jueves, 24 de marzo de 2011

Libia, la legitimidad y el monopolio de la moral

Es dificilísimo (sólo por no decir imposible) tener toda la información de primera mano.

Pero lo que sí se puede hacer es atar cabos, pensar que las noticias pueden ser ciertas o no, y procurarse criterios que ayuden a juzgar. Y un buen criterio pasa por poner de entrada en tela de juicio lo que se lee u oye.

Cui prodest? ¿Quién es el beneficiario de una información? El sistema judicial encarga a distintas partes la acusación y la defensa. Por algo será.

Con alguna ingenuidad se puede pensar que un periodista no es parte sino más bien juez. O mejor dicho, es (o eso se supone) un testigo independiente que cuenta lo que ve. El papel de juez me lo deja a mí.

El tal periodista generalmente trabaja para un medio. Su beneficio es sencillamente su empleo. De ahí que los medios tengan, con ligerísimos matices, la ideología de sus dueños.

Las informaciones que crean opinión son las más difundidas. Si la información llega masivamente es porque el medio (agencia, diario de gran tirada, televisión...) es poderoso. Si es poderoso, tiene intereses que van más allá de la pura verdad. ¿Has pensado en la rara unanimidad con que acaban siendo tratados ciertos personajes tras una campaña de demonización, generalmente previa a otras actuaciones? Recordemos un caso.

¿Cómo en todo el periodo previo a la invasión de Irak se fue creando en el imaginario la figura satánica de Sadam (Satán) Hussein? Con independencia de que fuera más o menos real, recuerda que llegó a ser un mantra necesario despejar cualquier duda, y al iniciar cualquier "no a la guerra" todos los pacifistas de cualquier tendencia estaban obligados a comenzar diciendo "en modo alguno voy a defender a ese monstruo de Sadam, pero..."

Ahora el sátrapa es Gaddafi. Emplearé yo el mantra: no voy a defenderlo. Con seguridad presenta luces y sombras. Como tantos otros. Y con seguridad tiene tras de sí a mucha gente, y en contra a otros. Como todos, héroes y villanos. Y como el héroe o el villano de turno, más que un individuo todopoderoso es una personificación al servicio de grupos de interés, de clases sociales o fracciones de ellas. Y todo trufado con ideologías religiosas, políticas...

Juzgad vosotros mismos. La izquierda (sea lo que sea eso) está desconcertada ¿Cómo situarse sin traicionar principios y sin adoptar el triste papel de tonto útil? Este tío ¿era bueno, luego malo, después otra vez bueno, o viceversa? Y sobre todo ¿ha modelado, él solito, la realidad libia?

Pies de plomo.

Votación en las Naciones Unidas

Olga Rodríguez, El minotauro anda suelto. 23.03.2011

Al igual que en la Edad Media las potencias actuaban para evangelizar y en el siglo XIX para civilizar, ahora actúan para proteger, liberar o democratizar. Suena muy bien -para los que ven el mundo con superioridad y paternalidad colonial- siempre y cuando fuera cierto para todos y cada uno de los casos de intervención militar.

Si los dobles raseros se perpetúan será difícil que estas grandes potencias mantengan su credibilidad a flote.

Pero de momento, en este orden internacional actual, el poderío militar y el nivel de riqueza determinan la capacidad de decisión e influencia, otorgan el monopolio de la moral y conceden el goce de la inmunidad.

Son desequilibrios de poder en un mundo de desigualdades que perpetúa los privilegios de unos y el desamparo de muchos.

El criterio de la izquierda. Eduardo Hernández Fernández. Rebelión
La lógica amigo-enemigo se desarrolla con una estrategia que se aplica en casi todos los casos y que ha permanecido prácticamente invariable en estos 70 años: CONDENAR, AISLAR, AGREDIR. Es sobre todo el tercer mundo el que conoce de cerca este mecanismo de destrucción y saqueo que de un caso a otro solo difiere en el ritmo y en algunos aspectos prácticos. Hay quien lleva más de medio siglo sometido a este acoso. Desde hace cincuenta años Cuba ha sufrido las más terribles condenas, se han intentado todas las formas de aislamiento, y cuenta en su haber con no pocas agresiones. Su supervivencia se debe, entre otras cosas, a su clara conciencia sobre esta situación: Contesta de forma rigurosa y sistemática cualquier intento de condena, contraataca consiguiendo la condena internacional en NNUU de la política norteamericana, evita su aislamiento internacional estableciendo alianzas en todos los terrenos en la mayor parte de los países del mundo, y responde y se prepara frente a cualquier intento de agresión. Su experiencia en este terreno está siendo valiosa en América Latina, en países que, en su camino de insurgencia, han de enfrentarse a este proceso. Venezuela es sistemáticamente condenada por la coalición imperialista, se busca aislarla internacionalmente y ha estado en varias ocasiones al borde de la agresión. Esa es la razón por la que en América Latina, entre sus prioridades sitúa la de responder a esta estrategia, a cada uno de sus pasos y a cada una de sus manifestaciones.
Es fácil identificar este mecanismo en el resto del mundo y descubrir el papel de sus actores. La condena se desarrolla mediante la interacción de los medios de comunicación y los aparatos políticos, la clase política sienta las bases, el arquetipo de la denuncia que se alimentará mediáticamente, encauza el rumbo mediante declaraciones, informes y acuerdos institucionales. En esta primera fase, como en las demás, no se escatimarán recursos, exageraciones, mentiras, verdades a medias y todas las formas posibles de manipulación al servicio de que el público acepte lo inaceptable: La agresión. Ésta será desproporcionada y sangrienta y para que se acepte la población deberá establecer un equilibrio en el que pueda apreciar que se hace justicia, de modo que es imprescindible que la condena esté cargada de violencia y de muerte, ( muertes reales, ficticias y virtuales, todas contribuyen). Si las hay nos las enseñarán una y mil veces, si no las hay nos las contarán los reporteros, las virtuales aún no existen pero se producirán. Poco importa que cada vez sepamos que la anterior condena fue mentira, que nunca se mataron niños en las incubadoras en la primer a guerra del golfo, que no había armas de destrucción masiva en la guerra de Iraq.
La incapacidad de la izquierda para construir la memoria colectiva les permite en cada nueva ocasión utilizar el mismo esquema. Hoy todos insisten en que esta vez no hay mentiras y consiguen centrar nuestra atención sobre la credibilidad de lo que esta sucediendo en Libia y apartarla de la cuestión central: La estrategia de dominación
Esta intoxicación perdura a lo largo de todo el proceso, los elementos sistemáticamente acumulados en las condenas deben facilitar el aislamiento que alcanzará los ámbitos político económico y social. Diferentes instancias internacionales se pronunciarán a favor de la condena o en el mejor de los casos se desmarcarán o guardarán silencio, el mundo económico en manos del imperio no necesita instrucciones, él es el que las da. La sociedad sacudida por las atrocidades difundidas en la propaganda y ya personalizadas en una figura criminal aceptará las cosas tal y como se le presentan a pesar de que puedan apreciar engaños, contradicciones, o los intereses en juego. El aislamiento se presenta como lógico y necesario sin dejar percibir que es la antesala de la agresión. La agresión guarda siempre coherencia con el resto del proceso: Se agrede porque hay una condena, porque la comunidad internacional lo autoriza. El objetivo siempre es salvar a los pueblos aun cuando nunca se haya logrado. Se hace así porque el pueblo para todos define la bondad y para evitar su crimen los agresores actúan unidos, enfatizando que son muchos, frente al condenado que ya está aislado, no porque así se haya construido, sino como resultado de su infinita maldad. Finalmente, la agresión nunca establecerá su alcance, ni su final, ni su salida, porque la dominación no tiene fin, una y otra vez el mismo rito, eficaz, incontestable, impune. La necesidad de agredir es la necesidad del transito de lo político a lo militar: El orden jerárquico, la obediencia debida, la impunidad. Exactamente lo contrario de lo que se dice defender: La voluntad popular y la paz. En estas condiciones no podemos participar en las condenas aunque tengamos sobradas razones si no somos capaces de quebrar el proceso, perdemos la posibilidad de plantear lo que no tiene ninguna duda: La sistemática estrategia de agresión del imperio como forma de perpetuar su dominio.

Leonor Massanet, una española en Libia


Leonor Massanet: La verdad sobre Libia from microchip on Vimeo.

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