lunes, 28 de marzo de 2011

Rhinocéros

E. Ionesco, Rhinocéros (1960)[1]

                En el diálogo que mantienen Jean y Berenguer en el acto I de Rhinocéros se refleja claramente el contraste entre ambos personajes, y lo que representa cada uno de ellos. Jean, el sujeto cartesiano, racionalista, prototipo de personaje cuya construcción obedece a un principio de unidad característico del teatro tradicional; por otro lado, Berenguer, representa al sujeto escindido, problemático, segmentado, distanciado de sí mismo, prototipo del personaje cuya construcción obedece a un principio de discrecionalidad o discontinuidad, característico del concepto de personaje propio de la renovación teatral del siglo XX.

     Berenguer: No me gusta tanto el alcohol, pero si no bebo, no me encuentro bien. Es como si tuviera miedo, y entonces bebo, para no tener más miedo.
     Jean: ¿Miedo de qué?
     Berenguer: No lo sé exactamente. Es una angustia difícil de definir. No me siento completamente seguro en mi existencia, entre la gente, y entonces decido tomarme una cerveza. Me calma, me tranquiliza, me hace olvidar.
     Jean: ¡Te hace olvidar!
Berenguer: Estoy cansado, desde hace años estoy cansado. Me incomoda mi propio cuerpo...
     Jean: Eso es neurastenia alcohólica, melancolía de bebedor de vino...
     Berenguer (que continúa): Siento, por momentos, como si mi cuerpo fuera de plomo, como si llevara otro hombre a la espalda. No me habitúo a mi mismo. No sé si yo soy yo. En cuanto bebo, este peso desaparece, me reencuentro conmigo mismo, y vuelvo a ser yo […].
     Berenguer : ¡Me pregunto si yo mismo existo!
     Jean (a Berenguer): No existe, mi querido amigo, porque usted no piensa. Piense, y existirá[2].

[1] Cfr., para una atenta lectura de los textos de E. Ionesco desde el punto de vista de la construcción e interpretación del personaje teatral, las siguientes manifestaciones recogidas en sus obras Arts y Victimes du devoir (1954): “Pas de caractères, des personnages sans identité: ils deviennent, à tout instant, le contraire d’eux-mêmes; ils prennent la place des autres et vice versa ” (Arts, 1953). [“Nada de caracteres; personajes sin identidad: han de convertirse, incesantemente, en lo contrario de sí mismos; han de ocupar el lugar de los demás, y vice versa”]. “Nous abandonnerons le principe de l’identité et de l’unité des caractères, au profit du mouvement, d’une psychologie dynamique […]. Nous en sommes pas nous-mêmes […]. La personnalité n’existe pas. Il n’y a en nous que des forces contradictoires ou non-contradictoires […]. Les caractères perdent leur forme dans l’informe du devenir. Chaque personnage est moins lui-même que l’autre” (Victimes du devoir, 1954). [“Abandonaremos el principio de identidad y de unidad de los caracteres, en favor del movimiento, de una psicología dinámica [...]. Nosotros no somos nosotros [...]. La personalidad no existe. En nosotros no hay más que fuerzas contradictorias o no-contradictorias [...]. Los personajes pierden su forma en la devaluación formal de su desarrollo. Cada personaje, antes que él mismo, es otro, es una alteridad”].
[2] La traducción española es nuestra. Señalamos, a continuación, el texto original francés. Bérenguer : Je n’aime pas tellement l’alcool. Et pourtant si je ne bois pas, ça ne va pas. C’est comme si j’avais peur, alors je bois pour ne plus avoir peur./ Jean : Peur de quoi?/ Bérenguer : Je ne sais pas trop. Des angoisses difficiles à définir. Je me sens mal à l’aise dans l’existence, parmi les gens, alors je prends un verre. Cela me calme, cela me détend, j’oublie./ Jean : Vous vous oubliez!/ Bérenguer : Je suis fatigué, depuis des années fatigué. J’ai du mal à porter le poids de mon propre corps.../ Jean : C’est de la neurasthénie alcoolique, la mélancolie du buveur de vin.../ Bérenguer (continuant ): Je sens à chaque instant mon corps, comme s’il était de plomb, ou comme si je portais un autre homme sur le dos. Je ne me suis pas habitué à moi-même. Je ne sais pas si je suis moi. Dès que je bois un peu, le fardeau disparaît, et je me reconnais, je deviens moi […]./Bérenguer : Je me demande moi-même si j’existe!/ Jean (à Bérenger ): Vous n’existez pas, mon cher, parce que vous ne pensez pas! Pensez, et vous serez. (Cfr. E. Ionesco (1960), Rhinocéros, Paris, Bordas, págs. 66-69, acto I; ed. de Cl. Abastado).

 
La teoría literaria actual ve en los personajes seres construidos por el autor, con el recurso único de unas palabras destinada a un lector (y en el teatro, a un espectador), que los decodifica y reconstruye a su manera particular. El éxito de un personaje reside en un cierto acuerdo entre las construcciones de autor y espectador, acuerdo que requiere, además de la habilidad del primero, su respeto a unas normas convencionales aceptadas por el segundo, dependientes de la cultura que los dos deben compartir.
Ionesco contrapone a dos personajes que sintetizan dos culturas teatrales: el sujeto cartesiano y racionalista del teatro tradicional, en paralelo a la mente, segmentada y contradictoria, construida discrecionalmente como personaje del teatro del siglo XX. En realidad, un personaje como Berenguer era admitido, como caso patológico, por el teatro tradicional. La mente escindida y problemática del loco aparece en obras clásicas.
Lo que difiere aquí del teatro anterior es la doble función de los personajes. Porque, además de la que representan en el juego escénico, cada uno sirve para exponer las ideas correspondientes a uno de esos dos modos de construir un personaje... que es él mismo. Los personajes reflexionan sobre las características de que los ha dotado el autor. Esto es posible por su presentación en paralelo y porque el espectador culto al que va dirigida una obra de estas características es capaz de efectuar esa doble lectura.
Así, Berenguer acumula en este corto fragmento las siguientes ideas: “No me siento completamente seguro de mi existencia, entre la gente” [...] “Me incomoda mi propio cuerpo...” [...]  “No me habitúo a mí mismo. No sé si yo soy yo” [...] “¡Me pregunto si yo mismo existo!”
Y Jean le contesta, en una verdadera reformulación del principio cartesiano: “No existe, mi querido amigo, porque usted no piensa. Piense, y existirá”.
En el sentido más literal, semánticamente contradictorio, un personaje es un ser inexistente, pero tiene existencia, como ser pensado, en la mente del espectador. La frase final de Jean va dirigida, más que al ser pensado, Berenguer, al ser pensante, que es el espectador que lo piensa, y que con ello le da la clase de existencia de un personaje de teatro.
Si fue esta la idea del autor, constituye por sí sola la mejor defensa de una manera de hacer teatro, en la que el autor, discrecionalmente, porque le da la gana, se permite negar al personaje unitario del teatro tradicional y sustituirlo, si quiere, por otro discontinuo, problemático, si a fin de cuentas también puede admitirlo el espectador.
Espectador expectante                                                   
                                                           Juan José Guirado
Mayo de 2003

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