lunes, 14 de marzo de 2011

La clase de la guerra

Reseña de Ramón Pedregal Casanova acerca de “Los últimos días de la Humanidad", de Karl Kraus

En la “Nota Previa”, entrada a “Los últimos días de la Humanidad”, se nos dice que Karl Kraus recoge “las voces de la Primera Guerra Mundial,… pues la guerra se dio no solo en los campos de batalla…, sino también, en los sonidos y chirridos del lenguaje en el frente y en la retaguardia”.

Este libro es el zapato de los pueblos europeos, el zapato de millones de personas honestas, para lanzar por millones, por todos los millones de personas que murieron y hoy mueren, a los asesinos coronados que las llevaron a cabo y a los que hoy las emprenden. Este libro es el zapato-libro que Karl Kraus nos legó a las gentes que aun somos conscientes, además de ejemplificar una alternativa desde el mundo cultural a la ideología de tales asesinos. Karl Kraus nos advierte que todo lo que dice y tal cual lo dice fue dicho, fue pronunciado y esas palabras fueron la música de la época. “El documento es protagonista”, su valor crece conforme avanza la lectura, y nuestro autor hace una advertencia al final de su Prólogo: “A quien sea demasiado sensible, aunque posea suficiente insensibilidad como para soportar nuestra época, le convendrá mantenerse alejado de éste espectáculo”. Haga un esfuerzo, no siga el dictado de Kraus, léalo y délo a leer.

Algunos párrafos del libro:

Conversación en la calle

El quinto: ¿No habéis leído el periódico? Mirad lo que pone aquí (saca una hoja del periódico): Bajo ningún aspecto se to…to…le…lerarán los excesos patrióticos que, además, pueden repercutir negativamente en el turismo.” Porque ¿dónde queréis que se desarrolle luego un turismo si no, dónde? ¿A ver?”

El sexto: ¡Bravo! ¡Tiene toda la razón! Promover el turismo no es moco de pavo, no señor…

El séptimo: ¡Cierra el pico!

El octavo: Así es. ¡Que esto es una guerra, y no estamos pa bromas!”

Encuentro de psiquiatras para analizar a un pacifista preso. Imponen la consideración de loco a quien no obedece:

El profesor Boas: …; ahora, (en la guerra) bajo el peso de las privaciones, millones de personas han vuelto a encontrar el camino hacia la naturaleza y hacia una forma de vida sencilla… Nuestra población es ahora más sana a pesar de la desnutrición. El veneno del pacifismo ha penetrado ya incluso en los cerebros sanos, y el exagerado idealismo de los detractores de la guerra alienta a los bragazas y emboscados a adoptar lo que constituye el peor de los males padecidos por el pueblo alemán. Éste hombre… llamó la atención de los círculos más altos al punto de que una personalidad que todos nosotros veneramos (los asistentes se levantan)… nuestro príncipe heredero, manifestó que había que darle un buen tortazo a éste tío. --- A nosotros, señores, nos corresponde… encomendarlo a las instancias competentes en lo criminal. (Abre la puerta y grita): ¡Policía!”

Ensalzan el bestialismo y ridiculizan el humanismo; un médico militar ante una sala atestada de heridos se dirige al médico que allí asiste:

“Ahora hay guerra y el supremo deber de la profesión médica consiste en dar buen ejemplo e ir suministrando material humano. …Como colega intento hacerle entender que el lugar ideal para un inútil es la trinchera,… El nefrítico aquel… El tío sólo tiene que disparar sus cincuenta balas, ¡luego puede palmarla si quiere! El servicio de Su Majestad…”

La burguesía no va a la guerra; un médico militar: “¡Caray! Mira… a ese lo libré ayer del servicio activo. Y hoy ya esta de juerga. … ojalá tuviera yo en billetes de diez lo que su viejo en billetes de mil”

Entre la documentación dialogada, Kraus aporta conversaciones que ya saben que la primera guerra va a dar al poco en la segunda y cómo ven en las dos el negocio. El cinismo lo congela todo, los que más alientan a la guerra son los que no van y se aprovechan de ella. Se trasluce la caída de la moneda, la crisis bancaria, la eclosión social, el camino seguido, se vuelca la defensa y promoción de la guerra por parte de la iglesia, “por la patria y por el negocio” dicen entre ellos brindando, “gandules”, insultan a los heridos. Y cómo no, el machismo expresado por la burguesía; las mujeres burguesas discursean en una asamblea troperil: “a nosotras las mujeres nos gusta mezclar sonrisas con lágrimas y hasta en el dolor sentimos la necesidad de ser guapas. … me gustaría proponer que se libere de sus labores a las empleadas de hogar alemanas con el fin de aumentar el número de combatientes… todas las jóvenes y mujeres devolverán muy gustosas los puestos de trabajo ocupados durante la guerra a los heroicos combatientes que vuelvan… Sólo se recurrirá a la mano de obra femenina cuando no haya suficientes hombres”.

Conversación entre maridos y esposas de la clase burguesa: “¿Qué, Elsita? Contenta de que tu maridito no tenga que defender la patria, ¿eh?”.

Conversación entre mandos militares: “… lo que el ejército debe a una información de guerra bien uniformada… ¿Qué carajo quiere la gente? ¿vivir eternamente? No es el momento, señores, para apasionarse por una nimiedad así… ¡Si de mí dependiera ¡la censura debería dar un ejemplo y ahorcar a toda esa gentuza! (gritos de ¡bravo!) Viva Su Majestad…”

Finalmente veremos como los cementerios se han convertido al final de la guerra en una atracción turística. El negocio de la guerra para la clase de la guerra.

Trinchera británica en la batalla del Somme

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