miércoles, 27 de julio de 2011

Sobre la Constitución Europea

Produce melancolía la correosa tardanza de la mayoría para percibir y comprender los procesos lentos, aunque se desarrollen delante de sus ojos. Debido a ella, los manipuladores de la opinión tienen tiempo suficiente para dirigirlos según su conveniencia. Siempre la causa lleva ventaja al efecto. La tortuga no puede alcanzar a Aquiles.

Lo que hace más de seis años se veía venir, ya está aquí. Pero la mayoría aún funciona con las viejas ideas. Como una gallina sin cabeza que aún corre por el patio.

Si leéis algunos de los subrayados de lo que entonces escribí (para poquísima gente, como ahora: muchos más siguen leyendo El País) no necesitaréis siquiera actualizarlo. Tal vez sea suficiente sustituir el nombre de Bush...

El pueblo español, que aprobó en referéndum esa fallida (pero no tan fallida) constitución, abre ahora los ojos. Lentamente...

Hay que comprender esto, hacérselo ver a los demás, ¡y corre prisa!

De lo contrario, solo nos quedará la definitiva tristeza de Luis Cernuda:
Un día, tú ya libre
de la mentira de ellos,
me buscarás. Entonces 
¿qué ha de decir un muerto?

Acto solemne de la firma de la "constitución europea"




















La cultura política del consenso, tal vez la única posible durante la transición democrática (Vázquez Montalbán decía que el motor de aquel proceso fue un equilibrio de debilidades, más que de fuerzas) tuvo como consecuencia que las cuestiones acordadas por una mayoría de fuerzas políticas hayan adquirido desde entonces para casi todos la categoría de verdades indiscutibles. Y desde el golpe del 23 F estas cuestiones incuestionables, que hasta esa fecha mantuvieron un cierto equilibrio entre propuestas de izquierda y de derecha, se escoraron inexorablemente hacia estas últimas posiciones, sobre todo tras la victoria electoral del PSOE y su deriva subsiguiente: sólo por recordar lo más sobresaliente, pensemos en el referéndum de la OTAN, la reconversión industrial y la reforma laboral, presentadas todas como inevitables y como un seguro para evitar males mayores. En todos estos temas, el consenso PSOE-PP, disfrazado de confrontación en temas menores o de reparto de poder, ha constituido la verdadera pinza (¿se acuerdan de la otra?) que ha conducido insensiblemente a la mayoría a aceptar, siquiera como mal menor inevitable, el pensamiento único neoliberal.

En lo que se refiere a Europa, el “europensamiento” hegemónico establece tres cosas que aparecen fuera de todo debate posible. En primer lugar, el proceso de integración es intrínsecamente beneficioso, al margen de cualquier consideración sobre cómo se realice. En segundo lugar, no hay alternativa posible. En tercer lugar, todo el que se oponga es un colaborador objetivo de la extrema derecha (valen para esto tanto Le Pen como Bush). En este contexto no cabe la distinción izquierda-derecha, sino la que se da entre “euroescépticos” y “europtimistas”, y no afecta a la dirección del proceso, sino únicamente a la velocidad, porque cualquier cuestionamiento se aleja de la corrección política establecida.

El tratado que establece la mal llamada Constitución busca sobre todo resolver (amarrar) problemas vitales para los poderes económicos, burocráticos, mediáticos y políticos que la impulsan. Las clases dirigentes pretenden obtener así un cheque en blanco para sus políticas, mediante la deliberada confusión de sus intereses con los intereses generales. El imaginario colectivo atribuye a la palabra “constitución” unos valores positivos que evocan derechos, poderes y democracia. Lo real, sin embargo, es que en este caso los “señores del tratado”  nos otorgan una carta que en realidad expropia a las poblaciones el poder constituyente de definir las reglas, valores y principios para su autogobierno. Los procesos simultáneos de globalización e integración europea están propiciando una crisis de la democracia junto a la separación entre el pueblo y lo público.

Se puede decir que en este tratado, lo que queda de la socialdemocracia (restos devaluados) ha puesto lo declarativo y menos definido (lo modificable por mayoría), mientras la derecha liberal ha incluido lo vinculante y más detallado (lo que requiere en todo caso la unanimidad para cambiarlo).

Zapatero convoca este referéndum (no vinculante, por cierto), porque para él supone un plebiscito que puede reforzar su exigua mayoría, justo cuando la derecha política y económica y las burguesías nacionalistas, a las que también interesa, no van a oponerse al que propone. Al mismo tiempo, al plantearlo aquí, donde el euroescepticismo es tan menguado, el refrendo esperado será una ayuda para sus colegas de otros países, con opiniones públicas más divididas. Y además, el consentimiento de las poblaciones es un seguro que dificultará hablar más del real déficit democrático (a fin de cuentas, quien consiente, consiente).

Para terminar, expondremos algunas razones para decir NO a este tratado:

1º: rompe con el constitucionalismo social predominante tras la 2ª Guerra Mundial, y con la Constitución Española, supeditando lo social al mercado, en vez de organizar a éste y a la vida pública en función de la política y los derechos fundamentales.

2º: se constitucionalizan las políticas neoliberales, que en el largo, concreto y detallado apartado tercero precisan meridianamente los límites de aplicación de la Carta de Derechos. A partir de ahora, las políticas “socialdemócratas” serán más difíciles, uniéndose a los obstáculos políticos generales los jurídicos e institucionales. La lógica económica seguirá a toda prisa; la regulación política, laboral, social y económica no podrá alcanzarla. No en vano, justo cuando se amplía la Unión a países con gran desnivel económico, se reduce el presupuesto comunitario ¿qué convergencia se propone? 

3º: En el contexto internacional, pese a lo que se afirma, la Unión no supondrá ningún contrapeso a los EE.UU., al considerar a la OTAN complemento indispensable de la defensa europea, que se une estructuralmente a la Administración Norteamericana. Bastará una formal autorización de la ONU para intervenir en una guerra preventiva. Y al mismo tiempo se incrementan poderosamente los presupuestos militares y la investigación militar. Más que un contrapeso a los Estados Unidos, se proyecta un clon de los mismos.

Imposible matizar más: y en definitiva ¿quién matizará ese supuesto sí crítico que algunos piden?

Juan José Guirado Fernández
Febrero de 2005

Piolín: ¡tarde piaches!

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