viernes, 22 de julio de 2011

Lewis Mumford contra el apogeo de la máquina

Una nueva edición de ‘El mito de la máquina’ devuelve a las estanterías la obra de Lewis Mumford, quien detectó los peligros del progreso.

José Ardillo. Diagonal

Ilustración: Carlos Velasco

En un esfuerzo digno de encomio, la editorial Pepitas de Calabaza ha editado el conjunto de dos partes que solemos nombrar como El mito de la máquina, y que agrupa dos volúmenes, El mito de la máquina (Técnica y evolución humana) y El Pentágono del Poder, de Lewis Mumford. Muchos lectores nos preguntarán: ¿quién es este Lewis Mumford? Lo cierto es que presentar a un autor como él no es tarea sencilla. La vida de Mumford (1895-1990) cubre el siglo XX, y sus libros nos iluminan acerca de las transformaciones acaecidas en dicho siglo, aún el nuestro en tantos aspectos.

Si sus obras desaparecieran súbitamente de nuestras bibliotecas se nos privaría de utensilios muy valiosos para poder comprender las verdaderas causas del desastre que hoy amenaza a Occidente y, en general, al planeta. Pero lo curioso es que en países como España, las obras de Mumford, por una injustificable pero a la vez comprensible desidia de las grandes casas editoras, apenas habían llegado a aparecer en nuestras bibliotecas. Nos apañábamos con viejas ediciones originales, traducciones inencontrables hechas en Argentina, fotocopias, etc. ¿Cómo era posible que, sin ir más lejos, la obra que aquí nos ocupa y que es, sin duda, el testamento intelectual de Mumford, El mito de la máquina, no estuviera presente en algún catálogo en castellano? Es verdad que contábamos con Técnica y Civilización (1934), obra esencial, pero que sólo representa una parte de la contribución de Mumford.

En fin, y como sugeríamos antes, no podía sorprendernos tanto que las editoriales comerciales e incluso universitarias se desentendieran de Mumford. Él fue uno de los pocos autores visionarios que no se arrodillaron delante de las divinidades del Progreso, a las que el siglo XX rindió culto. Y esto nunca se lo perdonaron del todo. Aunque en su país natal, EE UU, fue un autor que alcanzó prestigio y reconocimiento, podemos afirmar que las principales obras de Mumford fueron arrastradas por el vendaval del olvido que siguió al trágico final de la contracultura, los años de la Guerra fría, la carrera nuclear y el bluff espacial, el fin de la pesadilla de Vietnam, etc. No es casual que los dos volúmenes de El mito de la máquina aparecieran entre los años 1966 y 1970, unos años plagados de acontecimientos y de convulsiones, quedando como una de las pocas obras que, leídas en la distancia y en el tiempo, destacan lúcidamente entre tanta confusión y algarabía.

Hay que señalar que, a partir de aquella época, los primeros ‘70, se dejaron de traducir y editar los libros de Mumford en castellano ¿acaso se sobreentendía que en un país como España, tan lanzado a la carrera desbocada de la modernización postfranquista, la obra de Mumford no sería más que la manifestación extemporánea de un espíritu sombrío? Pero tal vez exageramos y haya que pensar más bien que el desinterés por sus libros se debía al renuevo constante de las modas, más dañino aún que cualquier estrategia cultural planificada.

Y, sin embargo, la obra de Mumford, aunque de lectura exigente y pausada, no deja de ser un arsenal de sugerencias y pistas para todos los que hoy quieran orientarse críticamente. Ahora bien, los que vayan con prisas, los que busquen atajos y recetas fáciles, los que piensen que el análisis de la historia y la realidad no merecen más que quince minutos de lectura rápida mientras se espera el autobús o el metro, no encontrarán gusto en la lectura de El mito de la máquina. Estamos ante obras que exigen del lector paciencia y atención. En ese sentido son subversivos, porque oponen al fast food intelectual de la época una demanda de seriedad, rigor y gusto por la reflexión y el conocimiento. Algo realmente inadmisible en la época de twitter y del tren de alta velocidad. En esta sociedad que supuestamente nos hace ganar tiempo por todas partes, con sus increíbles tecnologías de la información y sus transportes cada vez más rápidos, Mumford nos recuerda que todos los avances técnicos tienen un precio y que la sustancia humana, al adaptarse a transformaciones vertiginosas que se le imponen, se disgrega en el aniquilamiento. Esta es la primera lección de una ecología humana para principiantes.

Sin declararlo explícitamente, los primeros escritos de Mumford apuntaban ya a una crítica consecuente del Estado, de la megalópolis, de la división del trabajo, de la tecnología invasora, de la tiranía de las élites y de la banalidad de los entretenimientos de masas. ¿Sería exagerado decir que sin pasar por estas consideraciones, tan presentes en toda la obra de Mumford, no tiene sentido alguno hablar de “democracia real”?

A lo largo de su vida, Mumford trató de muchas cuestiones (literatura, urbanismo, arte, antropología, historia) pero siempre con una perspectiva crítica y original. No es la obra de un erudito sedentario, sino de una mente inquieta que acierta a señalar las cuestiones realmente importantes. Y la enseñanza fundamental de Mumford es que a pesar del diagnóstico terrible que ofrece la sociedad capitalista industrial, nunca hay que dejarse arrastrar por un fatalismo estéril.

Uno de los versos de Tennyson que siempre le gustaba citar: “Vamos amigos míos / Nunca es demasiado tarde para buscar un mundo nuevo” podría servir de lema para los revolucionarios de todas las épocas, a condición de que partan de realidades y no de ilusiones ideológicas. De hecho, El mito de la máquina resume y agrupa el trabajo intelectual de toda su vida. Contiene, en primer lugar, una antropología que celebra los orígenes simbólicos, rituales, festivos de la humanidad y, en segundo lugar, una filosofía que analiza los caminos erróneos que nos han conducido al enclaustramiento técnico, al holocausto del poder y la megamáquina colectiva. Para Mumford no se trataría de regresar a unos improbables orígenes, pero sí de volver a partir de lo más genuino y fecundo que anida en nuestra historia y nuestra prehistoria para reconstruir un mundo más equilibrado, más igualitario, en armonía con la naturaleza, un mundo que rechace el legado paranoico de los poderosos y que abrace la vida en su sentido trágico y esplendoroso.



Lewis Mumford y el movimiento 15M

Una prueba de que la obra de Mumford es de plena actualidad la tenemos en los límites del movimiento de protesta que ha recorrido el país recientemente. La obra sociológica e histórica de Mumford nos enseña que el espacio urbano es sobre todo una creación del poder y que la desmesura y la brutalidad de nuestras ciudades modernas impiden hoy la participación mínima de sus habitantes en el control de sus destinos. Algo que Mumford ya había advertido desde hacía un siglo, cuando volviendo la mirada a la historia de su país observó que las comunidades dotadas aún de una cierta autonomía pertenecían al pasado, a la América preindustrial, donde la escala de las relaciones tenía aún una dimensión humana

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