades que el capital genera para promover y apoyar un proyecto global completamente diferente. Es muy importante tener un poco de imaginación acerca de lo que el mundo podría ser, y el desarrollo humano siempre tuvo que ver con un mundo imaginario.

Pensar sobre lo que no existe. 

Exacto. Creo que es elemental pensar sobre aquello que hoy no existe para trabajar en la creación de alternativas. La imaginación humana fue tremendamente significativa en esto. Sin ir más lejos, en la literatura suele aparecer una enorme galería acerca de los anhelos humanos de un mundo diferente. Si hicimos del mundo lo que es, hicimos de Buenos Aires lo que es, entonces podemos rehacerlo. Y rehacerlo en torno a un imaginario diferente, donde las relaciones sociales sean más igualitarias, más ecológicamente sensibles; podemos imaginar la reconstrucción de una ciudad, por ejemplo, como un proyecto político, en función de la creación de un mundo a partir de nuestros fuertes deseos.

Las medidas de austeridad. ¿Qué piensa de las medidas de austeridad que se están implementando en Estados Unidos y Europa? 

No creo que sean la salida a la crisis, al contrario, creo que la profundizan aún más. Si la crisis es fundamentalmente un problema derivado de la falta de demanda en el mercado afectado, la austeridad reduce la demanda efectiva, y ahonda la crisis. La dificultad radica en estimular la demanda efectiva sin aumentar la deuda. La austeridad no es una política sensata en estos momentos, a no ser desde la perspectiva excepcional de las clases altas. Es decir… En síntesis, la austeridad es una opción totalmente equivocada. Antes que nada, porque el impacto sobre las clases sociales es muy distinto. Las clases más vulnerables suelen ser las más perjudicadas, como en este caso. Pero más allá de esta última cuestión, lo cierto es que las clases más bajas gastan su dinero; y las clases altas, en cambio, lo utilizan para generar más dinero, y no siempre con fines productivos. A través de estas medidas los costos de la crisis se cargan, no sobre las clases altas, sino sobre quienes consumen servicios del Estado. Ocurre lo que siempre ocurrió, y de aquello sobre lo que se trata el FMI -y ha tratado siempre-, esto es, salvar a las instituciones financieras y destruir la calidad de vida de la gente.