lunes, 11 de abril de 2011

Un poema, dos películas, un epílogo


 Parábola de Buda y la casa en llamas (Bertold Brecht):
“Hace poco vi una casa. Estaba ardiendo. Por el tejado salían llamas. Me acerqué y vi que todavía había gente dentro. Le di una patada a la puerta y grité que había fuego en el tejado, advirtiendo a los moradores que salieran deprisa. Pero no parecían tener prisa. Uno de ellos quería saber, mientras el fuego ya le estaba chamuscando una ceja, cómo era la vida ahí fuera, si no estaría lloviendo, si soplaba el viento, si había otra casa cerca, y muchas cosas más.
Sin responder volví a salir de la casa. Esta gente -pensé- tiene que quemarse antes de dejar de hacer preguntas. De verdad os digo, amigos, que no tengo nada que decirle a los que todavía no tienen el suelo bastante caliente para cambiarlo por otro y se quedan donde están”.

El Ángel Exterminador (Luis Buñuel):
Un grupo de burgueses son  invitados a una cena. Durante ella, sirvientes y cocineros sienten deseos de abandonar la mansión y se marchan. Al terminar, los invitados se dan cuenta de que no pueden salir de la habitación por una razón que desconocen, aunque no hay aparentemente nada que lo impida. A medida que van pasando los días, el alimento y la bebida escasean, los personajes enferman y la basura se acumula. A partir de ese momento las buenas costumbres y la cordialidad poco a poco se acaban perdiendo y los burgueses se comportan como auténticos salvajes.

El Bosque, (M. Night Shyamalan):
Los habitantes de un precioso pueblo rural viven en armonía, en un entorno idílico. Pero soportan la aterradora creencia de que una serie de criaturas vive en el bosque que los rodea. La inocencia del pueblo se ve amenazada por las criaturas, señaladas por los moradores como “Aquellos de quienes no hablamos”. Los pobladores comparten el miedo a la malevolencia y a la fuerza que se presiente acecha afuera. Tan aterradora que nadie se atreve a aventurarse más allá del bosque.
Afirma el autor: «No he hecho una película de terror, sino sobre el terror. Sobre cómo el pánico puede llegar a convertirse en un instrumento político de control».

Aún no se nos chamuscan las cejas. Y nada impide salir de la casa, en pleno festín. La costumbre conduce a la confianza. Pero quien cada día ofrece maíz al pollo puede que ahora venga a retorcerle el cuello.
No actuar es suicida, pero hacerlo implica vencer una resistencia a cambiar.

Pero hay algo más, algo de lo que no hablamos, porque alguien que señala los temas en la agenda, ha dicho que ahora no toca.

¿Qué es común en las tres situaciones? ¿Qué razón paraliza a los protagonistas de las tres historias, impidiéndoles actuar? Las víctimas del incendio dudan, en medio del desastre, de que fuera haya algo mejor. Temen pasar de lo malo a lo tal vez peor. Los burgueses de Buñuel no llegan siquiera a saber qué les impulsa a quedarse. De entrada el lugar que deben dejar parece más cómodo y seguro que el exterior. Pasarían de lo bueno a lo tal vez menos bueno.
En ambos casos. En la última historia en cambio no hay razones para escapar, pero los aldeanos son manipulados para que teman marcharse. No se da la situación desesperada de los otros casos. Estos temen pasar de lo bueno a lo malo.
¿Cuál de estos casos podría compararse mejor con nuestra situación actual?
En la sociedad capitalista (tal es su nombre) el motor es la reproducción ampliada del capital, depredador, competitivo. Es una casa en llamas, pero dudamos en salir de ella. Se parece a la confortable mansión de la segunda historia. Confusamente intuimos que hay que escapar, pero no sabemos bien cómo, ni cuándo es el momento.
Unos la creen mala, pero desconfían de una alternativa que podría ser peor. Otros, cómodamente instalados, creen tener buenas razones para permanecer en ella, pero nosotros sabemos (y ellos en su fuero interno quizá también) que si no salen perecerán. Los retiene pensar que eso no es inmediato, que aún puede esperar...
Es también la aldea rodeada por el bosque que no se debe atravesar porque así lo han planeado los que no quieren que hablemos de ello, pero sí que temamos confusamente los cambios que permitirían salir de la situación. En la frontera está el peligro.
El presente es sólo un futuro muy cercano que se nos muestra con toda su presencia y potencia y quita valor a un futuro que nos parece aún muy lejano, demasiado para actuar ya, anticipándonos a él y ganándole la partida. El día a día, con su aparente estabilidad, nos mata.
Juan José Guirado
2005

No hay comentarios:

Publicar un comentario