sábado, 30 de julio de 2011

Democracia, Estado de Derecho y Transición socialista

Cuestión no resuelta: los mecanismos que garantizarían la estabilidad de la democracia en una sociedad transformada son los mismos que garantizan la imposibilidad de transformarla, o al menos dificultan gravemente la transformación. En la práctica, las garantías democráticas son factores de estabilidad para cualquier sociedad. Para mantener su estructura profunda en el estado en que se encuentre.

Al conducir a una fragmentación de voluntades, y muy concretamente de las voluntades transformadoras, a las que esa fragmentación dota de sesgos particularistas, los poderes contrapuestos de la democracia garantista sirven sobre todo a los que tienen más fácil organizarse.

La percepción de esta dificultad no debe impedir la defensa de la democracia, como trasto inútil que hay que desechar si queremos llegar a otra sociedad. Pero sí debemos ser conscientes de que no se puede desmontar una estructura sin apoderarse de ella. Sabiendo que ofrecerá resistencia. En concreto, apoderarse de los poderes contrapuestos entre sí (contrapuestos sólo parcialmente), requerirá coordinación, primero contra cada uno de ellos; luego, coordinarlos en una nueva estructura, tarea que sólo un estado fuerte podrá llevar a cabo.

Porque en la fase transitoria podrán atrincherarse allí quienes tienen su interés en torpedear los procesos de cambio.

Sólo una perspectiva de clase bien fundamentada y que se coordine democráticamente para ser hegemónica en todos los aparatos del estado podrá cortar el nudo gordiano que ata falsamente a la democracia.



Tradicionalmente, la historia de la Sociología Política ha relacionado la idea de Democracia con tres formas jerárquicas de aplicación:

1. La limitación de poderes a los aparatos de Estado, a través de la defensa de los derechos humanos fundamentales y el ejercicio soberano de la ley;

2. La jerarquía constitucional amparada en los valores morales, en el comportamiento ciudadano y sus direcciones éticas;

3. El carácter representativo popular del gobierno, la administración pública y los aparatos de Estado.

Ninguna, en rigor, ha conducido ni conduce a una transformación del modo de relaciones sociales. Es por eso que la idea de Democracia connota, en un ámbito simbólico social que la propia industria cultural ha generado, un acto de oposición al sistema socialista. El entramado teórico legitima aun la perspectiva de la clase dominante como perspectiva ideal de participación en sociedad.

Y así mismo ha ocurrido con la forzada yuxtaposición de los términos Estado de Derecho y Socialismo. Es decir, se consideran legítimas y redituables las normas del Estado de dominación clasista, dependiente a su vez de las relaciones monetario-mercantiles, e ilegítimas las perspectivas de transformación social de un Estado socialista que desate el nudo gordiano del capitalismo y reivindique al sujeto en su pleno derecho a la igualdad.

El Estado de Derecho, donde se interceptan los tres conceptos apuntados de práctica democrática histórica, se enmarca dentro de un modo de producción capitalista que, en última instancia, niega y enfrenta la posibilidad de un cambio de sistema de relaciones sociales y frena el curso de determinadas reformas que, por épocas, se introducen para legitimar su ejercicio de poder. Ya sea inclinando el punto hacia las relaciones de mercado, hacia los vínculos entre el Estado y la empresa privada, o hacia los marcos de participación política de la ciudadanía, el Estado de Derecho se halla limitado, en sus derechos fundamentales, por el estatuto de conservación del sistema. El equilibrio ecuacional entre libertad de expresión y libertad de mercado no es solo garante de patrones informacionales de percepción social, sino además un freno al desarrollo de nuevos estatutos que propicien la necesaria desaparición del Estado. La separación de poderes, que actúa más como una competencia entre individuos y que, en ese ámbito de competencia, segmenta abismalmente las ya limitadas posibilidades que de esta separación provienen, es un garante del ejercicio del poder desde la clase dominante, según sea el caso de las naciones que la aplican.

La teoría general acerca de la Democracia, salvo excepciones, ha ignorado los modos de la Democracia en la transición socialista, como lo pidieran los clásicos del marxismo y lo intentara, al menos en principio, Vladimir Ilich Lenin. El derrumbe de sus modelos, lastrados por deformaciones pero no vencidos en tanto sistema, ayudó a la desacreditación de toda forma de socialismo que se atreviera a proponer el cambio del sistema de relaciones sociales. Esta es, sin embargo, la base de las sociedades socialistas en transición que, a partir del triunfo de la Gran Revolución Rusa de octubre, tomaron el poder en sus respectivas naciones. Y es, por supuesto, un elemento de fondo que ninguno de los socialismos que se pongan en práctica puede darse el lujo de ignorar.

La limitación de poderes en el Estado de Transición Socialista Democrática no significa un mayor ejercicio de la democracia sino, por el contrario, un mayor grado de fragmentación de las instituciones rectoras de la sociedad. Con ello, los funcionarios estarán cada vez más tentados a limitar los marcos de actuación e incidencia de los ciudadanos en las esferas claves de la vida social, como ocurrió, en efecto, en sociedades que fueron separando las funciones del Estado del desarrollo de la sociedad como clase en el poder que trabaja para desaparecer en tanto aparato mediador del control. Al individualizar, sectorializar, o particularizar la legítima defensa del sistema de relaciones sociales, el socialismo europeo cedía ante los elementos del Estado de Derecho y, sobre todo, renunciaba a su propia agenda de valores políticos, sociales, culturales. Es un error lógico, aunque rectificable, del que el proceso revolucionario cubano no está exento.

Ciertos patrones de opinión, también con una lógica de reacción que hay que atender, proponen esfuerzos de desestatización que no siempre distinguen entre las circunstancias políticas del Estado de Derecho y las del Estado de Transición Socialista Democrática. Tanto el peso de la tradición del conocimiento en la sociología política, marcado por la legitimación burguesa de su Democracia, como las limitaciones ideológicas de la ideología socialista en el poder, frenan las posibilidades del Estado en periodo de transición y generan patrones de percepción que llevan a culparlo de prácticas administrativas anómicas y antisistémicas.

Sin embargo, cuanto más altos, intensos y profundos sean los poderes del Estado, más podrá adjudicar participación directa a la opinión pública, la sociedad civil, las instituciones jurídicas, administrativas y comerciales; más, incluso, podrá integrarse el debate acerca de las relaciones mercantiles en el interior del sistema. Y menos, además, se excluirán del proyecto socialista las influencias culturales diversas, los presupuestos éticos renovadores y las propuestas morales de reivindicación.


También, y es obvio, más podrá ese Estado acomodarse ante la tentación de trabajar dictatorialmente, sedentarizándose como una seudoclase social. O burocratizarse, atendiendo más a la racionalización burocratizadora que a la transformación revolucionaria que la propia práctica social exige. Y es lógico además que una pregunta clave surja: ¿Cómo ha de trabajar ese aparato de Estado Socialista en Transición Democrática para disponer de un alto nivel de poderes y conseguir, al mismo tiempo, que sobre sí mismo actúen los flujos diversos, contradictorios y hasta antisistémicos de la democracia participativa?

Es, desde luego, una pregunta cuya respuesta no está planificada ni puede, en rigor, planificarse. La práctica concreta debe dar los elementos de juicio para poder transformar el carácter utópico de los patrones perceptivos hacia la sociedad mejor, en un sentido práctico de mejoramiento humano, social e individual. De ahí que sean cada vez más necesarios los aportes de todos, en imprescindible ejercicio de transversalidad en el control social, y en inquebrantable vigilia de la sorda, permanente injerencia imperialista.


viernes, 29 de julio de 2011

Desproporción

Amianto. Paco Puche. Rebelión

Vació el bidón de arsénico en la planta potabilizadora que abastecía a toda la ciudad. Sabía que su mujer siempre bebía agua del grifo.
Manuel Moyano (Del libro Teatro de ceniza )

"Si me lo paga otro, siempre lo encuentro barato"

"-¿Cómo castras a tus esclavos? 
-Con dos piedras afiladas
-¡Pero eso es muy doloroso! 
-No, si no te pillas los dedos"

 "Todo por la Pasta"

"El que venga detrás, que arree"

jueves, 28 de julio de 2011

¿En qué sentido es el tiempo una sucesión infinita? (XXI)


El tiempo es un espacio. Un subespacio muy especial, dentro de otro mayor, multidimensional. Lo especial consiste en que con él nos movemos libremente por el resto de las dimensiones. En él es imposible hacer lo mismo. Está pegado a nosotros. Me atrevo a pensar que nosotros mismos no somos más que tiempo. Una conciencia temporal viajando por el espacio (¡qué bonito me ha quedado!).


Estos espacios matemáticos, abstractos, no son el mundo. El mundo es otra cosa, mucho menos simple y uniforme. Esa cosa es el conjunto de todas las demás “cosas”, sea lo que sea “eso”. Y de sus relaciones; que solo podemos concebir… ¡en el espacio y en el tiempo! Lo más abstracto se aparece como el soporte de la realidad concreta. 

 

He analizado en este serial (algo plúmbeo, lo confieso) algunas características de un espacio unidimensional, una línea. Mi imaginación la ha concebido de dos modos, que me han servido para interpretarla como conjunto infinito de puntos infinitésimos. Por una parte, la serie de puntos, referente fijo, variable independiente. En correspondencia con esa serie inmanente puedo considerar los mismos puntos de otro modo, referido al anterior, móvil, como variable dependiente de la primera. La realidad percibida es el movimiento. El tiempo es la variable independiente, la línea que recorre, la función.

 


Toda mi libertad consiste en recorrer una línea. Línea cualquiera, trayectoria de un movimiento, dentro de un espacio con más dimensiones. Sus puntos pueden alejarse tanto como yo quiera (pueda); o estar tan cerca unos de otros como yo imagine. Ese maravilloso punto ideal, hada Campanilla, se enfrenta a una realidad diferente: no hay puntos inmateriales al margen de los puntos reales (reales en sentido vulgar, no matemático). Su adimensionalidad es aproximativa, función de la escala. Todo punto material en cuyo interior se aloje el ideal punto matemático está rodeado de un entorno impenetrable para otros puntos materiales. 


Los puntos materiales son simplemente cuerpos, “sólidos”. Para considerarlos puntuales sólo se necesita despreciar su tamaño. Y lo hacemos cada vez que nos interesa, que podemos considerarlos “átomos” sin distinguir partes en ellos. La distancia entre esos puntos puede reducirse hasta el contacto. ¿Es el contacto la distancia cero? 

 

En cierto sentido, la Física moderna ha desmaterializado la materia. El sólido rígido no es tan rígido. Los cuerpos son deformables porque lo aparentemente lleno contiene al vacío. Vacío, a su vez, necesario para que puedan llenarlo y moverse en él. Leucipo y Demócrito cortaron la cadena infinitesimal por donde les pareció. Llegaron a su átomo y pararon de cortar. Otros, por el otro extremo, llegaron a Dios y anclaron en él la cadena infinita. Para de contar.

 

Dualidad onda-partícula


El contacto, distancia cero, no existe. Los, cuerpos, a sus distintas escalas (solidos, moléculas, átomos, partículas subatómicas), presentan, más que superficies que entren en contacto, fortificaciones defensivas a las que fuerzas prohibitivamente crecientes impiden acercarse. La realidad percibida es una aproximación, cuya exactitud depende de la escala. Funciona bien a la escala de nuestros sentidos. Las partículas de la Física son más bien espacios de probabilidad en que situamos escurridizos puntos rodeados de campos de fuerzas, sin saber qué y cómo son. Ni siquiera donde están. Así, una partícula en movimiento resulta ser más bien una onda en la que se comprime y expande sucesivamente la probabilidad de hallar… “eso”. 


El modelo de la canica es sustituido por el de la nebulosa. Pero ¿qué más nos da? Las barreras físicas nos impiden el infinitésimo. Lo más parecido a la aproximación indefinida son los agujeros negros. Más allá del horizonte del suceso, ni idea. Conformémonos.

 


Aprendiendo las lecciones de Noruega

Lisa Goldstein, en el sitio Uruknet (traducido su artículo en Rebelión), análiza el contexto de los ataques perpetrados en Noruega por el ultraderechista Anders Breivik. Al final me topo con esta frase; parece extraída de mi propia introspección:
Si el acto de Breivik me ha  dejado algo claro  es lo siguiente: que deshumanizar un grupo de personas en la sociedad hace finalmente que todas nuestras vidas parezcan menos valiosas. El odio engendra odio. Perdonando la deshumanización de los musulmanes estamos poniendo a prueba nuestra propia seguridad.
En efecto. Un raro sentido de ecuanimidad hace que la costumbre de aceptar para otros lo que no estamos dispuestos a recibir de ellos acaba convirtiéndose finalmente en esa aceptación, también para nosotros.

En nombre de la defensa de "nuestro grupo", solemos acabar dando por bueno el sufrimiento, tanto fuera como dentro de él. En el caso extremo "mi grupo" sería yo. Pero puede ser mi familia, mi tribu, mi patria. Individualismo, sea solipsista o de grupo.

Naturalmente, la autodefensa de los discriminados y desfavorecidos no entra en esta categoría, porque es a la vez defensa de la humanidad, de la vida y del planeta entero, el único gran ecosistema.

Pero cuidado: podemos calibrar mal nuestra verdadera situación, creernos víctimas de otros más débiles y "defendernos" de ellos. ¡El enemigo está más arriba, no más abajo!

El individualismo es un juego autodestructivo. El individualismo colectivo es el fascismo. Se llame como se llame. Ahora tiene otros nombres.


miércoles, 27 de julio de 2011

Sobre la Constitución Europea

Produce melancolía la correosa tardanza de la mayoría para percibir y comprender los procesos lentos, aunque se desarrollen delante de sus ojos. Debido a ella, los manipuladores de la opinión tienen tiempo suficiente para dirigirlos según su conveniencia. Siempre la causa lleva ventaja al efecto. La tortuga no puede alcanzar a Aquiles.

Lo que hace más de seis años se veía venir, ya está aquí. Pero la mayoría aún funciona con las viejas ideas. Como una gallina sin cabeza que aún corre por el patio.

Si leéis algunos de los subrayados de lo que entonces escribí (para poquísima gente, como ahora: muchos más siguen leyendo El País) no necesitaréis siquiera actualizarlo. Tal vez sea suficiente sustituir el nombre de Bush...

El pueblo español, que aprobó en referéndum esa fallida (pero no tan fallida) constitución, abre ahora los ojos. Lentamente...

Hay que comprender esto, hacérselo ver a los demás, ¡y corre prisa!

De lo contrario, solo nos quedará la definitiva tristeza de Luis Cernuda:
Un día, tú ya libre
de la mentira de ellos,
me buscarás. Entonces 
¿qué ha de decir un muerto?

Acto solemne de la firma de la "constitución europea"




















La cultura política del consenso, tal vez la única posible durante la transición democrática (Vázquez Montalbán decía que el motor de aquel proceso fue un equilibrio de debilidades, más que de fuerzas) tuvo como consecuencia que las cuestiones acordadas por una mayoría de fuerzas políticas hayan adquirido desde entonces para casi todos la categoría de verdades indiscutibles. Y desde el golpe del 23 F estas cuestiones incuestionables, que hasta esa fecha mantuvieron un cierto equilibrio entre propuestas de izquierda y de derecha, se escoraron inexorablemente hacia estas últimas posiciones, sobre todo tras la victoria electoral del PSOE y su deriva subsiguiente: sólo por recordar lo más sobresaliente, pensemos en el referéndum de la OTAN, la reconversión industrial y la reforma laboral, presentadas todas como inevitables y como un seguro para evitar males mayores. En todos estos temas, el consenso PSOE-PP, disfrazado de confrontación en temas menores o de reparto de poder, ha constituido la verdadera pinza (¿se acuerdan de la otra?) que ha conducido insensiblemente a la mayoría a aceptar, siquiera como mal menor inevitable, el pensamiento único neoliberal.

En lo que se refiere a Europa, el “europensamiento” hegemónico establece tres cosas que aparecen fuera de todo debate posible. En primer lugar, el proceso de integración es intrínsecamente beneficioso, al margen de cualquier consideración sobre cómo se realice. En segundo lugar, no hay alternativa posible. En tercer lugar, todo el que se oponga es un colaborador objetivo de la extrema derecha (valen para esto tanto Le Pen como Bush). En este contexto no cabe la distinción izquierda-derecha, sino la que se da entre “euroescépticos” y “europtimistas”, y no afecta a la dirección del proceso, sino únicamente a la velocidad, porque cualquier cuestionamiento se aleja de la corrección política establecida.

El tratado que establece la mal llamada Constitución busca sobre todo resolver (amarrar) problemas vitales para los poderes económicos, burocráticos, mediáticos y políticos que la impulsan. Las clases dirigentes pretenden obtener así un cheque en blanco para sus políticas, mediante la deliberada confusión de sus intereses con los intereses generales. El imaginario colectivo atribuye a la palabra “constitución” unos valores positivos que evocan derechos, poderes y democracia. Lo real, sin embargo, es que en este caso los “señores del tratado”  nos otorgan una carta que en realidad expropia a las poblaciones el poder constituyente de definir las reglas, valores y principios para su autogobierno. Los procesos simultáneos de globalización e integración europea están propiciando una crisis de la democracia junto a la separación entre el pueblo y lo público.

Se puede decir que en este tratado, lo que queda de la socialdemocracia (restos devaluados) ha puesto lo declarativo y menos definido (lo modificable por mayoría), mientras la derecha liberal ha incluido lo vinculante y más detallado (lo que requiere en todo caso la unanimidad para cambiarlo).

Zapatero convoca este referéndum (no vinculante, por cierto), porque para él supone un plebiscito que puede reforzar su exigua mayoría, justo cuando la derecha política y económica y las burguesías nacionalistas, a las que también interesa, no van a oponerse al que propone. Al mismo tiempo, al plantearlo aquí, donde el euroescepticismo es tan menguado, el refrendo esperado será una ayuda para sus colegas de otros países, con opiniones públicas más divididas. Y además, el consentimiento de las poblaciones es un seguro que dificultará hablar más del real déficit democrático (a fin de cuentas, quien consiente, consiente).

Para terminar, expondremos algunas razones para decir NO a este tratado:

1º: rompe con el constitucionalismo social predominante tras la 2ª Guerra Mundial, y con la Constitución Española, supeditando lo social al mercado, en vez de organizar a éste y a la vida pública en función de la política y los derechos fundamentales.

2º: se constitucionalizan las políticas neoliberales, que en el largo, concreto y detallado apartado tercero precisan meridianamente los límites de aplicación de la Carta de Derechos. A partir de ahora, las políticas “socialdemócratas” serán más difíciles, uniéndose a los obstáculos políticos generales los jurídicos e institucionales. La lógica económica seguirá a toda prisa; la regulación política, laboral, social y económica no podrá alcanzarla. No en vano, justo cuando se amplía la Unión a países con gran desnivel económico, se reduce el presupuesto comunitario ¿qué convergencia se propone? 

3º: En el contexto internacional, pese a lo que se afirma, la Unión no supondrá ningún contrapeso a los EE.UU., al considerar a la OTAN complemento indispensable de la defensa europea, que se une estructuralmente a la Administración Norteamericana. Bastará una formal autorización de la ONU para intervenir en una guerra preventiva. Y al mismo tiempo se incrementan poderosamente los presupuestos militares y la investigación militar. Más que un contrapeso a los Estados Unidos, se proyecta un clon de los mismos.

Imposible matizar más: y en definitiva ¿quién matizará ese supuesto sí crítico que algunos piden?

Juan José Guirado Fernández
Febrero de 2005

Piolín: ¡tarde piaches!

viernes, 22 de julio de 2011

¿En qué sentido es el tiempo una sucesión infinita? (XX)

 

Decir que el tiempo es irreversible es una simpleza. Cuesta más comprender plenamente hasta qué punto, al establecer su flecha dirigida, establece también la persecución sin posibilidad de alcance de los efectos respecto de sus causas, el retraso. Consecuencia de ello, todos los procesos son irrepetibles, al menos completamente. Devolver una situación a su estado original es imposible sin algún tipo de pérdida. Esto es lo que legisla la termodinámica.

 

Puede imaginarse el tiempo como un gran archivador. Con el paso del presente, todo lo pasado queda sometido a un orden implacable. Me viene a la cabeza la imagen de una plancha bien caliente que se abre camino y va dejando bien “planchado” lo que queda atrás. Los fatalistas creen que ese pasado ya estaba ordenado desde y para siempre, y que sobre un futuro ya creado “desde siempre” seguirá corriendo el presente del mismo modo lineal. La tela aún no estaba planchada, pero estaba. El presente sería un vehículo encarrilado férreamente en una vía. Pasado y futuro serían solamente una apariencia de nuestra conciencia.

 

Sin embargo, la práctica nos demuestra que nadie cree de verdad eso. Todos somos conscientes de labrarnos el futuro, si no por completo, al menos en cierta medida. Y de que nuestras decisiones importan. El mundo no es un mecanismo de relojería, como creyó Descartes. Ningún “relojero omnisciente” lo ha previsto todo. ¿Qué capacidad computacional podría manejar infinitas ecuaciones con infinitas incógnitas? Recurrir a un ser infinito no sirve de nada. Únicamente aleja el problema, que es una manera de quitárselo de encima. El primer motor inmóvil de los escolásticos es un recurso para explicar lo que no tiene explicación. No olvidemos que el mundo no es un conjunto, sino “el conjunto de todos los conjuntos”: todas las organizaciones posibles de todas y cada una de sus partes, incluido el propio todo, lo que ya implica un grave problema lógico.

 

Frente a esta idea de la mecánica exacta, la mecánica cuántica considera un principio de incertidumbre. El matemático Roger Penrose supone que la incertidumbre cuántica juega un papel importante en el propio funcionamiento de la mente, que no es la clásica máquina de Turing, materializada hasta hoy por los sistemas operativos de la computación. (¡Pero ahora ya se trabaja en el horizonte de los ordenadores cuánticos!)

 

Lo cierto es que del determinismo hemos pasado a la indeterminación, y de la seguridad matemática a la indecidibilidad.

 

La prueba de nuestra capacidad de influencia en el futuro es que el solo hecho de creer o no en ella lo modifica. Con independencia de que sea una creencia cierta o errada, establecerá la diferencia entre actuar y no actuar. Esa bifurcación de la conducta es decisiva para todo lo que venga después.

 

Con esta idea de tiempo irreversible, con un pasado cerrado y un futuro abierto y sin límite conocido, prevemos los eventos y los colocamos en ese futuro previsible. Esto es importante. Sin ello no podríamos hablar de conducta.

 

El tiempo, se muestra así como un espacio asimétrico (irreversible), prolongable (prorrogable, aunque ignoremos hasta cuándo), subdivisible y, como todo espacio, “rellenable” con cuerpos, que en este espacio llamamos eventos.

(sigue)

La Renta de la Tierra

Armando Bartra: Un conferenciante habla. Sin apoyo de otras imágenes que la suya. Durante tres cuartos de hora.

No parecen circunstancias que hagan a priori atractivo este vídeo. Sin embargo, recomiendo su atenta audición.

A partir del tratamiento dado por Marx en El Capital al tema de la renta de la tierra, el profesor Bartra nos hace ver como hay dos factores externos al sistema capitalista, que es sobre todo productor de mercancías, que éste nunca podrá dominar completamente.

Se trata de dos elementos preexistentes al propio modo de producción, que intenta apropiárselos, tratándolos como mercancías, pero que le imponen límites insuperables, porque su aniquilación conllevaría la del propio sistema. Esperemos que no ocurra esa "solución final".

Esos dos factores que sólo puede matar muriendo él mismo son la Naturaleza y el Hombre.


Este es un proyecto para socializar, debatir y profundizar el pensamiento marxista. Cada programa cierra con una serie de preguntas para facilitar su uso como herramienta pedagógica. La Videoteca es un proyecto interinstitucional con participación de Vive TV, Catia TVe y la Universidad Bolivariana de Venezuela. La Videoteca está dirigida por C. Gilbert y C. Pascual, profesores de Estudios Políticos y de Gobierno de la Universidad Bolivariana de Venezuela.

Lewis Mumford contra el apogeo de la máquina

Una nueva edición de ‘El mito de la máquina’ devuelve a las estanterías la obra de Lewis Mumford, quien detectó los peligros del progreso.

José Ardillo. Diagonal

Ilustración: Carlos Velasco

En un esfuerzo digno de encomio, la editorial Pepitas de Calabaza ha editado el conjunto de dos partes que solemos nombrar como El mito de la máquina, y que agrupa dos volúmenes, El mito de la máquina (Técnica y evolución humana) y El Pentágono del Poder, de Lewis Mumford. Muchos lectores nos preguntarán: ¿quién es este Lewis Mumford? Lo cierto es que presentar a un autor como él no es tarea sencilla. La vida de Mumford (1895-1990) cubre el siglo XX, y sus libros nos iluminan acerca de las transformaciones acaecidas en dicho siglo, aún el nuestro en tantos aspectos.

Si sus obras desaparecieran súbitamente de nuestras bibliotecas se nos privaría de utensilios muy valiosos para poder comprender las verdaderas causas del desastre que hoy amenaza a Occidente y, en general, al planeta. Pero lo curioso es que en países como España, las obras de Mumford, por una injustificable pero a la vez comprensible desidia de las grandes casas editoras, apenas habían llegado a aparecer en nuestras bibliotecas. Nos apañábamos con viejas ediciones originales, traducciones inencontrables hechas en Argentina, fotocopias, etc. ¿Cómo era posible que, sin ir más lejos, la obra que aquí nos ocupa y que es, sin duda, el testamento intelectual de Mumford, El mito de la máquina, no estuviera presente en algún catálogo en castellano? Es verdad que contábamos con Técnica y Civilización (1934), obra esencial, pero que sólo representa una parte de la contribución de Mumford.

En fin, y como sugeríamos antes, no podía sorprendernos tanto que las editoriales comerciales e incluso universitarias se desentendieran de Mumford. Él fue uno de los pocos autores visionarios que no se arrodillaron delante de las divinidades del Progreso, a las que el siglo XX rindió culto. Y esto nunca se lo perdonaron del todo. Aunque en su país natal, EE UU, fue un autor que alcanzó prestigio y reconocimiento, podemos afirmar que las principales obras de Mumford fueron arrastradas por el vendaval del olvido que siguió al trágico final de la contracultura, los años de la Guerra fría, la carrera nuclear y el bluff espacial, el fin de la pesadilla de Vietnam, etc. No es casual que los dos volúmenes de El mito de la máquina aparecieran entre los años 1966 y 1970, unos años plagados de acontecimientos y de convulsiones, quedando como una de las pocas obras que, leídas en la distancia y en el tiempo, destacan lúcidamente entre tanta confusión y algarabía.

Hay que señalar que, a partir de aquella época, los primeros ‘70, se dejaron de traducir y editar los libros de Mumford en castellano ¿acaso se sobreentendía que en un país como España, tan lanzado a la carrera desbocada de la modernización postfranquista, la obra de Mumford no sería más que la manifestación extemporánea de un espíritu sombrío? Pero tal vez exageramos y haya que pensar más bien que el desinterés por sus libros se debía al renuevo constante de las modas, más dañino aún que cualquier estrategia cultural planificada.

Y, sin embargo, la obra de Mumford, aunque de lectura exigente y pausada, no deja de ser un arsenal de sugerencias y pistas para todos los que hoy quieran orientarse críticamente. Ahora bien, los que vayan con prisas, los que busquen atajos y recetas fáciles, los que piensen que el análisis de la historia y la realidad no merecen más que quince minutos de lectura rápida mientras se espera el autobús o el metro, no encontrarán gusto en la lectura de El mito de la máquina. Estamos ante obras que exigen del lector paciencia y atención. En ese sentido son subversivos, porque oponen al fast food intelectual de la época una demanda de seriedad, rigor y gusto por la reflexión y el conocimiento. Algo realmente inadmisible en la época de twitter y del tren de alta velocidad. En esta sociedad que supuestamente nos hace ganar tiempo por todas partes, con sus increíbles tecnologías de la información y sus transportes cada vez más rápidos, Mumford nos recuerda que todos los avances técnicos tienen un precio y que la sustancia humana, al adaptarse a transformaciones vertiginosas que se le imponen, se disgrega en el aniquilamiento. Esta es la primera lección de una ecología humana para principiantes.

Sin declararlo explícitamente, los primeros escritos de Mumford apuntaban ya a una crítica consecuente del Estado, de la megalópolis, de la división del trabajo, de la tecnología invasora, de la tiranía de las élites y de la banalidad de los entretenimientos de masas. ¿Sería exagerado decir que sin pasar por estas consideraciones, tan presentes en toda la obra de Mumford, no tiene sentido alguno hablar de “democracia real”?

A lo largo de su vida, Mumford trató de muchas cuestiones (literatura, urbanismo, arte, antropología, historia) pero siempre con una perspectiva crítica y original. No es la obra de un erudito sedentario, sino de una mente inquieta que acierta a señalar las cuestiones realmente importantes. Y la enseñanza fundamental de Mumford es que a pesar del diagnóstico terrible que ofrece la sociedad capitalista industrial, nunca hay que dejarse arrastrar por un fatalismo estéril.

Uno de los versos de Tennyson que siempre le gustaba citar: “Vamos amigos míos / Nunca es demasiado tarde para buscar un mundo nuevo” podría servir de lema para los revolucionarios de todas las épocas, a condición de que partan de realidades y no de ilusiones ideológicas. De hecho, El mito de la máquina resume y agrupa el trabajo intelectual de toda su vida. Contiene, en primer lugar, una antropología que celebra los orígenes simbólicos, rituales, festivos de la humanidad y, en segundo lugar, una filosofía que analiza los caminos erróneos que nos han conducido al enclaustramiento técnico, al holocausto del poder y la megamáquina colectiva. Para Mumford no se trataría de regresar a unos improbables orígenes, pero sí de volver a partir de lo más genuino y fecundo que anida en nuestra historia y nuestra prehistoria para reconstruir un mundo más equilibrado, más igualitario, en armonía con la naturaleza, un mundo que rechace el legado paranoico de los poderosos y que abrace la vida en su sentido trágico y esplendoroso.



Lewis Mumford y el movimiento 15M

Una prueba de que la obra de Mumford es de plena actualidad la tenemos en los límites del movimiento de protesta que ha recorrido el país recientemente. La obra sociológica e histórica de Mumford nos enseña que el espacio urbano es sobre todo una creación del poder y que la desmesura y la brutalidad de nuestras ciudades modernas impiden hoy la participación mínima de sus habitantes en el control de sus destinos. Algo que Mumford ya había advertido desde hacía un siglo, cuando volviendo la mirada a la historia de su país observó que las comunidades dotadas aún de una cierta autonomía pertenecían al pasado, a la América preindustrial, donde la escala de las relaciones tenía aún una dimensión humana

España. 17 de julio

El historiador Josep Fontana escribió en Público este artículo. Aparte del peculiar modo de ser y de actuar del caudillo, quedan patentes las patrañas que se urdieron para justificar tan glorioso alzamiento, y que la repetición durante cuarenta (perdón, setenta y cinco) años han grabado en tantas mentes. Ni "enfrentamiento entre hermanos" ni farrapos de gaitas: lucha de clases pura y dura.

Patrick Thomas















Para comprender mejor las causas y razones de lo que sucedió el 18 de julio de 1936 resulta útil examinar sus antecedentes inmediatos. Y no me refiero a las habituales especulaciones acerca de la revolución de octubre de 1934, sino a una perspectiva que, pese a ser mucho más cercana, no deja de ser reveladora. He querido, por ello, echar una ojeada a lo que sucedía el día antes, el 17 de julio, cuando, pese a que se hubieran producido los primeros movimientos militares en Marruecos, la mayor parte de España seguía en paz.

El 17 de julio el general Franco se encontraba en Gran Canaria, donde había acudido con el pretexto de la muerte del general Amado Balmes, comandante militar de Las Palmas, a quien probablemente había hecho asesinar, como sostiene Ángel Viñas (también Pacón Franco Salgado-Araújo, primo y estrecho colaborador del futuro Caudillo, opinaba que su muerte no podía deberse a un accidente, sino que podía ser un asesinato). Aquella noche recibió Franco la noticia del inicio de la sublevación y se preparó para volar a Tetuán, “disfrazado” de civil, con traje blanco y sombrero de jipi, tras afeitarse el bigote para evitar ser reconocido.
 
De este viaje tenemos una versión de Millán-Astray que tiene todo el aire de reflejar un relato verbal del Caudillo. El Dragon Rapide, que había despegado de Canarias hacia las tres de la tarde del día 18, llegó a les seis a Agadir. Temiendo que el Gobierno español hubiese dado órdenes de detenerlos, “se empezó, al pedir la gasolina, por dar espléndida propina al encargado del surtidor, pretextando urgencia familiar de aquel viaje; la propina surte efecto y el avión de Franco, que deja Agadir a las siete de aquella tarde, vuela rumbo a Casablanca”. Llegaron a Casablanca en momentos en que el campo estaba a oscuras a consecuencia de una avería en la iluminación, pero tuvieron suerte, puesto que la avería se arregló a tiempo y el avión aterrizó a las once de la noche. “Salta rápido y, sin hablar con nadie (…), busca alojamiento en un modesto balneario cercano para salir al alborear. A las cinco de la madrugada así lo hace (…). A las cinco y media, sin que nadie haya sospechado nada, se eleva en su última etapa para llegar a las siete de aquella mañana a Tetuán, no sin antes haber tenido que hacer desde el aire un reconocimiento por el propio Franco, para averiguar si el aeródromo militar de Tetuán estaba en nuestro poder o en el del enemigo”.
 
Había sido otro primo de Franco, Ricardo de la Puente Bahamonde, quien había defendido el aeropuerto contra los sublevados hasta pocas horas antes, por lo que fue condenado a muerte. Franco recibió personalmente la sentencia, pero dejó que fuera el segundo jefe, el general Luis Orgaz, quien la rubricara, y que se le ejecutase. Pacón nos dice que “Franco quería mucho a su primo Ricardo”, pero sabemos que se había distanciado de él por sus ideas republicanas, hasta el punto de que, con motivo de una discusión, habría dicho: “Un día voy a tener que fusilarle”.
 
Amado Balmes y Ricardo de la Puente fueron los dos primeros crímenes personales de Franco, al comienzo mismo de una sublevación que iba a causar en diez años 130.000 muertes como consecuencia de la represión, sin contar las víctimas militares y civiles de la guerra.
 
¿Por qué se sublevaban estos militares? ¿Había realmente una amenaza revolucionaria que pudiera justificar estos crímenes, como alegaban en sus proclamas? Lo sostenían también los obispos en la Carta colectiva de 1937 en que afirmaban, por ejemplo, que “el 27 de febrero de 1936, a raíz del triunfo del Frente Popular, el Komintern ruso decretaba la revolución española y la financiaba con exorbitantes cantidades”.
 
Lejos de ello, el 17 de julio de 1936 el Komintern ruso enviaba a la dirección del Partido Comunista de España un mensaje en el que decía: “Después de considerar la alarmante situación en relación a la conspiración fascista en España, os aconsejamos: preservar intactas, a cualquier precio, las filas del Frente Popular, ya que cada división en ellas sería utilizada por los fascistas en su lucha contra el pueblo”. No sólo el Gobierno del Frente Popular, sino incluso los comunistas, que no tenían representación alguna en él, estaban en contra de cualquier intentona revolucionaria.
 
Lo que el Gobierno de la República hacía en estos días no hemos de deducirlo ni de las proclamas de los militares sublevados, ni de la retórica de las derechas de 1936 en el Parlamento –tan sesgada y falaz como lo es hoy la del Partido Popular, sucesor de aquella derecha incivil–, sino que hemos de buscarlo en su actividad cotidiana, tal como aparece en noticias de prensa como esta:
 
“Día 17 de julio de 1936.
Provincia de Córdoba: Término de la capital.
Finca: Villaverde Baja, asentados cabezas de familia, 30.
Provincia de Albacete: Término de la capital.
Finca: Casalta, asentados cabezas de familia, 30.
Provincia de Granada: Término de Chimeneas.
Finca: Santa Catalina, asentados cabezas de familia, 140.
Total, 186”.
 
Fue contra estas actuaciones de reforma, y no contra la inexistente amenaza del bolchevismo, que se sublevaron los militares, con la ayuda de los terratenientes y el apoyo de la Iglesia. Estas 186 familias que acababan de recibir tierras para cultivar, iban a ser despojadas de ellas por el franquismo. Muchos de sus miembros perderían además la vida, incorporados a esa masa de 130.000 españoles asesinados.

martes, 19 de julio de 2011

Comunicado de ATTAC España sobre los ataques especulativos al euro


Ante deudas ilegítimas ¡¡Hay que nacionalizar los bancos!!

 En concreto ATTAC España plantea:
1º Auditoria de la deuda Pública de cada estado miembro.

2º Reestructuración de la deuda, y cesación inmediata de toda deuda pública dolosa, ilegítima u odiosa.

3º Acuerdo que obligue al BCE a emitir a bajo precio para cualquier estado que lo necesite para sanear su deuda pública legítima.

4º Armonización fiscal en toda la zona euro, que incluya:
a) Descenso de impuestos indirectos y un incremento de los impuestos directos y progresivos, especialmente a las rentas del trabajo más altas y a las rentas del capital, tanto empresariales como mobiliario e inmobiliario.

b) Impuesto a las Transacciones Financieras especulativas (ITF) contundente.

c) Erradicación de los Paraísos Fiscales (PPFF) en Europa y prohibición de cualquier transacción financiera y/o productiva con cualquiera de los restantes en el mundo.

CLAVES PARA ENTENDER LA GUERRA DE LIBIA

Enlace a Fernando Moreno Bernal.

XIII Centenario de la batalla de Guadalete

No me atrevo a poner la etiqueta "sobre la marcha" a una noticia con 1300 años de actualidad. Pero ¿"y por qué no..." incluir el enlace a una información útil para mejor entender el materialismo histórico? (materialismo-idealismo, como un buen dialéctico debe saber).

La invasión árabe fue más bien una guerra civil. Y como toda guerra civil, en el fondo, lucha de clases.

La filosofía en al-Ándalus. Miguel Manzanera Salavert. Rebelión.

Dos notas sobre energía nuclear

Central nuclear en Francia (Foto: Jean Louis Zimmermann)








Esto echa humo...








El fin de la energía nuclear en Alemania y sus consecuencias

Rafael Poch en La Vanguardia, después de desnudar los intereses económicos y de coyuntura política en presencia, termina así su artículo:
Todo esto nos devuelve a una reflexión muy básica sobre el proyecto de sociedad: la de que no hay democratización efectiva que no conjugue lo verde (es decir el respeto al medio ambiente y una política energética y un modo de vida global sostenibles) con la justicia social.

Como dice Samir Amin, “los verdes han quedado atrapados en un impasse porque no integraron la dimensión ecológica en una crítica radical del sistema socio-económico”. Ningún partido representa esa carencia mejor que el Partido Verde alemán.

Fundado en 1980 por el movimiento cívico, se convirtió, desde 1999, en algo parecido a un partido de derechas con sensibilidad ambiental que apoya el neoliberalismo social, el belicismo imperial y que mira con manifiesta desconfianza al movimiento ciudadano. (Su presidente, Cem Özdemir, dice, por ejemplo, que Wikileaks es un “peligro para la democracia”). En sólo 19 años el Partido Verde alemán ha sido integrado por el establishment, aunque en algunos aspectos sea útil.

La indignación ciudadana alemana por la marcha atrás de Merkel ha ignorado por completo los temas de recortes sociales y de belicismo en los que Alemania y Europa están metidos. En Alemania, lo antinuclear no ha sido estos meses la chispa que podría haber encendido una indignación nacional general, es decir; la de la escandalosa gestión de la crisis en Europa, la del descontento sindical por los salarios congelados desde hace más de una década y el avance de la precariedad laboral, y el antibelicista, que tienen importantes consensos en la sociedad.

En un contexto de apuesta del sistema por las renovables, el movimiento social y ciudadano sigue siendo tan necesario como siempre. La situación alemana recuerda que tal movimiento sólo será transformador y democrático, en el sentido genuino de la palabra, si se inscribe en una critica general del sistema. En definitiva: queremos las renovables para vivir de otra manera.

En cambio, Francia tal vez haya ido demasiado lejos y ahora no encuentra el camino de vuelta. Vive la vie. Carpe diem...

El último guerrero de lo nuclear en la UE

Ayer mismo lo decía Carmela Negrete  en el Número 154 de Diagonal:


La crisis de Fukushima, que ha cambiado la postura de Alemania e Italia, no ha modificado los planes del Gobierno francés, firme defensor de la energía atómica.

A la central que el país vecino proyecta construir se suma un reactor nuclear experimental con financiación europea.

Hoy son los controladores, ¿y mañana?

J.M. Álvarez.

Muchos, inocentemente, caen en la trampa de oponerse como consumidores, a ellos mismos como trabajadores. Si uno no es capitalista y se opone por sistema a las huelgas en los servicios públicos, más que gafas para la miopía, necesita una operación de cataratas.

Más consumidores que trabajadores son los dueños del capital. Cualquiera de los otros, aún los bien pagados, da algo a cambio de su trabajo que para el capitalista vale más que lo que le paga. El capitalista lo tiene claro, entiende la dinámica de la lucha de clases e intenta siempre aumentar la brecha. Primero, la suya con los currantes. (También, de paso, la brecha salarial entre currantes).

Aunque el currelante no lo sepa ni se lo crea, produce plusvalor. Porque si deja de interesar lo que hace... ¡a la puta calle!


Han comenzado a prestar declaración ante los juzgados, varios controladores aéreos de Barajas y Torrejón de Ardoz imputados por abandonar las torres de control en un paro imprevisto que, a principios de diciembre del año pasado, provocó el cierre del espacio aéreo español y un caos en los aeropuertos.

Cuando nos posicionamos a favor de ellos no fue por su (bajo nuestro punto de vista) corporativismo y pertenencia a la aristocracia obrera, fue porque, objetivamente, les estaban modificando sus condiciones laborales a base de decretos y, para colmo, les obligaron a trabajar a punta de pistola según denunciaron. Eso sentaba un peligroso precedente para otros colectivos.

Pues bien, Luis Vericat, abogado que representa a unos ocho mil afectados por aquel paro, ha indicado que reclamarán que indemnicen a los damnificados con 10.000 euros. Y no se ha quedado ahí porque a continuación, realizó toda una declaración de intenciones, a saber: "A partir de ahora todos aquellos colectivos que pretendan pisotear los derechos de los ciudadanos no les va a salir gratis” (sic)

Esa “no gratuidad” puede ir desde pagar multas inalcanzables para el bolsillo o, incluso, penas de prisión. Una advertencia para, por ejemplo, los trabajadores de la limpieza, de los astilleros o de otros gremios, que pretendan cortar una carretera o un puente, exigiendo que cesen los abusos de la patronal. 

Los ciudadanos que entonces, empujados por una gigantesca campaña mediática, se cebaron con los controladores pueden ser, cualquier día, los siguientes de la lista.