lunes, 29 de abril de 2024

¿Se acaba el "tiempo"? ¿Qué "tiempo" es ese?

No es esta una llamada desesperada porque se acabe el tiempo para reaccionar ante la que se nos viene encima (que también...), como tantas que retóricamente circulan y que más bien entumecen las mentes, sino la continuación de mis reflexiones sobre el tema Filosofía y Tiempo que ha ocupado la XL Semana Galega de Filosofía.

En esta ocasión el desencadenante es la conferencia del escritor Franco "BiFo" Berardi titulada de forma muy sintética Tiempo, muerte, abstracción.

¿Cuál es el hilo conductor que pone en relación estas tres entidades? La abstracción, desde luego, siempre estará presente en el lenguaje, porque preside todos los conceptos universales. Elegidas una o más connotaciones, se las aplica a un conjunto de objetos, reales o imaginados, que entendemos incluibles en una categoría.

Los conceptos más despojados de connotaciones, los más universales, son los más abstractos. Especialmente dos son ineludibles en cualquier análisis: el tiempo y el espacio. Si el segundo es más objetivable, porque permanece sin prisas ante nosotros, el tiempo, como ya hemos visto, es huidizo y lo dejamos continuamente atrás. Se va, se escapa dejando una abstracción sobre algo que existe solamente durante un instante sin duración; atrás queda un tiempo que ya no existe más y nos internamos vertiginosamente en un futuro que no existe todavía.

Este es el tiempo intuitivo, uniforme e indefinido, sin origen ni final conocido, y por ello conceptualmente eterno. Y absolutamente abstracto e ideal.

Para objetivarlo, y siempre hay que hacerlo, necesitamos de otro tiempo mensurable, un tiempo que mida movimientos, sobre todo movimientos que tienen límites, un principio y un final. Estos movimientos son necesariamente cíclicos, repetibles, y se basan en un conjunto de ciclos naturales (día, año...) o vitales (respiración, metabolismo...) interiorizados por todos y considerados estables y permanentes. Movimientos que admiten, y esto es importante, múltiplos y submúltiplos, al superponer a los ciclos naturales movimientos que consideramos simultáneos, uno de los cuales (el reloj) sigue un ritmo uniforme, o unos ciclos cortos suficientemente estables.

Este tiempo medible es el que utilizan la ciencia y la vida cotidiana, y se contrapone al tiempo ideal en el que lo insertamos.

¿Y qué pinta la muerte en todo esto? Precisamente la duración de todo movimiento real está destinada a un término, y así es la vida humana en la que se inserta todo conocimiento, toda actividad personal.

Que sepamos, el ser humano es el único que puede representarse su tiempo en estos términos. Otros animales están sujetos a ciclos vitales, y los siguen. Su futuro se inserta siempre en estos ciclos, pero su experiencia de la propia muerte futura se limita a tratar de conservar su vida presente.

Por eso todas nuestras expectativas, todo lo que llena nuestras vidas, sabemos que tiene un tiempo limitado para realizarse. Su duración real está sometida a la siempre problemática duración de este límite.

Por eso, Heidegger distinguió, en Ser y Tiempo, dos formas de "ser" en el tiempo, que en alemán denomina sosein (ser así) y dasein (ser ahí).

En nuestra lengua tenemos dos verbos que, con las debidas precauciones, podrían traducir estos conceptos: ser y estar. El ser define la simple existencia, sin más. Los animales "son", y punto. Están situados en el tiempo ideal de la duración sin límites aparentes. Cuando el hombre se plantea "estar", y no puede dejar de hacerlo, tiene siempre un proyecto de vida más o menos rico, lleno de episodios finitos que sabe finitos. Los comienza y, si puede, los termina. Y siendo siempre un "estar para" contingente, en último término sabe que es un ser destinado a su acabamiento.

Esta distinción entre Ser y Estar la había utilizado Marx en otro contexto, cuando distinguió en las clases sociales dos momentos de diferente lucidez: si en todo caso la clase obrera es una clase "en sí", la conciencia de pertenecer a esta clase la transformará en una clase con un proyecto emancipatorio, una clase que está aquí "para sí".

Vemos así, en dos planos diferentes, el del individuo y el de los colectivos, la misma distinción. En realidad, siendo el individuo inseparable de sus relaciones, ese impulso hacia la participación y la acción se realiza siempre en el seno de un colectivo. Para Heidegger el colectivo en que se implica es "el pueblo alemán". Para Marx, "la clase obrera", como representante genuina de un grupo más amplio, "el género humano".

Volvamos a nuestra reflexión. La implicación de estos límites temporales, frente a la vasta extensión de los contenidos posibles y las expectativas que generan, llevan a BiFo a hablar del fin del tiempo, de la aniquilación del futuro tal como lo entendíamos.

La conferencia me llevó hasta su libro Después del futuro, sobre el agotamiento de la modernidad. El corto siglo XX comienza con una exaltación de la velocidad, de la expansión sin límites: había futuro. Termina en un agotamiento convulso que destruye estas expectativas hasta el punto de que solo espíritus obcecados pueden seguir manteniéndolas. Hace ya mucho que sabemos que esta "sostenibilidad" es insostenible, y mucho menos sostenible es aquel futuro de expansión exultante.

Un momento crucial en la conformación de las mentes es el paso del dominio de la máquina física al de la máquina virtual. La atención, y en gran medida el trabajo que crea el valor, se ha desplazado al ciberespacio, y el tiempo de atención, en enorme grado, al cibertiempo.

El tiempo finito lleno de posibilidades infinitas contiene en sí un conflicto, una terrible contradicción: mientras el espacio real, y también el ciberespacio, se llena más y más de posibilidades, el tiempo disponible para el análisis de los datos se circunscribe al ciclo diario que no se puede estirar. Con esto se produce un déficit de atención que daña irreparablemente la capacidad de reflexión. Y la salud mental.

Os pido que sigáis leyendo esta selección de contenidos del libro, y que atendáis al vídeo que dejo para el final, en la que para mí ha sido la conferencia clave de esta Semana.

Vayamos al libro. El salto crucial, el que da origen a este desbocado sistema económico, es el que pasa del ciclo mercancía-dinero-mercancia, en que la finalidad del dinero es el intercambio de mercancías, al capitalista dinero-mercancía-más dinero. A partir de aquí, la mercancía, incluida en ella la fuerza de trabajo, pasa a ser un simple medio para la acumulación de dinero.

Pero BiFo se plantea el agotamiento del modelo cuando la realidad pone un límite físico a esta cadena sin fin:

El antiguo modelo industrial de acumulación estaba basado en el ciclo D-B-D (Dinero, Bienes, más Dinero). El nuevo modelo financiero de acumulación se basa en el ciclo D-D-D (Dinero-Depredación-más Dinero), que implica lo siguiente: Dinero-Hundimiento social-más dinero.

Este es el origen del agujero negro que está disipando rápidamente el legado del trabajo industrial y de las estructuras propias de la civilización moderna.

Una grieta se está abriendo en nuestra percepción del tiempo y estamos tratando de rehuirla. Es como una falla tectónica en la superficie de nuestras expectativas, una incisión profunda en nuestra idea de futuro.

(...)

Un siglo después de la publicación del Manifiesto futurista, la velocidad se ha desplazado del ámbito de las máquinas externas al ámbito de la información. Eso significa que la velocidad se ha interiorizado, se ha transformado en automatismo psico-cognitivo.

(...)

Mientras la máquina externa podía concebir nuevos territorios para su explotación, existía un futuro que conquistar, porque el futuro no es solo una dimensión del tiempo, es también una dimensión del espacio. Futuro son los espacios que aún no conocemos y que debemos descubrir, explotar. 

Una vez colonizado cada milímetro del espacio terrestre, dio comienzo la colonización de la dimensión temporal, es decir, de lo vivido, de la mente, de la percepción. Es entonces cuando comenzó el siglo sin futuro. Se abre aquí la cuestión de la relación entre la expansión ilimitada del ciberespacio y los límites del cibertiempo. El cibertiempo es tiempo mental, la atención de que la sociedad es capaz. 

El ciberespacio, punto de encuentro virtual de las proyecciones generadas por innumerables emisores, es ilimitado y se expande continuamente. El cibertiempo, es decir, la capacidad de elaboración mental en el tiempo, no es ilimitado: sus límites son los de la mente humana, y se trata de límites orgánicos, emocionales, culturales.

(...) 

Como dijimos, en la modernidad el futuro tenía dos características tranquilizadoras: de algún modo se podían conocer sus líneas de tendencia y prever su evolución; en cierta medida, era influenciable. 

Sin embargo, en tanto que los movimientos del capital financiero, de la economía y de la producción se han desvinculado de cualquier elemento cuantificable, de una masa más o menos compacta y evaluable de tiempo de trabajo, ya no es posible previsión alguna, conocimiento fiable alguno. Y mucho menos se puede creer en la eficacia de la acción humana.

(...)

El presente es tan denso que el cerebro no puede apartarse de él, no puede proyectar su experiencia más allá del momento presente. Para proyectar la profundidad temporal, la mente necesita disponer de objetos mentales en perspectiva, elaborar su relación, sucesión, potencialidad. La saturación del cerebro social por los estímulos informativos tiende a impedirlo. El futuro se vuelve inimaginable. 

El estrato de la infoesfera se torna cada vez más denso, y el estímulo informativo invade cada átomo de la atención social. El tiempo mental no es infinito, ni expandible de forma ilimitada.

(...)

Más allá de cierto umbral, la aceleración de la experiencia provoca una reducción de la conciencia del estímulo, una pérdida de intensidad que afecta a la esfera de la estética, de la sensibilidad y también a la esfera de la ética.

(...)

La escuela y la universidad están cada vez menos orientadas a la formación de personas libres y cada vez más orientadas a la producción de terminales humanos compatibles con el circuito productivo. El objetivo cada vez más explícito de la formación es someter a los humanos al proceso de producción del valor: la interacción fluida de la máquina productiva requiere suavizar las asperezas (diferencias culturales, históricas, estéticas).

(...)

En la net economy la flexibilidad ha evolucionado hacia una forma de fractalización del trabajo. Fractalización quiere decir fragmentación del tiempo de actividad. Ya no existe el trabajador como persona. Es solo un productor intercambiable de microfragmentos de semiosis recombinante que entra en el flujo continuo de la red. El capital ya no paga la disponibilidad del trabajador para ser explotado durante un periodo de tiempo largo. Ya no paga un salario que cubra todas las necesidades económicas de una persona que trabaja. Al trabajador (máquina que posee un cerebro utilizable por fragmentos de tiempo) se le paga por su prestación puntual, ocasional, temporal. El tiempo de trabajo resulta fractalizado y celularizado. Las células de tiempo están a la venta en la red y las empresas pueden comprar las que quieran sin comprometerse de manera alguna con la protección social del trabajador. El trabajo cognitivo es un océano de fragmentos microscópicos de tiempo, y la celularización es la capacidad de recombinar esos fragmentos de tiempo en el marco de un semiproducto singular. Podemos considerar el teléfono móvil como la cadena de montaje del trabajo cognitivo.

(...)

La economía de la atención se ha convertido en un sujeto importante a lo largo de los últimos años. Los trabajadores virtuales tienen cada vez menos tiempo disponible, pues están involucrados en un número creciente de tareas mentales que ocupan cada espacio de su tiempo de atención, ya no tienen tiempo para dedicar a sus vidas, al amor, a la ternura, al afecto. (...) El resultado de esto es una psicopatologización de la relación social.

(...)

Una verdadera ola de comportamientos psicopáticos parece dominar el escenario de los primeros años del nuevo milenio. El fenómeno de los suicidios se extiende mucho más allá de los confines del fanatismo islámico. Desde el 11 de septiembre de 2001, el suicidio se ha convertido en el acto político crucial de la escena política global. No debemos ver el suicidio agresivo solo como un fenómeno de desesperación y agresión, sino como una declaración del fin. La ola de suicidios parece sugerir que el género humano está totalmente fuera del tiempo, y la desesperación se ha convertido en el modo prevaleciente del pensamiento sobre el futuro. 

Esta última reflexión la expresa perfectamente el mismo Franco Berardi en este poema, contenido en Se agota el tiempo. Rebelión poética por el clima y contra la crisis ecosocial en apoyo de Rebelión Científica y los ecologistas criminalizados. VV. AA. Coordinación: Militancia Poética y Antonio Orihuela. La Vorágine, 2024.

Poema muy oportunamente publicado en el blog Escombros con hoguera:


VALE. EL APOCALIPSIS LO HACEMOS NOSOTROS

Vale, lo hemos entendido.
Nos forzaste a venir a este mundo sin preguntarnos
si estábamos de acuerdo.
Lo hicisteis porque creéis que tener hijos es divertido,
pero para nosotros no lo es. Nuestro hermano Zain,
que aparece en la película de Nadine Labaki
Cafarnaúm, denunció a sus padres por haberle
dado a luz en un campo de refugiados sirios,
y todos nos unimos a él.
Vale, nos habéis convocado a este mundo de mierda
donde el aire nos asfixia
en Taranto y Nueva Delhi,
donde hay que besar el culo a algún mierda
con corbata si quieres tener un salario de mierda.
Vale, ustedes nos han traído a esta mierda de mundo
de mierda donde para ir a la escuela
tengo que vender veinte años de la vida que tendré
si la tendré
y verás que no la tendré
porque nos trajiste a un mundo
donde los estados asesinos tienen la bomba nuclear
y casi todos los líderes que vosotros habéis elegido
son como Hitler Modi Hitler Trump
Hitler Dutarte Hitler Erdogan Hitler Putin Hitler
Xi Jing Ping Hitler Netanjahu Hitler Macron Hitler
y sigue tú si te apetece.

Entonces Greta Thunberg está en huelga
buena chica buena chica un poco ingenua
pues aún cree que los poderosos de la tierra
le hacen caso.
Pero no hay más poderosos en la tierra
hay un monstruo inexpugnable y abstracto
que nos ha atrapado y nos está sofocando.
Un millón de niños buenos han seguido a Greta,
la mayoría blancos pero son como nosotros:
no son culpables de lo que pasó en el siglo pasado
no son culpables de la extracción y explotación
no son culpables de las partículas finas
que nos provocan el asma y el cáncer
no son culpables de las inundaciones
y de los drones que bombardean
no son culpables de los niños asesinados
por los israelíes en el gueto de Gaza.
No tienen la culpa ni memoria de las promesas
tontas de las esperanzas tontas
de las tontas palabras progresistas y esperanzadoras
que se creían nuestros ingenuos coetáneos de hace
medio siglo en milnovecientossesentayocho.
Vale, lo entendimos, no hay posibilidad de reducir
el polvo fino que nos causa el cáncer
antes de treinta años.
Un impuesto sobre el plástico colapsaría
los beneficios de las empresas de embalaje
de Emilia, así que no se puede poner un impuesto
sobre el plástico y el plástico ha invadido los mares,
ya no podremos nadar.
Vale, no hay ninguna posibilidad de desmantelar
las bombas nucleares que pronto explotarán
en Karachi e Islamabad.
Bosques en llamas en California
Bosques en llamas en Siberia
Bosques en llamas en Amazonia
Bosques en llamas en Australia
Y todo este fuego no lo prendimos nosotros.
Vale, lo hemos entendido, no tendremos
un salario suficiente para irnos de vacaciones
como hacía el abuelo
trabajador de Italsider
que ahora se está muriendo de cáncer, al menos
a sus 30 años podía irse a la playa
diez días al año
con toda la familia
hace 40 años.

Entonces sabes qué te digo:
hemos entendido que el espectáculo se llama
Apocalipsis
y que el Apocalipsis es un espectáculo excitante
pero solo si yo soy el director, solo si los actores
son mis compañeros
que tienen 16 años
que tienen 13 años
que tienen 12 años y queman la escuela
y queman la iglesia
y queman la casa
y queman toda la ciudad
sabes qué te digo
mejor el apocalipsis iluminado por los fósforos
que compré en el estanco
mejor el apocalipsis que puedo grabar
con mi cámara Samsung 340
armada con los últimos programas de Sony
y transmitida por doquier en las memorias
olvidadizas de Instagram.
Arde chico arde
que sea un final eufórico
nadie se salvará
atraparemos al hijo del amo
ya le gustaría fugarse con la nave espacial Tesla
hacia un planeta lejano
le atraparemos antes de que pueda subir
a su starship interestelar.

Vale, lo hemos entendido con vuestra obsesión
por las ganancias y el banco
habéis creado condiciones de extinción inevitable.
La extinción me vale
mientras sea una explosión
no una muerte lenta, dolorosa y agotadora
y aburrida
como la vida de mi padre que trabaja en un banco
que trabaja en la fundición
que trabaja para la compañía
que le provoca el cáncer
y el asco.


Termino esta larga disertación con el vídeo de la conferencia que la ha motivado:

viernes, 26 de abril de 2024

La noción de Tiempo en la Historia de la Filosofía

Como cada año, el pasado lunes de Pascua comenzaba (¡y ya tenemos aquí el Tiempo como ubicación, como lugar!), en Pontevedra (y aquí está el Espacio) la Semana Galega de Filosofía. Esta vez celebraba oportunamente su cuadragésima sesión anual (¡cuánto tiempo resistiendo!) bajo el lema Filosofía y Tiempo. 

Así como el espacio es para nosotros una permanencia, un apoyo sólido, el tiempo se nos escapa continuamente, como un punto sin posibilidad de detención. ¿Cuánto "dura" un instante? ¿Cuánto "mide" un punto?

La filosofía nunca ha podido encarar el tiempo sin un apoyo físico, que siempre ha de partir, como señaló Kant, del apriorismo de su existencia, basado en la experiencia previa de la existencia de nosotros mismos como seres pensantes, algo que ya había observado Descartes, que ya no piensa ni existe, cuando aún podía pensar.

Esto abre dos vías paralelas, dos corrientes filosóficas que discurren buscando un encuentro que raramente se produce si no es como conmutación, como cambio de vía. La corriente materialista, que se apoya en la creencia de que existe una realidad objetiva independiente de nosotros mismos, y la idealista, que pone toda su atención en el hecho de que toda nuestra noción de la realidad es inseparable de conceptos e ideas que solo existen en nuestra psique; mientras esta existe.

El propio desarrollo de la Filosofía, desde Grecia, es paralelo al de la Física. Fijémonos en cuáles son las magnitudes (¡ojo a la palabra!) que utilizan las leyes físicas: espacio (S), tiempo (T), masa (M) y carga eléctrica (Q).

No aparecieron simultáneamente, sino a lo largo de un proceso histórico (temporal, por lo tanto) que ha ido condicionando todo el pensamiento tanto en las ciencias como en la filosofía. Corresponden estas etapas a cuatro momentos de abstracción que dan origen sucesivo a la Geometría, la Cinemática, la Dinámica y el Electromagnetismo.

Las dos primeras instituyen un campo ideal, vacío e ilimitado, en que existen y se mueven las otras dos, Son los cuerpos, su permanencia y sus cambios, los que llenan ese espacio y ese tiempo, y son ellos y nuestra experiencia sobre ellos quienes hacen posible la medición y objetivación de pedazos mensurables de espacio y tiempo.

Los propios conceptos de "punto" e "instante" son inseparables de la imagen mental basada en segmentos cada vez más cortos y duraciones cada vez menores, pero cuando se transforman en ideas pierden su materialidad, hasta que llegamos a dudar de su existencia "real".

Los únicos puntos observables son siempre puntos materiales, mensurables, así como lo son los únicos tiempos de que podemos hablar, medibles con duraciones reales, sean años, días, segundos o microsegundos. El tiempo, como el espacio, se convierte en irreal si lo separamos de las realidades que se mueven en ese espaciotiempo abstracto.

Se suma a esto la dificultad de imaginar lo que se desarrolla en espacios demasiado pequeños o demasiado grandes, o en tiempos demasiado largos o demasiado cortos, sin llevarlo a la escala propia de nuestra percepción, que es la de nuestros ciclos vitales y en última instancia de nuestra propiocepción. Es la existencia de esos tiempos que se repiten periódicamente (el ritmo cardíaco, la respiración, los ciclos circadianos, e incluso anuales...) la que nos da continuamente la esperanza de que esa repetición continúe indefinidamente, creando en nosotros la sensación de un futuro que aún no existe cuya única base es la experiencia fijada en la memoria de que hubo un pasado que tampoco existe ya.

25 imágenes por segundo logran la ilusión de continuidad real en la experiencia cinematográfica. Otros seres, con toda seguridad, perciben otros tiempos, dependiendo en última instancia de sus necesidades evolutivas o de su tamaño. El sistema nervioso de una mosca o de una ballena no pueden transmitir señales en tiempos equivalentes.

¿Habéis observado como andan las palomas? Cuando dan un paso su cabeza queda atrás, detenida en el espacio, y recupera su posición al paso siguiente. Con esto logran una sucesión de imágenes fijas, que seguramente constituyen su película construida sobre una imagen por segundo.

Aunque intuyamos que se trata de entidades objetivas, no es posible otra forma de percibir el tiempo y el espacio que la facilitada por nuestra propia forma de existir. La comunicación también depende de esa escala espaciotemporal. Cuando imaginamos encuentros con seres extraterrestres habremos de reconocer la imposibilidad de comunicarnos con ellos si sus ritmos vitales son cientos o miles de veces más rápidos o más lentos que los nuestros.

Nos tranquiliza percibir los astros, y sobre todo el Sol, aparentemente inmóviles en el espacio. Solo en el orto y en el ocaso lo vemos moverse. Pero si los días duraran una hora, ¿podríamos soportar ese cambio incesante? 

Como el tiempo es indiscernible sin cambio, sin movimiento, los hitos temporales son inseparables de los espaciales. ¿Podéis imaginar un día de la semana, o del mes, sin la imagen inmediata de un calendario? ¿Una hora del día sin la de un reloj? Es imposible sin fijar en la mente una imagen espacial.

Son estos hitos los que hacen tan especiales las doce de la noche o las fechas señaladas, y sobre todo las campanadas de fin de año. Pero son instantes exactamente iguales a otros cualesquiera.

Tenemos entonces dos ideas de tiempo y espacio, la abstracta de un discurrir uniforme en un espacio uniforme y la concreta de volúmenes de espacio libres y ocupados o duraciones temporales observables. Y en medio de estas dos formas de espacio y tiempo se alzan los hitos que marcan límites, principios y finales, que por puntuales dejan de ser materiales y devienen en puras ideas de realidad, una realidad que nos es inaccesible.

Curiosamente llamamos "reales" a los únicos números cuya "realidad" es inalcanzable. Esto debe ser una llamada a conformarse con los límites del conocimiento, pero siendo imposible separarnos de nuestra experiencia cotidiana recurrimos a ella para comparar lo incomparable, como cuando "vemos" lo diminuto en un microscopio como si fuera algo de tamaño visible, o los satélites de Júpiter que nos acerca el telescopio.

Nos empeñamos en hablar de los primeros segundos de nuestro universo; ¿qué submúltiplo de qué día serían esos segundos? Si contamos los miles de años de esperanza de vida de nuestro sol antes de convertirse en una gigante roja estamos imaginando vueltas de la Tierra a su alrededor tal y como las observamos actualmente.

La propia idea de comienzo o fin del universo es una proyección de nuestra limitada experiencia temporal. Matemáticamente, el infinito o el infinitésimo son únicamente procesos mentales basados en sucesiones numéricas con límites inalcanzables. Entonces tomamos uno de esos límites, lo llamamos "pi" y nos quedamos tan tranquilos.

Nos tranquiliza la idea de volver sobre el pasado cada vez que queremos. La escritura, que convierte el tiempo verbal en espacio visitable y reversible, fija el tiempo fugaz en un espacio al que podemos volver en segundos, terceros o más tiempos. Hablé de esto hace años, en la conferencia El espacio dentro del tiempo. Sin duda el relato literario incluye en su tiempo de lectura cualquier espacio, pero también es capaz de meter ese tiempo dentro de su espacio escrito.

La única base para conocer el tiempo es la experiencia de la continuidad. Las realidades no cambian sin movimientos, y a movimientos y tiempos muy pequeños corresponden cambios imperceptibles. Nuestro cerebro no registra las continuamente cambiantes imágenes retinianas, sino que construye sus propias imágenes mentales. Pensad en una película en que el ojo de la cámara se comporte como un ojo humano. ¿Veríamos algo coherente?

Basta de preguntas retóricas sin respuesta. Dejo aquí una interesante sesión de la Semana, la que ofreció el profesor Xesús Vázquez Méndez. El idioma gallego puede suponer para muchos una dificultad, y la imagen fija y un sonido no muy claro pueden desanimar a quienes no tengan la paciencia de esforzarse en seguirla. Tampoco aparecen en el video las imágenes y diagramas que se proyectaron en la sala. ¡Una pena!

Aún así, la ofrezco a espíritus esforzados.

miércoles, 17 de abril de 2024

El marco mental del enemigo

Empezaré este comentario con una cita que apea de su pedestal las pretensiones y los humos de los creyentes en destinos manifiestos, los haya dispuesto "Dios" o lo haga "Naturaleza"; dicho esto en recuerdo de Spinoza y su identificación panteísta, (o tal vez prudentemente atea).

El paleontólogo Francesc Gascó Lluna es autor del libro Paleontología pop, lecciones desde el pasado. Leo en la página 124:

La realidad es aterradora: no nos hemos ganado estar aquí, ni hemos sido una tendencia del mundo natural. Somos el resultado de una carambola tras otra. Pero llevamos siglos reconfortándonos en la idea de que éramos especiales: primero, seres cuasi divinos, creados a imagen de seres superiores; después, la culminación y perfección última de la evolución. Pero lo cierto es que no somos más que unos simios viviendo en nuestro instante del tiempo geológico, como otras tantas especies. Y como todas las especies, nuestros días están contados. No hay más que echar un vistazo al registro fósil para aprender que nada es para siempre, que la vida se acaba.

Si la ciencia echa por tierra cualquier orgullosa predestinación y nos recuerda la finitud de nuestra estancia por aquí, lo que no deberíamos hacer es acelerar esa extinción que sabemos inevitable. Nuestra vida particular procuramos que dure, aunque haya quien acelere su final más o menos voluntariamente. ¿Por qué no preservamos igualmente nuestra presencia colectiva?

Son los marcos en que estamos situados los que dirigen casi siempre nuestra conducta. Nos adaptamos a ellos y es muy difícil salir de su dominio. Por algo hay actualmente tanta obesidad mórbida y tantas adicciones, aunque casi todos sepamos lo que nos hace daño.

Se trata ante todo de marcos mentales. Son la horma que altera nuestra percepción de la realidad y nos aferra a permanecer en ellos.

Los experimentos mentales de Albert Einstein superaron y reformularon los marcos de la física clásica. Aprendamos de él. Este es uno de sus consejos, hallado aquí:

Uno de los dichos más recordados del científico fue "no podemos resolver un problema si razonamos de la misma manera en la que razonamos para crearlo", por lo que el físico siempre buscaba nuevas perspectivas para agilizar sus capacidades de resolución. 

Razonamos dentro de marcos dados. Las religiones y las ideologías tienen una sólida base social, apoyada en los intereses de quienes las han impuesto y aceptada sin más por la mayoría. Otras ideas se abren paso penosamente, más o menos reprimidas según el peligro que las clases dominantes perciban en ellas, el consenso que logren para combatirlas o la fuerza real de que dispongan para hacerlo.

Los marcos falsos son difíciles de mover. Lo expresa a la perfección la Ley de Brandolini:

«La cantidad de energía necesaria para refutar tonterías es un orden de magnitud mayor que la necesaria para producirlas»

Es más fácil engañar a la gente que desengañarla. No es agradable reconocer que se ha pecado de crédulo; equivale un poco a sentirse tonto. Además, el proceso de refutar las falacias y los bulos es arduo y difícil:

La desfachatez y la ignorancia pueden hacer una pregunta en tres líneas, cuya respuesta costará saber e ingenio, treinta páginas. Cuando esto se haya hecho, la misma pregunta se volverá a hacer triunfalmente al año siguiente, como si nunca se hubiera escrito nada sobre el tema. Y como a la gente en general, por una u otra razón, le gustan más las objeciones cortas que las respuestas largas, en este modo de disputa (si se le puede llamar así) las probabilidades deben estar siempre en nuestra contra; y debemos contentarnos con aquellos para nuestros amigos que tienen honestidad y erudición, candor y paciencia, para estudiar ambos lados de la cuestión.

Si falacias y bulos, además, nos alivian de preocupaciones ofreciendo soluciones falsas a problemas verdaderos, el desengaño se hace aún más difícil.

En la ardua tarea de escapar de estos marcos engañosos hay que abandonar las fantasías y prestar, una vez más, oídos a la ciencia.

Antonio Turiel es un científico. No es un político que parta de posiciones preconcebidas. Sus conclusiones se basan en un conocimiento avalado por el de miles y miles de otros científicos. Frente a los negacionismos, algunos expresos y la mayoría tácitos, que buscan soluciones técnicas y casi siempre fantásticas a problemas sistémicos. 

Y esas conclusiones son claras:

Hay que repetir y profundizar una y otra vez en la explicación de qué es lo que pasa, por culpa de la abrumadora sordina mediática sobre la verdadera dimensión de la crisis biofísica de nuestra civilización. 
Todo el trabajo previo, todo el trabajo que he hecho en estos 14 años de divulgación, se resume en que no hay ninguna manera técnica de mantener el capitalismo. No es posible, físicamente, seguir con el mismo sistema socioeconómico. Faltarán recursos, faltará energía, y los problemas ambientales y el Cambio Climático en particular ya están causando desastres en cascada que afectan a la "normal" ejecución del sistema económico. Solo cabe esperar fallos y más fallos, cada vez más concatenados y al final en cascada, hasta que en la práctica el capitalismo, tal y como lo entendemos hoy en día, haya desaparecido de una manera u otra, bien porque haya evolucionado hacia un sistema democrático o más probablemente– autoritario que sí que nos mantenga dentro de los límites biofísicos del planeta, bien porque la civilización colapse (y en el caso extremo la especie humana se extinga). 
"Entonces, ¿cuáles son las soluciones?" 
No hay solución posible dentro del capitalismo. Simplemente, no la hay. El cambio que necesitamos es cultural, es social, es económico, es político y es radical, ya que se necesita ir a la raíz del problema. Necesitamos salir del marco mental del enemigo, y empezar a pensar por nosotros mismos, a ser libres, a respirar. 
Durante estos meses yo sigo hablando con representantes de muchas empresas muy diferentes, todas ellas en el sector productivo. Todas ellas son conscientes de la gravedad del momento. De hecho, para todas ellas (dicho por los propios directivos con los que he conversado) la clave ahora mismo no está en el crecimiento, sino en la supervivencia. No tienen claro si podrán sobrevivir, están buscando desesperadamente métodos y maneras, de todo tipo, para sobrevivir. 
Entonces, si la industria tiene claro que la batalla es otra, ¿a quién le interesa este solucionismo impuesto a grito pelado de los industrialistas, el mismo que nos está arrastrando al foso? 
El solucionismo solo le interesa al poder financiero, puesto que en un mundo postcapitalista no tiene futuro. El sector financiero es el único que no acepta ni aceptará nunca que el mundo ha cambiado, porque aceptarlo significa aceptar que su negocio se ha terminado. 
Los industrialistas, con su solucionismo machacón, están hablando solo en representación del poder financiero. Es al único al cual realmente representan.

Esto lo ha publicado en su blog el pasado miércoles. Os dejo con él:







miércoles, 10 de abril de 2024

El marco mental del enemigo


Queridos lectores:

"Entonces, ¿cuáles son las soluciones?"

Ésta es la pregunta frecuente que oigo al finalizar cualquier acto en el que participo.

Una pregunta muy lógica en el marco mental que nos movemos, y que por tanto es muy repetida. En cualquiera de estos actos empleamos, aún, una cantidad increíble de tiempo en hacer el diagnóstico de la situación, y queda siempre poco margen de tiempo para hablar sobre el qué hacer. Pero no hay remedio: hay que repetir y profundizar una y otra vez en la explicación de qué es lo que pasa, por culpa de la abrumadora sordina mediática sobre la verdadera dimensión de la crisis biofísica de nuestra civilización (la policrisis como a veces se dice, fruto del choque repetido y obstinado contra los límites biofísicos del planeta). Porque la gente no sabe lo que está pasando en realidad. Ven que las cosas no funcionan, que no van bien, pero no entienden. Más aún: hay tal cantidad de basura comunicativa, de cachivaches (des)informativos, que resulta tan difícil avanzar en la discusión como lo es moverse en medio del desván de la abuela: a cada paso, alguien te saca una "noticia" que leyó o escuchó (a veces hace ya años, pero nunca fueron desmentidas), cáscaras vacías que siempre envejecen muy mal pero que continúan ocupando espacio en la discusión: que si grafeno, que si fusión, que si torio, que si combustibles sintéticos, que si hidrógeno verde, que si metanol, que si baterías de sodio, que si litio-fosfato, que si geotermia, que si undimotriz... Y en medio de ese espeso follaje de medias verdades y clamorosas mentiras, yo me encomiendo a nuestro patrono, San Brandolini, y voy paciente pero penosamente abriéndome camino con el machete de los datos y el análisis técnico. Y así, cuando por fin y ya sin tiempo llegamos a la claridad de comprender la situación, es cuando llega la pregunta de marras.

"Entonces, ¿cuáles son las soluciones?"

Esta frase es, en realidad, una falacia más, pero de un tipo diferente a las anteriores. Y es que si bien las anteriores se pueden refutar desde un punto de vista técnico, con argumentos científicos y datos contrastados, en este caso el problema es conceptual. Es una pregunta mal formulada porque parte de un marco conceptual erróneo.

El marco conceptual del enemigo.

Porque, después de una farragosa discusión técnica, sobre cuestiones técnicas, contrastando datos del mundo real, se plantea el "¿y entonces qué?" como si la respuesta debiera darse en el mismo plano conceptual, es decir, en el técnico.

Pero eso es una falacia.

Todo el trabajo previo, todo el trabajo que he hecho en estos 14 años de divulgación, se resume en que no hay ninguna manera técnica de mantener el capitalismo. No es posible, físicamente, seguir con el mismo sistema socioeconómico. Faltarán recursos, faltará energía, y los problemas ambientales y el Cambio Climático en particular ya están causando desastres en cascada que afectan a la "normal" ejecución del sistema económico. Solo cabe esperar fallos y más fallos, cada vez más concatenados y al final en cascada, hasta que en la práctica el capitalismo, tal y como lo entendemos hoy en día, haya desaparecido de una manera u otra, bien porque haya evolucionado hacia un sistema democrático o más probablementeautoritario que sí que nos mantenga dentro de los límites biofísicos del planeta, bien porque la civilización colapse (y en el caso extremo la especie humana se extinga).

"Entonces, ¿cuáles son las soluciones?"

Esa pregunta contiene, implícita, la idea de que se den soluciones técnicas para mantener el sistema tal cual. Al formular esa pregunta de esta manera, se da por hecho que hay que mantener el capitalismo y solo se acepta escuchar sobre desarrollos científicos y tecnológicos

Llevamos atascados en este punto literalmente décadas. Hace 50 años que sabemos que no hay soluciones científico-técnicas que permitan mantener el capitalismo, pero llevamos 50 años poniendo todo el peso de la discusión en las soluciones científico-técnicas. Es la doctrina del solucionismo.

Es el marco mental del enemigo.

Pensamos con el marco mental del enemigo, lo cual imposibilita encontrar ninguna solución. Los industrialistas (de los que ya hablamos hace unas semanas), esas personas que piensan que el único modelo de transición energética posible es uno basado en instalaciones de energía renovable a escala industrial para producir energía a escala industrial con el objetivo único y declarado de mantener la actual civilización industrial a la misma escala de hoy en día, no aceptan que pueda haber ningún otro marco de discusión. Continuamente vociferan y porfían que éste es el único marco de discusión, y que quienes se salen de él son catastrofistas, colapsistas o, en el mejor de los casos, políticamente ingenuos. Mientras tanto, como ya comentamos, avanzamos con paso firme hacia otro shock de precios en el petróleo y posiblemente en el gas natural, mientras que la repetición de curtailments y precios cero o negativos no solo en España sino en toda Europa evidencian que el modelo de Renovable Eléctrica Industrial (REI) está fracasando, con el lógico nerviosismo generalizado, ataques mutuos entre diversos generadores de electricidad, y larguísimas y aburridísimas (aparte de técnicamente endebles) explicaciones por parte de presuntos gurús energéticos sobre por qué esto no es un problema y que hay un futuro brillante para el REI (y no será porque no se hubiese avisado, yo mismo en el Parlament de Catalunya en septiembre de 2022 en un rato que las honorables personas que me oían pudieron dejar de mirar sus móviles).

Por si esto fuera poco, la crisis ambiental sigue su curso. El desbalance radiativo del planeta llega a los 2 vatios por metro cuadrado, un valor extraordinariamente elevado (la última glaciación terminó por un desbalance, temporal, cuatro veces menor). La AMOC podría colapsar. Innumerables ecosistemas en todo el mundo podrían desaparecer. Los plásticos y otras sustancias tóxicas entran en nuestro torrente sanguíneo. El agua dulce escasea. La sequía es un fenómeno global que pone en peligro alimentario a millones de personas. Problemas todos ellos que el REI no solo no ayuda a resolver, sino que los agrava (incluyendo la presunta reducción de emisiones de CO2). Problemas que no admiten ningún tipo de aplazamiento

"Entonces, ¿cuáles son las soluciones?"

Solo hay una.

Salir del marco mental del enemigo.

No hay solución posible dentro del capitalismo. Simplemente, no la hay.

El crecimiento económico es incompatible con la preservación ambientalLo dice la propia Agencia Europea del Medio Ambiente, que es un organismo dependiente de la Comisión Europea.

No hay ninguna negociación posible con el capitalismo. Lo único que podemos discutir es su finalización, si es que queremos tener un futuro.

Hay soluciones, pero no son de carácter técnico. Eso no quiere decir que la ciencia, la técnica y el desarrollo tecnológico no sean útiles. Lo son; más aún, son parte imprescindible de la solución. Pero fuera de un marco capitalista.

Los industrialistas continúan haciendo ruido una y otra vez para evitar que nos paremos y nos demos cuenta de que el problema está mal planteado. Que el problema no se podrá resolver con más tecnología, sino con más cultura, más sociedad, más personas verdaderamente humanas. El solucionismo nos distrae de la discusión real.

Durante estos meses yo sigo hablando con representantes de muchas empresas muy diferentes, todas ellas en el sector productivo. Todas ellas son conscientes de la gravedad del momento. De hecho, para todas ellas (dicho por los propios directivos con los que he conversado) la clave ahora mismo no está en el crecimiento, sino en la supervivencia. No tienen claro si podrán sobrevivir, están buscando desesperadamente métodos y maneras, de todo tipo, para sobrevivir.

Entonces, si la industria tiene claro que la batalla es otra, ¿a quién le interesa este solucionismo impuesto a grito pelado de los industrialistas, el mismo que nos está arrastrando al foso?

El solucionismo solo le interesa al poder financiero, puesto que en un mundo postcapitalista no tiene futuro. El sector financiero es el único que no acepta ni aceptará nunca que el mundo ha cambiado, porque aceptarlo significa aceptar que su negocio se ha terminado.

Los industrialistas, con su solucionismo machacón, están hablando solo en representación del poder financiero. Es al único al cual realmente representan.

Mientras, en el mundo real, el cambio que más desesperadamente necesitamos es social y es cultural. Da vergüenza ajena ver personas que dicen venir del ámbito de las ciencias sociales claudicando a las exigencias del industrialismo, aceptando que el momento no está "políticamente maduro" para abandonar el capitalismo (en una muestra más de insultante y condescendiente paternalismo).

Pues no. El cambio que necesitamos es cultural, es social, es económico, es político y es radical, ya que se necesita ir a la raíz del problema. Necesitamos salir del marco mental del enemigo, y empezar a pensar por nosotros mismos, a ser libres, a respirar.

Y a éstos que no se ven capaces de abandonar el marco mental del enemigo les diría que si no van a ayudar, que se aparten y no estorben si es que su ego se lo permite.

Salu2. AMT 


P.Data: Quizá habrán notado que, a pesar de mi promesa de escribir más durante este 2024, el ritmo de publicación de posts continua siendo bastante ralo. Pero en realidad sí que estoy cumpliendo mi promesa, solo que no estoy escribiendo aquí: continúo preparando mi próximo libro, de título provisional "El futuro de Europa", que debería entregar en un par de meses (por cierto, el libro intenta dar respuesta al solucionismo que se plantea en este post, centrándome sobre todo en la cuestión técnica). Así que discúlpenme que me prodigue menos por aquí y permanezcan en sintonía.

domingo, 7 de abril de 2024

Contra cualquier negacionismo climático o energético, la verdad contrastada.

Viento Sur










La doble preocupación por el cambio climático y la crisis energética y el encontronazo entre estos problemas, coincidentes en el tiempo, está ocasionando una enorme cantidad de artículos más o menos tecnocientíficos que prometen soluciones mágicas, desde nuevas fuentes inagotables para obtener energía "limpia" hasta técnicas de distribución que optimicen su aprovechamiento.

Lejos de estas ensoñaciones, la revista de debate político y teórico del PCE, Nuestra Bandera, se viene ocupando de ambos problemas desde una postura crítica. Al menos tres números han publicado artículos demostrativos de cómo este partido se plantea el futuro, ajeno al entusiasmo desarrollista que alguna vez abrazó la izquierda.

En el número 244, "Ante la crisis ecosocial, una alternativa anticapitalista, ecologista y feminista" (para el que también preparé un texto), Jorge Riechmann exponía crudamente Capitalismo verde: no (tampoco como "Green New Deal") sino ecosocialismo (descalzo). Más adelante, el número 251, "Socialismo verde: respuestas urgentes ante la crisis" (también aquí colaboré), lo iniciaba Eva García Sempere con su artículo ¿Quién teme al decrecimiento? Podéis imaginar quién es ese "quién".

Ahora llega el número 262, "Reflexiones críticas en torno a la transición energética".

Estas son algunas de las ideas clave que contiene:

  • Una parte del pensamiento y el proyecto de la izquierda ha sido y es crecentista, pero no ha sido así en todo tiempo y lugar. La presión del medio capitalista la obligó a una competencia brutal para evitar su fracaso ante un sistema que no se detiene ante nada.
  • La visión ecológica y el concepto de metabolismo social aparece pronto en la obra de Marx, conocedor de los avances científicos de la época, ante los experimentos de Liebig sobre el metabolismo de las plantas y los factores limitantes de su crecimiento.
  • Si todos los sistemas de la naturaleza se hallan en un equilibrio no siempre estable, son los organismos vivos los que de forma incesante están sometidos a una dinámica de consumo de recursos y eliminación de residuos; subsisten mientras funciona ese metabolismo. Los ecosistemas, como sistemas de organismos vivos, funcionan transformándose, siempre en riesgo de colapsar.
  • Aunque un ecosistema colapse en su interacción permanente con otros, el conjunto se mantiene como un ecosistema global que contiene a todos los demás.
  • Tres sujetos metabólicos podemos encontrar en la obra de Marx. En primer lugar, el más amplio metabolismo planetario, basado en la capacidad terrestre para captar y aprovechar la energía solar transformándola en materia orgánica, materia viva. Dentro de él se sitúa el metabolismo antropológico, social, que transforma la naturaleza en productos con valor de uso. Por último aparece un metabolismo socialcapitalista, cuando el anterior muta, y el dinero, como equivalente universal, es el que se reproduce constantemente, creciendo sin cesar alimentado por el trabajo humano y el de la naturaleza.
  • Mientras los intercambios ecosistémicos "funcionan", se mantiene su equilibrio, pero el último metabolismo, el que sustituye lo útil por lo rentable, es incapaz de detenerse salvo en momentos de crisis destructivas, tras los que rebrota corregido y aumentado hasta que lo detengan definitivamente los límites planetarios, pues inevitablemente se halla inmerso en los metabolismos precedentes.
  • De ahí la contingencia histórica del capitalismo, que ha roto la relación necesaria y transhistórica entre el metabolismo planetario y el antropológico.
  • Ninguna tecnociencia puede superar esta realidad. Siendo el intercambio energético la base de todos los metabolismos, el sistema capitalista intenta optimizarlo, pero no puede lograr que esa optimización se aproveche para reducir los insumos de energía; antes al contrario, los alimenta sin cesar.

Brevemente comentaré alguno de los textos contenidos en la revista, y una nota final sobre un artículo muy reciente sobre la nueva panacea: el hidrógeno.

Jorge Riechmann se extiende sobre energía, transiciones ecosociales y modos de vida. Además de la crudeza con que describe el futuro que nos espera si permanecemos en esta dinámica, deja claro que el mayor problema no es la falta de recursos, sino el exceso de expectativas.

No se trata solo de que los más poderosos se apropien de la mayor parte del pastel, sino que en los países más ricos es la mayoría la que vive ya por encima de lo sostenible, y es muy difícil renunciar a las comodidades adquiridas. Claro que esto no debería llevar a los trabajadores de nuestro mundo rico a sentirse del lado de quienes los explotan, pero el hecho es que arrastra a muchos a tolerar las tramas ecocidas y genocidas de la derecha, siquiera sea por omisión, y aún a otros a apoyarlas.

Con el señuelo de los puestos de trabajo que se crean (no se cuentan los que al tiempo se dejan de crear) se mantienen y amplían las industrias de guerra, las fábricas de armas que se exportan a putrefactas satrapías, la industria naval que fabrica barcos de guerra para los golfos jeques... del Golfo.

Caracteriza a los metabolismos la apropiación de recursos fuera del organismo y su expulsión al exterior. Lo mismo ocurre con nuestras sociedades. Extraer los recursos y externalizar los problemas alimenta a un ser vivo, pero es también la base de la ganancia extraordinaria de una empresa, de un país, de una clase social. La gentrificación expulsa de los barrios ricos a los anteriores habitantes molestos; los inmigrantes indigestibles son expulsados, los residuos materiales se exportan, al tiempo que se atrae a los potentados a nuestras ciudades, y contra lo que pueda parecer, a los inmigrantes (mejor si son irregulares, porque tienen menos derechos y son más fácilmente explotables), mientras los mercados obligan a los países a producir lo que otros consumirán, aunque sea claramente superfluo.

En el artículo se incluye una cita de Manuel Sacristán, que en una conferencia suya de 1979 decía:

Todo el pensamiento de izquierda probablemente debería hacerse mucho más naturalista de lo que fue. Seguramente recordaréis que [Bertrand] Russell encontraba como principal defecto de la obra de Marx su escasa atención a las ciencias de la naturaleza. El reproche es, en parte, injusto. En parte se debe a que Russell, aunque fue muy longevo, no podía leerlo todo y, desde luego, a Marx no lo leyó y se le nota. Se le nota bastante en las críticas a Marx que no lo ha leído. Pero de todas maneras tiene su punto acertado.

Lo que Russell desconoce es que eso era casi programa de trabajo de Marx. Los que recuerden las primeras páginas de La ideología alemana tal vez tengan presente que en las primeras páginas dice allí:  «La base de todo es la Naturaleza. Lo que pasa es que no me voy a ocupar de ella porque tengo otras cosas que hacer». Punto a parte, y se pone a tratar de otra cosa, pero después de haber dejado dicho al principio que el estudio más fundamental es el cosmológico, incluso para la especie, está hablando de la especie.

Bien es verdad que eso poco se ha rellenado en su tradición. Y lo mismo vale para los anarquistas, dicho sea de paso. En los comienzos, eran mucho más sensibles a los temas cosmológicos. Si alguien ha repasado bibliotecas anarquistas del siglo pasado, notará la eficacia y el entusiasmo admirables con que difundieron buena ciencia de divulgación. Los anarquistas, no los neoanarquistas más frecuentes ahora o por lo menos más visibles, sino los de finales del XIX han hecho un trabajo de educación científica del proletariado de la época admirable. Difundiendo, por ejemplo, la Astronomía de Reclus, a Flammarion, a los grandes materialistas del XVIII y del XIX. Luego, tanto entre anarquistas como entre marxistas, eso ha perdido vigor...

Vigor que ahora estamos obligados a recuperar.

Otro artículo de interés es el introductorio, del profesor de la Universidad Complutense Alberto Coronel Tarancón, titulado precisamente El marxismo decrecentista y la teoría de los metabolismos de Marx, en el que hallo la descripción precisa de los tres sujetos metabólicos antes comentados:

En la obra de Marx es posible diferenciar, al menos, tres sujetos metabólicos en cuyas tensiones descubre la contradicción entre la capacidad de regeneración de la Tierra y el crecimiento capitalista:

  1. El metabolismo planetario, que Marx denomina «el metabolismo universal de la naturaleza», en referencia a la capacidad de la Tierra para transformar la radiación solar en materia orgánica en la base de las cadenas tróficas (aquí la referencia es el debate Liebig-Moleschott).
  2. El metabolismo antropológico entre la humanidad y la naturaleza, o metabolismo social, mediado, como vimos en la cita anterior, por el proceso de trabajo consistente en la transformación de la naturaleza en productos con valor de uso (Marx, 2017a, p.239).
  3. El metabolismo socialcapitalista, entendido como mutación del metabolismo antropológico tras la irrupción y la generalización del modo de producción capitalista en el capitalismo industrial del siglo XIX, y dentro del cual el dinero aparece instituido como equivalente universal que rompe la relación directa entre el ser humano y los medios de reproducción de la vida (Saito, 2017, p.45).

Mientras que la relación entre el metabolismo planetario y el antropológico es necesaria y transhistórica, su mutación en el metabolismo antropológico-capitalista es contingente e histórica, pues, cuando el trabajo metabólico del ser humano queda subsumido por las dinámicas reproductivas del capital, el producto del proceso de trabajo ya no es lo útil (el valor de uso), sino lo rentable (el plusvalor), lo cual activa la orientación al crecimiento ilimitado que no existía en los metabolismos precapitalistas.

Dentro de este esquema triangular, la contradicción capital-trabajo y capital-naturaleza son simultáneas y tangenciales, no paralelas. Cuando crece el proceso de trabajo capitalista aumenta el volumen de sustancias naturales que son metabolizadas por el trabajo humano. Esto agrava la extralimitación productiva, que comienza a consumir y generar residuos por encima de la capacidad regeneradora de la Tierra. Con todo, la teoría de los metabolismos de Marx es más compleja que esto. Lo realmente ambicioso de la teoría metabólica de Marx, como descubrió Saito, fue intentar describir el ciclo metabólico del capital teniendo en cuenta las formas sociales que se implican en ella.

Para los buscadores rigurosos, las citas de Marx y Saito son:

Marx, K. (2017a): El capital. crítica de la economía política. Pedro Scaron y Diana Castro (trads.) Barcelona. Siglo XXI.

Saito, K. (2017): Karl Marx's Ecosocialism: Capital, Nature, and the unfinished critique of Political Economy. NYU Press. Traducción al castellano de Javiera Moncada, 2022: La naturaleza contra el capital: El ecosocialismo de Karl Marx. Barcelona: Bellaterra).

Por último, sobre los engaños de la anestesia tecnocientífica, hago una breve referencia a la aportación de un compañero de fatigas universitarias y políticas, Manoel da Costa, que en colaboración con Irene Calvé Saborit escribe, no sin ironía, Autoconsumo y comunidades energéticas: ¿energía del futuro? (con música y letra).

Frente a un sistema eléctrico interconectado (SEI), del que las grandes compañías tienen el control, se ha planteado la posibilidad de crear comunidades energéticas autosuficientes.

Defienden algunos que la generación descentralizada, con comunidades energéticas autónomas, podría contribuir a la lucha contra el cambio climático, al tiempo que supondría una "democratización de la energía", potenciando lo común y la solidaridad; que disminuiría el poder del "oligopolio eléctrico" y contribuiría a disminuir el coste de "la luz".

Sobre la generación centralizada y las redes de transporte, simplificando mucho la exposición, diremos que hay límites físicos, como la velocidad de la luz, que dificultan la transmisión de energía eléctrica a larga distancia. La red resuelve carencias locales al tiempo que se complica su propio funcionamiento. Soluciones y problemas crecen a la par.

Hay razones para pensar que la electricidad no es la forma más sostenible de aprovechar los recursos energéticos. De hecho, cada proceso de transformación energética implica pérdidas, y siempre será mejor aprovechar las energías naturales del modo más directo.

De estas cuestiones entre muchas otras se ocupa Antonio Turiel en su blog The Oil Crash. De dos clases son los límites de las energías renovables. Por una parte los derivados de las dificultades técnicas que conlleva la complejidad, y de las que no se libra su portabilidad. Por otra, la baja densidad energética en comparación con las fuentes más contaminantes o más peligrosas, además de agotables, como los combustibles fósiles o la energía nuclear.

El autoconsumo y las comunidades energéticas descentralizadas no se libran de estas limitaciones. Las grandes compañías también aprovecharán las oportunidades que les ofrece su control sobre la disponibilidad tecnológica.

Conviene recordar que en este sistema económico globalizadocualquier optimización de un recurso nunca ha reducido su consumo, sino facilitado su expansión.

Tras analizar los planes que se proponen para esta optimización y que son aplaudidos con las orejas, el artículo nos baja del Olimpo:

Esperamos que lo expuesto a lo largo de estas páginas haya servido para formar nuestro propio criterio acerca de la vigencia o n de los cuatro principales argumentos a favor de la generación descentralizada y, en base a estos criterios, cuáles son las respuestas a las siguientes preguntas:

  • ¿Cuál es la utilidad real del sistema de generación distribuida en la lucha contra el cambio climático?
  • El sistema de neneración descentralizada (GD) ¿realmente representa una «democratización» de la energía, potencia lo común y la solidaridad? 
  • ¿La GD lucha contra el «oligopolio eléctrico» o forma parte de su estrategia de negocio?
  • ¿La GD representa una disminución del coste de «la luz»? En ese caso ¿cuál es el principal beneficiario de ese menor coste?

¿Con esto queremos decir que estamos en contra de la generación distribuida? Por supuesto que no, porque no estamos, en principio, contra cualquier tecnología que tenga como propósito mejorar las condiciones de vida de los seres humanos. Estamos frontalmente en contra del «modelo de negocio» que representa y que se quiere ocultar bajo el paraguas de ese ecologismo que consiste en pintar de verde las cosas para que parezcan otras, y estamos claramente a favor de las soluciones solidarias con los más desfavorecidos.

Finaliza así el artículo:

Vertebrando todo lo expuesto, los modelos de generación más o menos distribuida, el autoconsumo y las comunidades energéticas, podemos encontrar, en definitiva, fundamentalmente tres corrientes de pensamiento, tres concepciones de la sociedad: una continuista y dos que pretenden cambiarla. 

Una que podríamos denominar corriente libertaria, en la que partiendo de la base de que el Estado es la forma de opresión de una clase sobre otra clase, plantea la autoorganización de la sociedad para la construcción de un sistema alternativo de generación, sin transporte ni operación, que se supone más «barato» para los consumidores. Evidenciados, tras las primeras experiencias, los problemas de no estar conectados al SEI (sistema eléctrico interconectado), pretenden obtener de su enemigo natural unas condiciones favorables para su actividad. 

Y last but not least, nuestra corriente de pensamiento: la corriente comunista, en la que, partiendo de la consideración de la energía como un derecho, planteamos como parte de una solución global el control estatal del SEI actual para adaptarlo a un sistema garantista y planificado, para lo cual es necesario ir avanzando hacia la nacionalización de la generación, el transporte, la operación del sistema, la distribución y la comercialización de la energía eléctrica. 

¿Quiere plantearse con esto que debemos estar en contra de todos los intentos de autoorganización de la sociedad para intentar paliar los efectos de las subidas? ¡En absoluto! El mercado no es sabio, pero sí que es astuto y sabe que, si mata a los esclavos de hambre, en poco tiempo ya no tendrá a quién explotar, y que, si nosotros queremos dar una alternativa a ese mercado, tendremos que ser más rápidos de pensamiento y acción, evitando las recetas y aplicando en toda ocasión el aguzado bisturí del pensamiento científico.

Las comunidades no pueden aislarse unas de otras, su forzosa coordinación es una necesidad, so pena de sustituir la lucha entre individuos por el enfrentamiento entre ellas, aunque pretendan ser muy democráticas ad internum. Esta idea es lo que expresa el no siempre bien entendido concepto de centralismo democrático, que implica obligaciones.

El propio Manoel da Costa me envía un interesante enlace sobre la cuestión que nos ocupa:

¡El Hidrógeno geológico nos salvará!

De nuevo, otro órgano del PCE se ocupa de un tema que tantos quieren ocultar para tranquilizarnos y anestesiarnos,  en un camino sin salida hacia el desastre, denunciando las falsas soluciones.