miércoles, 6 de abril de 2011

¿En qué sentido es el tiempo una sucesión infinita? (IX)


 

Zenón, al echar a Aquiles a correr tras la tortuga, imaginaba una serie de lugares sucesivos, para mostrar que siempre que el héroe llegara a uno de ellos, el quelonio ya no estaría allí, sino en el siguiente. Lo único que debía hacer la tortuga era no detenerse. Aprovechar el saltote de Aquiles para dar ella su saltito y avanzar, por poco que fuera, a la siguiente etapa. 

 

La idea del eleata era negar el movimiento como fenómeno aporístico, intrínsecamente contradictorio, para mayor gloria del Ser, divinizado por Parménides como infinito, eterno e inmutable... 

 

No colaba el argumento por contrario a la evidencia pero no era fácil de rebatir. ¿Lo que parecía real era aparente, frente a otra realidad lógica superior? Para el pensamiento idealista, sí. Aunque un idealista teórico bien puede ser un materialista práctico, como parece que lo fue Berkeley. 

 

Los seres humanos desarrollaron el lenguaje mucho antes que las matemáticas. La lengua es el hecho social por excelencia. Nadie la ha creado, todos la heredamos ya construida, bastante perfecta. Las palabras expresan universales. No nos damos cuenta de que esos universales se basan en experiencias, experiencias ajenas que los han ido dotando de significados, y también experiencias propias de su uso, aprendidas por aproximaciones sucesivas al uso que les dan los demás, en edades muy tempranas que no podemos recordar. El fijismo es el punto de partida. El evolucionismo es muy posterior. 

 

Esas palabras y los conceptos universales de los que hablamos con ellas tienen la cualidad de modelar el pensamiento. La estática es anterior a la dinámica, y la lógica a la dialéctica. 

 

Encontramos a aquellos griegos con una lengua (y una verborrea) muy desarrollada, una geometría bastante potable y una aritmética raquítica, comenzando por su sistema de numeración. Así que para ellos las fracciones eran cantidades de partes iguales, no números racionales, tan fáciles de ordenar para nosotros en su forma decimal. 

 

La materia era infinitamente divisible, el tiempo, seguramente también, la recta como entidad geométrica era continua, infinita por prolongación o por subdivisión, pero la recta numérica no era lo mismo. Podían, geométricamente, sumar, restar, multiplicar y dividir. Aritméticamente, la división era mucho más problemática. Así que la idea de que una sucesión infinita de eventos pudiera realizarse en un tiempo finito era más de lo que podían tragar. Por eso el Aquiles secuenciado y narrado no podía alcanzar a la tortuga. 

 

danieltubau.com

 (sigue)

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