lunes, 17 de diciembre de 2012

El pensamiento ecologista ha sido insuficientemente atendido dentro de las familias de la izquierda


Jorge Riechmann Fernández, poeta, traductor literario, ensayista, profesor titular de Filosofía Moral en la Universidad Autónoma de Madrid es uno de los pensadores más destacados de la ecología política y el pensamiento ecológico. En los últimos años, ha ido formulando la vertiente ética de su filosofía ecosocialista. Recientemente ha publicado el libro "Interdependientes y Ecodependientes" sobre el que conversa con Orencio Osuna. Entre otras cuestiones, Riechmann plantea la necesidad de que la izquierda avance hacia la "ecología política"





...en los años sesenta y setenta las sociedades europeas, EEUU, y también de otra manera el Tercer Mundo, se enfrentaban directamente a estos asuntos (efectivamente se retoma el concepto de crisis de civilización en los setenta –aunque tiene una prehistoria interesante, en los años veinte-treinta). Era empleado tanto por Enrico Berlinguer como, pongamos por caso, por un tipo tan interesante para ver lo que nos separa también de esos años como Sicco Mansholt, un socialista holandés que presidió la Comunidad Económica Europea y que escribió un libro que hoy valdría la pena releer, La crisis de civilización. Era un término que también utilizaba la gente del Club de Roma. Lo triste es que la perspectiva ecológica haya sido tan minoritaria durante estos decenios últimos. Arranca también en los setenta lo que hemos ido llamando ecosocialismo o ecocomunismo, con pensadores como Manuel Sacristán en España, René Dumont y André Gorz en Francia, Wolfgang Harich y Rudolpph Bahro en Alemania, o Barry Commoner y Murria Bookchin en EEUU. Ahí hay toda una tradición de pensamiento bastante sólida; yo la tematizo en un libro que he publicado hace pocos meses, titulado El socialismo puede llegar sólo en bicicleta (editorial Libros de la Catarata), y años antes había escrito con Paco Fernández Buey, Ni tribunos. Ideas y materiales para un programa ecosocialista(editorial Siglo XXI). Me identifico con esa línea de pensamiento, pero lo cierto es que ha sido insuficientemente atendida dentro de las familias de la izquierda. Otro asunto que se puede precisar en cuanto al capitalismo y el choque contra los límites de la biosfera, un concepto clave que se ha desarrollado científicamente en los últimos dos decenios pero que fue formulado por el propio Marx en varios momentos del El Capital, es la idea del metabolismo socioecológico. Es en el intercambio de materiales y de energía de los sistemas humanos con los sistemas naturales en lo que tenemos que fijarnos, sobre todo si queremos hablar del rendimiento ecológico de una economía. Y tiene interés darse cuenta que es Marx quien lo introduce, aunque luego no lo desarrolle de la manera que nos hubiera gustado, vistas las cosas con la perspectiva de lo que viene después. Aquí hay toda una historia que vale la pena recuperar, digamos que hay semillas de un marxismo ecológico –pensemos en un gran pensador del siglo XIX como William Morris; lo recapitulo someramente en el libro El socialismo puede llegar solo en bicicleta. Lo más importante, con vistas a la sustentabilidad de nuestras sociedades, es ese metabolismo biofísico de nuestras sociedades; y ese metabolismo está vinculado con el mundo de lo crematístico, del capital dinerario, con la búsqueda de beneficios, con la acumulación de capital, pero de una manera compleja. Esa complejidad es lo que hace que haya que conceder por lo menos el beneficio de la duda a aquellas propuestas de capitalismo verde para las cuales el concepto básico es la idea de ‘desacoplamiento’. Ése es el gran proyecto de los sectores de la clase dominante que se plantean las cuestiones ecológicas: desacoplar el crecimiento del PIB de los impactos ambientales, valiéndose de esa complejidad de la relación entre el metabolismo biofísico y el mundo de las magnitudes monetarias. Yo creo que hay razones teóricas para pensar que ese desacoplamiento no funciona, y de hecho empíricamente no ha funcionado en los dos decenios largos en que se supone que está funcionando esa estrategia, pero para presentar las cosas en su dimensión real hay que señalarlo. Puede uno ingeniar, puede uno teóricamente concebir formas del crecimiento del PIB con impactos ambientales bastante diferentes. Lo que no ha sucedido es ningún desacoplamiento absoluto; y creo que lo impensable es continuar con la economía de expansión constante a la que nos hemos habituado sin que nos lleve al final a un tipo de colapso del cual, por desgracia, quizá no estamos tan lejos.

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