jueves, 7 de abril de 2011

El 23 F en la reescritura de la transición

Y una relectura de aquello con aspectos interesantes. Llamo la atención sobre algunos. Como las presidencias norteamericanas como contexto en que sucedieron los hechos señalados. 

Escribe Juan-Ramón Capella en mientrastanto.es número 90, Abril de 2011.

También aquí hallaréis el artículo entero.

El problema político que la transición debía resolver era doble. En el plano interior, el rey designado por Franco necesitaba instaurar un sistema de libertades para legitimarse, y la oposición democrática exigía democracia, frente al inmovilismo franquista y de una parte sustancial del ejército, erigido en tutor de la transición. En el plano exterior, los Estados Unidos exigían la integración de España en la Alianza Atlántica, sin veleidades neutralistas

El primer problema se resolvió, durante el mandato distensionista de Jimmy Carter, pactándose un régimen de libertades entre los representantes de la monarquía y la oposición democrática, aunque en forma de una partitocracia hermética a las demandas populares. Se hizo así para contener a la izquierda social y dar garantías a los tutores militares, que institucionalmente se erigían nada menos que en custodios del orden constitucional mismo. Con idéntico objeto se evitó la federalización de España, frente a las pretensiones periféricas. Con estas limitaciones y otras de las que no quiero acordarme aquí, se puso en marcha un sistema político someramente democrático, de hecho un sistema partitocrático de bipartidismo imperfecto con libertades individuales

El problema exterior, en cambio, se enquistó: en Washington se presionó para que España ingresara en la Otan desde el mismísimo día en que se anunció la muerte de Franco, pero la izquierda se negaba a someterse a los USA y el presidente del gobierno y del partido de la monarquía, Adolfo Suárez, de ideología nacionalista española, se oponía también al ingreso en la Alianza Atlántica, creyendo que España podía liderar con la India el neutralismo en el mundo, la política antibloques militares que practicaban los que entonces eran llamados “países no alineados”. 

El enquistamiento se agravó en 1980 con la llegada de Reagan a la presidencia de los Estados Unidos, quien desmanteló la distensión de Carter con una política agresiva no sólo hacia la URSS sino también respecto del neutralismo. Con eso quedó decidida la suerte de Suárez. 


El golpe se estropeó gracias a su más esperpéntico protagonista: Tejero.

(...)

En su aspecto de asonada, el golpe fracasó: Armada no pudo formar gobierno. Pero el gobierno que sustituyó a Suárez cumplió los objetivos centrales del golpe: el ingreso de España en la Otanel objetivo externo—, y puso freno mediante una ley (la Loapa) a las autonomías, el objetivo interno de la intentona. 


Léase a la luz de “Soberanos e intervenidos”, de Joan E. Garcés.

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